La noche de la candente cita - parte 3

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Xelesia me había preguntado si me parecía bien tener un nuevo cliente el sábado.

Otro cliente había cancelado su cita del sábado. Luego de que ella lo hiciera, yo volvía a estar disponible y se suponía que ese sábado iría a la fiesta de cumpleaños de mi amigo Knot. En realidad estaba feliz de que el cliente cancelara porque de verdad quería ver a Knot. Pero ahora él había llamado para cancelar la fiesta porque su dulce esposa iba a dar a luz. ¡Con un mes de anticipación! Estaba feliz por Knot y esperaba que el nacimiento de su hijo fuera bien.

Volviendo a ser un hombre libre, le dije a Xelesia que hiciera la cita.

30 minutos después, ella me ofreció la carpeta del cliente.

Aparentemente era un chico quien tendría el punto máximo de su celo ese día. Tenía 25 años, la misma edad que yo.

Y luego... Un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando vi el nombre del chico:

Kongpob Suthiluck.

Me quedé boquiabierto. El vaso de leche rosa en mis manos aterrizó en mis piernas. Estaba tan estupefacto para siquiera maldecir por haberla tirado. Mis pantalones estaban empapados con leche rosa.

—¿Qué? ¿Cómo? —Cuestioné luego de dos minutos de incredulidad. ¿Cuál era la probabilidad? Quiero decir... ¡era él! Y consiguió una cita sólo porque mi otra cita y Knot habían cancelado. Eso era raro, nunca me cancelaban. Simplemente no podía comprender cómo era esto posible. Tenía que ser el destino, no había otra explicación.

Tantas veces soñé con verlo de nuevo, aunque fuera sólo un vistazo. Aunque sólo lo viera andando por la calle.

Mis pensamientos fueron a la última vez que lo vi, una escena que se ha repetido un millón de veces en mi cabeza:

—Gracias —me gritó mientras corría hacia la puerta de su casa. Con manos temblorosas lo vi abrir la puerta.

Sentí tantas cosas. Sentí lástima, preocupación, estupefacción, calentura, felicidad. Él acaba de sentarse en mi auto y su esencia seguía allí. Inhalé profundo. Cielos, olía tan bien.

Él no me conocía realmente, pero yo lo conocía muy bien. Sabía todo de él. Lo veía todos los días. Era lo mejor de la escuela para mí. Él era la razón por la que me levantaba todas las mañanas y lo último que pensaba antes de ir a dormir. Fue mi primer crush y creo que el más intenso que he tenido, probablemente porque nunca fue correspondido. Cómo podría si nunca le dije lo que sentía.

Estábamos en diferentes clases, pero lo veía rápidamente mientras comíamos o por los pasillos, haciendo que valiera la pena vivir el día. Aunque fuera unos segundos.

Me veía un poco diferente esos días. Yo era gordo, usaba lentes y mi piel no se veía muy bien. Además, mi autoestima era de cero. Por fortuna, tenía un buen grupo de amigos, pero yo siempre era el que nadie nunca notaba. No como Knot con su cuerpo atlético o Prem con su personalidad genial. Bright tenía sentido del humor y Tutah conocía de moda. Y luego estaba yo.

Un día yo estaba de muy mal humor y ese fue el día en que lo vi por primera vez. Él vino a mí y me preguntó por qué estaba tan malhumorado. Hablamos un poco, fue agradable. Cuando se fue, mi humor era mucho mejor. Él volvió luego de diez minutos, dándome mi bebida favorita.

—Lo siento, es todo lo que tenían. Espero que te guste —dijo.

Ese acto de amabilidad me hizo enamorarme de él.

Él cruzó la puerta y la cerró detrás de él. Arranqué el motor y me fui de allí. Estaba feliz de ser quien lo ayudara. La próxima vez que lo viera en la escuela sería un motivo para hablar con él y eso me hizo sonreír.

Poco sabía que nunca lo volvería a ver en la escuela...

—Siete años... —murmuré para mí mismo mientras sostenía la carpeta del cliente en mis manos temblorosas.

¡No lo he visto en siete años! Sin embargo, su rostro sigue tan vívido en mi cabeza. Podía ver cada detalle de él. Me preguntaba cómo se veía ahora, cómo era su vida... Probablemente no tenía pareja o no me habría contactado. Eso me hizo feliz.

Y ahora... Ahora, tengo que...

Pasé saliva, pensando en lo que podría hacerle. Lo que debía hacerle. Mi corazón dolió dentro de mi pecho. Hice un puño sobre mi pecho a la altura del órgano que latía rápidamente.

Me atacó el miedo. ¿Y si sabía que era yo y se decepcionaba? Después de todo, yo era un escort. No estaba decepcionado de mí mismo, no lo hacía porque lo necesitara. Me gustaba, ayudaba a la gente, pero no quería que él se sintiera decepcionado de mí.

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—Ahhh... —gimió mientras usaba mis dedos en él. Los sonidos que se oían por mis movimientos me excitaban mucho, demasiado. Cada vez que empujaba mis dedos hacia aquella apretada y húmeda cavidad, el sonido que hacía me recordaba lo que estaba haciendo en realidad. El sonido húmedo de mis dedos dentro del hombre que fue mi primer crush. Y para ser honesto, creo que volví a enamorarme de él en el momento en que me abrió la puerta.

¡Santo cielo! Un gruñido escapó de mis labios mientras su lengua lamía de repente mi oreja y una de sus manos me tomaba. Firmemente, empezó a masturbarme.

Tenía que salir de esta situación o lo tomaría en este exacto momento. Y por mucho que lo quisiera, tenía que prepararlo bien primero. Él estaba tan malditamente apretado luego de dos años de abstinencia.

Me desplacé hacia abajo y me senté entre sus piernas. Su entrada estaba a mi vista. Él estaba de espaldas, removiéndose por mi toque. Quería guardar este recuerdo para siempre en mi cabeza.

—¡Ahh...! —Gritó cuando encontré su punto sensible. Era el alarido más hermoso que había escuchado.

Ahora usaba cuatro dedos, mis dos dedos índices y mis dos dedos medios, usando ambas manos. Su entrada apretaba a mi alrededor. La expandí con gentileza tirando de mis dedos en direcciones contrarias sin ir muy rápido ni fuerte. ¡Lastimarlo era definitivamente algo que quería evitar! Lo preparé y masajeé su entrada húmeda hasta que estuvo lista para mí.

—Sí —su voz sonaba necesitada cuando froté su próstata un par de veces.

Me subí sobre él y le di un pequeño beso.

—Estás listo —dije sobre su oreja.

¡Dios mío! ¿Cómo podré sobrevivir esto? Estaba a punto de correrme aquí y ahora por la forma en que me miraba, por sus ojos que me suplicaban mientras mordía fuertemente su labio inferior.

¡No podía creer que lo tomaría! Separé sus piernas y mi boca se hizo agua.

Él tenía que estar tan lubricado como fuera posible, así que froté mi glándula de olor con mi mano, sabiendo que mi olor de alfa volvería loco a cualquier omega en celo.

Presioné mi mano contra su cara y la cubrí con mi olor. Sus ojos se pusieron en blanco mientras inhalaba.

—Ahhh... D-Dios —gimió, casi ahogándose con su saliva.

Fluidos salieron a borbotones de él y me encantó verlo.

Ambos nos volvíamos locos por el olor del otro. Quería hundirme en él, lamerlo con mi traviesa lengua, pero en este momento él necesitaba otra cosa y yo iba a dársela.

Tomé algo de sus fluidos y cubrí mi pene con ellos hasta que estuvo tibio y resbaloso.

—Relájate y prepárate para mí —le dije mientras me posicionaba.

—Ahh... ¡fóllame, por favor! —Gritó.

Un gruñido escapó de mi garganta cuando sentí mi glande presionar su arrugada entrada. Esta sería la cosa más difícil que algún día pude haber hecho. Tendría que reunir toda mi fuerza de voluntad para no anudar tan pronto como estuviera dentro de él.

Oh, el sólo pensarlo...

Sólo unos pocos segundos y estaría dentro de él. Dos se convertirían en uno.

Una noche con el escort alfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora