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Ese día Cherry despertó con una sonrisa, se levantó de su cama y se dirigió hacia el baño para darse una ducha corta en relación con lo usual.

Normalmente se hubiera levantado quejándose sobre lo mal que había dormido o sobre algún mal sueño, pero extrañamente aquella mañana se sentía motivada y bastante feliz.

Luego de salir del baño volvió al cuarto para elegir la vestimenta de ese día, terminó decidiéndose por unos shorts de mezclilla y un buzo amarillo, el cuál combinó con unas zapatillas del mismo color.

Salió de su casa más temprano de lo común, a un paso rápido y con una idea que nadie podría quitar de su cabeza.

Hacerse amiga de Finn Wolfhard y dejar todo su odio injustificado detrás.

Al llegar a la escuela estaba llena de energía, llevaba una bolsita de papel en sus manos dentro de la cuál iban unos sandwiches de mermelada y unas cuantas galletas, los primeros habían sido hechos con mucha dedicación esa misma mañana y las galletitas eran unas de chocolate que consideraba sus favoritas, que había comprado el día anterior en un ataque de culpabilidad donde se le había ocurrido la gran idea para esa mañana.

Se encontraba entre buscando y esperando a Wolfhard, Cherry tenía claro que el chico siempre llegaba tarde, y que prácticamente, no desayunaba, por eso mismo le había llevado la bolsa, en su mente, la manera perfecta de establecer una amistad (y darle una disculpa indirectamente), era darle un desayuno, un pequeño detalle para borrar del historial su odio.

Cuando lo vio entrar por la entrada principal una tierna sonrisa se dibujó sobre sus labios, caminó casi dando saltitos hacia el chico que definitivamente no estaba esperando su presencia, puesto que caminaba en dirección completamente opuesta a la de ella. Cherry se acercó a él lo más rápido que pudo y tocó su hombro, ahora con una sonrisa tímida, estaba de tan buen humor y tan metida en su propia idea que su actuar era muy distinto al que usualmente tendría con el mundo a su alrededor.

—Hey, Finn— sonrió nuevamente cuando el pelinegro le hubo dirigido la mirada.

—Huh, hola— respondió algo cortante.

—¿Tomaste desayuno hoy? Si no es así, te traje algo, ¡Podríamos desayunar juntos!

Justo cuando la pelirroja iba a seguir hablando el retumbante sonido de la campana interrumpió la conversación, Cherry resopló mirando al lugar de donde provenía aquel molesto ruido y suspiró.

—Tengo que irme a clase— la cortó Finn.

—¡Pero podríamos corrernos la primera clase!— trató de evitar que la dejara hablando sola, moviéndose frente a él para cortarle el paso.

—No lo creo, no puedo perderme la primera clase, no sería muy responsable de mi parte, ¿Sabes?— sonaba algo incómodo y la más baja no podía evitar hacer una mueca al notarlo en su tono de voz.

—Pero... tú siempre sueles saltarte las clases— abultó los labios en un pre-puchero sin darse cuenta, estaba claramente decepcionada.

—Cherry, enserio... c-creo que no deberías saltarte la clase tú tampoco—

—Por favor, Finn, preparé esto muy emocionada hoy en la mañana, yo... sentía algo de ilusión de desayunar contigo, ¿Sí? P-Por favor.

Okay, ahora se sentía algo patética, sus labios estaban formando un puchero y sus bellos ojos de color verde estaban ahora rebozando en lágrimas que amenazaban con salir en un parpadeo, oh cómo los papeles se volteaban; Finn sentía algo de culpa al ver a la chica así, y ella sentía una gran pena y decepción por la clara respuesta negativa del pecoso que parecía nisiquiera querer mirarla.

El azabache rodó los ojos y abrió la boca para soltar las palabras que le dedicaría a la pelirroja.

—Está bien, desayunaré contigo.— suspiró de forma pesada—Pero con una condición, no me molestarás ni me buscarás en lo que resta de mañana, ¿entendido?

Esas palabras tan secas la golpearon con fuerza y la debilitaron sin necesidad de ser impactada físicamente, asintió algo triste y suspiró sin muchas ganas mientras le extendía la bolsa café, algo avergonzada.

Se había esforzado tanto por hacerle un detalle simple y bonito, y Finn no quería ni verla.

•••

Los adolescentes se encontraban en las gradas, habían estado en silencio desde que llegaron al lugar y ya estaban a mitad del desayuno, la ojiverde no se atrevía a soltar una palabra pues estaba muy avergonzada con respecto a lo que había pasado hace unos minutos y realmente no deseaba seguir molestando al ruloso, sabía que el azabache estaba enfadado y hasta un poco temeroso de hacerle algo que pudiera matarla (como ya había ocurrido antes). Cherry estaba comenzando a comprender que tal vez se estaba manteniendo distanciado de ella por sus temores e inseguridades, y eso no era lo que ella quería, todo lo contrario, por eso mismo había preparado eso, para tenerlo cerca y para alejar esa tensión que se formaba cada vez que interactuaban.

—¿Te sientes... bien?—soltó Cherry tratando de alivianar el ambiente.

El pelinegro la miró.

—Supongo que sí, ¿Por qué preguntas?

—No estás hablando mucho como siempre...—balbuceó—Y es divertido cuando hablas mucho, ahora no eres divertido.

—No hables como si tú siempre fueras divertida—frunció el ceño haciendo un puchero que denotaba que su frase no iba enserio.

—¡No era mi intención ser así!—se quejó agarrándose de sus propios shorts y suspiró—Lo siento...

—¿Lo sientes?

—Por eso, por no ser divertida, sé que por eso no quieres acercarte a mí.

—¡En realidad no es por eso, lo juro!—la tensión había desaparecido, si bien Cherry se notaba triste y arrepentida en sus palabras, Finn había vuelto a hablar con la energía de siempre, algo preocupado de que la pelirroja lo malinterpretara y se sintiese mal por las razones incorrectas.

—¿Por qué es, entonces? ¿Acaso mi disculpa fue en vano?

—Tenía miedo de seguir haciéndote daño, ¿Sí? Sé que soy muy torpe...

Se miraron quedándose en completo silencio, Finn no sabía cómo sentirse sobre la situación, sobre alejarse de ella, sobre ser el tonto que era.

Pero Cherry sólo se rió.

La pelirroja reía y Wolfhard estaba genuinamente confundido.

—¿Qué es gracioso?—preguntó desconcertado.

—Qué tierno... —dijo Cherry en un suspiro, tratando de calmar su risa.

—¡No importa! Yo lo siento por ser una tonta amargada, siempre quejándome y lloriqueando, juraba que ya te habías hartado de mí.

—No, para nada-

—Yo sí de tí un poco, al principio, digo.— Soltó la pelirroja con sinceridad con lo que el ruloso se sintió algo ofendido.

—Pero me di cuenta que era todo culpa mía y no tuya, de doña amargo, no de... Niño raro.

—¿Es acaso un deporte tuyo insultarme?— Finn frunció el ceño mientras le sonreía divertido.

—Ahora lo es— se cruzó de brazos sonriente.

—No me gusta tu forma de hacer amigos.

—La tuya no estaba siendo muy efectiva tampoco.

—¡Ya! ¡Basta!— éste le dio un empujoncito a la chica quien había vuelto a reír.

—Ya, ya... lo siento, denuevo— jugó con su cabello y lo miró a los ojos —¿Quedamos como amigos, Wolfhard?

—Quedamos como amigos— los dos soltaron una sonrisa sincera para luego darse un pequeño abrazo, el cual cerraba su etapa de "odio" y daba inicio a una gran y linda amistad.

𝑠𝑢𝑔𝑎𝑟 ; 𝑓𝑖𝑛𝑛 𝑤𝑜𝑙𝑓ℎ𝑎𝑟𝑑Donde viven las historias. Descúbrelo ahora