Seis

10 1 0
                                    

Una vez un viejo amigo me dijo que si no querías estar deprimido, simplemente debías querer dejar de estarlo y buscar algo que te hiciera feliz. Por sorpresa me funcionó, o quizás yo no estaba lo suficientemente deprimido como para que esas palabras no me funcionaran. Las letras me ayudaron a superar la muerte de mi abuela y la sorpresiva separación de mis padres dos meses después; los libros gastados de mi abuela se convirtieron en un refugio. Comencé a escribir y leer demasiado, me sentía feliz. Creía ser feliz.

Hasta que te conocí, mi querida Nora. Yo no sabía lo que era felicidad hasta que vi por primera vez tus hermosos ojos color otoño.

Recuerdo ese día en el que no dejaba de llover, tú esperabas el autobús y tus tenis comenzaban a mojarse. Me acerqué tímido y te cubrí con mi paraguas silenciosamente. Tus ojos se veían aún más hermosos de cerca, eran cálidos y me transmitían paz cuando me mirabas. Sonreíste.

Querida Nora, ojalá tú tampoco hubieras estado demasiado deprimida como para que las palabras de mi viejo amigo no hicieran click en tu deslumbrante mente. Ojalá tan sólo hubieras hablado conmigo.

La chica de los ojos color otoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora