A disfrutar el nuevo capítulo junto a la canción "Kiss me".
Habían pasado algunos días de paz en el hogar que compartía con mi mamá, ya que el famoso ojitos lindos que tenía por novio mi mamá, se fue a visitar a unos familiares en el sur del país.
Los días transcurrían normal, demasiado para mí, que aunque me cueste reconocerlo ya me estaba acostumbrando un poco a ese hombre tan fascinante.
Bueno, como les contaba, mi vida transcurría todo lo lento que transcurre la vida en el campo, es decir, muy lento. Un día cuando volvía del colegio, caminando como todos los días, agotada y sedienta por el calor que a esas alturas del año ya se hacía cada vez menos soportable, mi bolso colgaba apenas de mi hombro, llegué a casa casi arrastrando los pies.
Entré a nuestro hogar y busqué a mamá en la cocina, pero no la encontré, qué raro, pensé ya que a esa hora siempre estaba en la casa. Cuando me disponía a subir la escalera que daba a mi habitación unos extraños sonidos hicieron que frenara en seco, agudicé mi oído y subí lentamente cuando pude reconocer gemidos y suspiros provenientes del cuarto de mamá. Quedé en shock, mis cosas cayeron al suelo y mis pies no respondían. Mi sentido común me decía que lo mejor era salir corriendo, pero mi curiosidad y morbo era muy grande, al final ganaron mis ganas de salir corriendo y salí escaleras abajo como alma que lleva el diablo.
Corrí y corrí por el patio de nuestra casa, hasta que llegué al final del sembradío, me detuve en la higuera y me senté a analizar lo sucedido. No sentía pena, tampoco sentía que mamá estaba traicionando a papá, ya que él había muerto y entendía que mamá quisiera rehacer su vida, entonces ¿qué me estaba pasando? ¿Eran celos? no, no pueden ser celos pensaba mientras me acomodaba a la sombra de ese gran árbol, no sabía por qué, pero siempre me reconfortaba su frondosidad, además tenía unos frutos tan ricos en esta época del año (las brevas) que aprovechaba de comer siempre que podía.
Traté de relajarme y no imaginarme lo que estaba haciendo mi madre con Javier, porque era más que obvio lo que hacían dentro de ese cuarto. Me quité la corbata y desabotoné un poco la blusa escolar, subí mi falda y me saqué los zapatos y calcetines para poder estar más cómoda en ese caluroso lugar. Desde donde estaba tenía una vista espectacular de la pradera verde que se extendía por varias hectáreas, los vecinos no ponían cerca a sus terrenos así es que uno podía caminar cuanto quisiera. Cerré mis ojos, venía a mi mente la imagen de ese hombre desnudo ¿cómo sería? realmente tuve ganas de subir y abrir un poco la puerta para mirar, sin embargo el respeto a mi madre ganó y ahora ella seguía gozando de ese bombón y yo me aburría sentada a la sombra de la higuera.
Estaba concentrada en mi ensoñación cuando un ruido de pisadas me sobresaltó, desde mi altura miré hacia arriba y reconocí al hijo mayor del vecino de al lado. Era un joven de unos 20 años (no estaba muy segura), alto y moreno, no era mi tipo, era muy bruto para mí, además tenía una forma de mirarme que parecía que me desnudara con la mirada y esta vez no fue la excepción. Andrés dirigía su mirada en dirección a mi busto que sobresalía un poco ya que la blusa se había corrido y quedaban un poco descubiertos, no me tapé sino que lo miré con altanería.
-¿Qué miras? Acaso se te perdió algo – dije enderezándome un poco.
Él se sentó frente a mí y recorrió mis piernas con la mirada, intenté cubrirme, pero eso sería reconocer que el muy imbécil me afectaba.
-No, no se me perdió nada- respondió- sólo te miraba un poco para ver si mi vecina valía la pena, pero tengo que reconocer que eres común y corriente –dijo como si nada mirándome a los ojos, esperando mi reacción. ¡Común yo! Qué se cree este campesino, apuesto que soy mejor que todas las mujeres con las que se ha metido el muy estúpido.