Buenas y Malas Intenciones

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Al bajar las escaleras se encontró con el sonriente Vint quien la escoltó hasta el salón invitándola a pasearse por su taller cualquier día y jurándole que jamás vería tanta emoción en un solo lugar. La hizo sonreír hasta que las miradas como ya era costumbre se dirigieron a ella

Los saludó como había aprendido y observó alrededor, las mujeres se abanicaban alegres con sus elegantes trajes en un rincón mientras los caballeros estaban cerca del ventanal con sus aires de aristócrata. Logró divisar a Greg con el Conde que la miraba intensamente y en honor a la verdad prefería estar en cualquier sitio menos allí.

Al notar su incomodidad Vint se quedó con ella aparte con esa alegre vibra que logró distraerla unos minutos y fue entonces que detrás de ella una voz serena la llamó

- Angelique querida, debes venir con nosotras – la tomo del brazo con complicidad – lo siento Vint, pero ella estará en donde debe – sonrío

- Seguramente. No la acapares Daisy

Se sentó en un círculo de mujeres que en su mayoría era hostil y la única que le sonreía era Daisy. No era una sonrisa amplia, sólo simple y perfecta. Sentía tanta culpa por lo que hizo que no dudó en ver la oportunidad de disculparse

- Lamento mucho haberme aparecido como lo hice, pero no supe que más hacer había hecho un largo viaje para llegar y cuando por fin lo hago... - tomó su mano – lo siento de corazón

- La disculpa la sintió como un cuchillo, pero sabía muy bien disimular los sentimientos - no te disculpes querida las cosas pasaron - retiró su mano lentamente sin dejar de sonreír - por cierto imagino que ya te pusiste al frente de la mansión, con la servidumbre, las cuentas, los itinerarios de visitas a nuestros vecinos y proveedores

- ¿Cómo? – frunció el ceño

- ¿¡Ah es que Lord Craig no te lo comento!? La señora de una casa noble también tiene deberes, debe apoyar a su esposo hasta en el más mínimo detalle no todo el trabajo lo lleva él – acotó Maggie con un deje de antipatía

- Yo... No sabía qué...

- Pues no es necesario que lo sepas sino que lo hagas, ¿sabes de cuentas? las compras y la servidumbre deben coordinarse. Lo que se va a comer, a quienes se va a recibir, aceptar invitaciones a los distintos eventos de nuestras amistades y programarlas con el trabajo de Bruno – continuó Sara Leonard

- Bueno, de cuentas no creo que sepa mucho pero...

- Niñas apenas sabe hablar, no tiene lo necesario de una dama, no sabe ni leer ni escribir viene de lo más bajo - mencionó de forma despectiva - no sé como pretenden que se encargue de la mansión y de apoyar a Bruno – se abanico la tía Esther mientras miraba a las mujeres a excepción de ella

- Pero puede aprender madame yo misma puedo enseñarle – defendió Daisy – si estás dispuesta querida. No sé porque Bruno no te ha dicho nada ni te ha presentado a la servidumbre con quien tienes que lidiar, Imagino que Marco se está encargando aún

- Gracias, si me gustaría aprender y... ¿quien es Marco? – preguntó con inocencia ganándose las risitas de todas

En ese momento el mayordomo entro invitándolos a todos a la mesa. Al levantarse Daisy la tomo del brazo y le indicó que aquel hombre era Marco. En el comedor estaba sentada a la derecha de Bruno frente a ella Madame Esther que no le dirigía ni la mirada y a su lado Daisy. A su derecha estaba el Conde.

Miró su plato con todos aquellos cubiertos de plata con bordes de oro y respiró profundamente porque sabía que ese día llegaría. El plato vacío y las miradas de soslayo que esperaban que hiciera una torpeza. Para su fortuna a su mente acudieron las funciones de cada uno bajo la voz amable y dulce de la señora Dustin, para desgracia de las malas intenciones ella sabía para qué se utilizaban, en qué momento y de qué forma. Había estudiado mucho.

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