Lo que necesitas para ser feliz

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El lugar más tranquilo de Reino Unido no parecía nada tranquilo. Había gente por todas partes caminando y carruajes en la avenida haciendo ruido, nunca se acostumbraría a aquello teniendo a la apacible Glasgow.

Desde el prestigioso hotel en donde se estaba quedando hasta donde pretendía llegar eran unos aproximados quince minutos los cuales les parecieron una eternidad. Bajó del carruaje frente a una villa en una de las calles más concurridas de Bath, llevaba su elegante gabán abotonado y con sus manos enguantadas lo desabotonó para sacar de su bolsillo un reloj dorado mirando hacia la entrada de una bonita casa de dos plantas. Pagó al cochero para luego seguir el camino de piedras hasta la puerta.

Mientras se ajustaba el sombrero, su corazón latía muy fuerte, golpeaba su pecho como si le advirtiera sobre lo que estaría a punto de suceder. Vaciló justo delante, pero había llegado hasta allí con un objetivo. Suspiró llenándose de valor hasta que al fin toco la argolla de metal que salía de la boca de un león bastante pintoresco, unos segundos después en los que por su mente pasaron miles de pensamientos una muchacha abrió la rendijilla de la puerta y lo miró con el ceño fruncido

- ¿Que desea mi Lord? si quiere puede dejar su tarjeta en el buzón para los Dustin

- Sacó la tarjeta del bolsillo de su chaleco – ¿puede entregársela usted misma? Si se encuentran en casa me gustaría poder hablar un momento con ellos

- ¿Usted tiene cita hoy con el capitán? – preguntó con extrañeza aceptando la tarjeta dudosa ya había pasado la hora del té

- No, no tengo. Pero si se la entrega quizá puedan recibirme ahora – lo miro de arriba abajo sin ninguna educación y terminó de abrir la puerta

La siguió hacia una recepción pidiéndole que esperara, tiempo que le dio para observar todo a su alrededor. Los Dustin a pesar de no ser de la nobleza poseían una buena posición, su casa era grande y bonita. Pensó que quizá a Angy le gustaría más una como aquella en lugar de la mansión, en el fondo él también prefería un cálido hogar como aquel que se sentía tan familiar. Escuchó unos pasos a su espalda, al girar se encontró con el señor Dustin en persona. Un abuelo que mantenía su forma adusta y firme debido a su historia militar como seguramente también su formación y entrenamiento. Lo miró por un momento con análisis esperando que se presentara formalmente, Bruno se quitó el sombrero y los guantes frente a él en forma de respeto le extendió la mano

- Señor Dustin soy Lord Bruno Craig – estrechó su mano y le sonrió

- ¿Angelique no vino con usted?

- Su sonrisa desapareció al instante - No, es que en realidad... Ella no sabe que estoy aquí, yo...

- Lo sé hijo... Será mejor que pases, deja tus cosas a Marjorie es nuestra nueva muchacha. Debes conocer a mi esposa le está tratando de educar un poco, pero es un tanto hosca – se dirigió a la muchacha sonriéndole – sírvenos por favor un poco de whisky ¡hoy lo vale!

La amable mujer después de pasar por la sorpresa preguntando cómo se encontraba Angy lo abrazó como si lo conociera desde hacía mucho tiempo, y lo miró con una sonrisa detallando su rostro, como si al fin le pusiese una cara a un personaje de alguna novela dominical. Lo invito a sentarse a su lado con emoción mientras que el señor Dustin se acomodaba en el sillón frente a ellos

- Nos escribió, hace un par de semanas llegó la carta diciendo que estaba bien y aprendiendo muchas cosas. Aquí le enseñamos lo que pudimos, aunque siempre estaba dispuesta a aprender más. No quería verlo sin sentirse... Digamos que... tan diferente de usted

- Habla de ustedes muchísimo y con mucho cariño, por favor no me traten de usted, si ella los considera como su familia entonces son la mía también. Sé que los extraña y lamento no haberla traído conmigo... No sabía qué hacer. Discúlpenme, pero es que yo creí que había muerto y...

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