Malos Entendidos

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A la mañana siguiente había una nota en la mesita de noche con una caligrafía elaborada como si pusiera todo el empeño en cada letra. Decía que lo amaba y no quería despertarlo

Había dejado dicho que nadie lo hiciera para que pudiera descansar mientras que ella acompañada de Dorothy hacía el pastel para la boda de esa tarde con el cual se comprometió. Suspiró con resignación y decidido se propuso decirle todo ese mismo día, olía a menta por todas partes y ya la mañana estaba avanzada, debía reconocer que no dormía de ese modo hacía muchísimo tiempo y despertó sin dolor alguno con energía suficiente para enfrentar el día.

Maggie llegó temprano a la mansión Mayers el carruaje la dejo a ella y a su doncella en la puerta en donde la recibió un sirviente, hizo caso omiso de este y pasó como si fuera su casa preguntando por Daisy. En cuanto la recibió con dos besos pasaron a tomar un poco de té en el saloncito favorito de ambas, entonces con una combinación perfecta de éxtasis y maldad le contó lo que había escuchado tras la puerta la noche anterior

- Es nuestra oportunidad, no puedes tener tanta suerte, es hora de que actuemos

- Pero estas segura de...

- Totalmente, el propio Lord Craig admitió que sabía que no era su esposa y ella aún cree que sin papeles que lo certifique lo es. Hoy es perfecto, la distracción de la boda es nuestro argumento ya sabes lo que debes hacer, yo haré mi parte tú has bien la tuya y saldremos ganando librándonos de esa mujer

- No lo sé Maggie tú misma dijiste que él estaba dispuesto a casarse con ella

- Daisy no seas tonta, él siempre está dispuesto a llevarle la contraria a Madame Esther, estoy convencida de que solo está encaprichado con ella. Mamá dice que los hombres desean más a las mujeres fáciles por ello mantienen concubinas, pero no por mucho tiempo. Ender mismo tiene amiguitas de ese tipo no hay excusas, será hoy – su amiga asintió con una sonrisa que por primera vez era sincera

Un día bastante opaco para una boda el cual avanzó tan rápido que no hubo más remedio que asistir. Se encerró con su doncella desde que llegó casi corriendo para alistarse, le dio un beso rápido y no pudo verla más hasta que por fin estuvo lista. Estaba preciosa con un vestido verde de seda y encajes, sus guantes blancos cubrían sus brazos y su cabello estaba atado en un moño en su cuello. Su doncella siempre dejaba rizos sueltos que la hacían lucir hermosa. Como única prenda la cadena de plata brillaba en su cuello, pero el guardapelo se escondía muy bien en su pecho ajustado por el corsé.

En la iglesia observó cómo no perdía detalle de la ceremonia, de lo que decía el sacerdote, de las alianzas, de las promesas de respeto, apoyo y amor. Indiscutiblemente una boda real y era la primera a la que asistía a una, su propia boda fue un firmar de papeles que desaparecieron hace mucho y promesas básicas repetidas a guión. Tenía que volver a empezar como se debe, proponerle matrimonio y tener una boda. Ofrecerle todo lo que se merecía y la vida le negó hasta ese momento, estaba convencido que de todos modos tendrían que hacerlo ya que Harry seguramente la presentaría ante la nobleza. Sus miradas se cruzaron con ternura y él entrelazó sus manos para luego dejar un beso en el dorso de la suya.

Esa noche prometía lluvia aunque a ninguno de los invitados le afectaba, estaban muy bien resguardados en la mansión de los Keller con comida y bebida por montones. Hacía rato que hablaban amenamente con un grupo entre damas y caballeros hasta que uno de ellos necesitaba aprovechar la ocasión por supuesto para hablar de negocios con él. Se disculpó con su esposa prometiéndole que no tardaría dirigiéndose a la otra ala con el caballero.

Cuando pudo zafarse de las conversaciones aburridas de algunas damas caminó por el salón en busca de Vint le había prometido bailar una pieza con él, pero a quien se encontró de frente fue al Conde quien le sonrió con una mirada más profunda de la normal. La tomo del brazo y con una reverencia lo enlazó al suyo

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