Quédate

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El almuerzo que organizó estaba listo una semana y media después del incidente del té.

Según decía la invitación era una ofrenda de disculpa, todas las invitaciones que envió estaban confirmadas gracias al señor Marco y a Mary aquel día todo quedó listo. Steven la asistió con el montón de postres desde el día anterior ella también estaba lista, solo faltaba que llegaran sus invitados. Sonrió a Dorothy a través del espejo y con dos ganchillos dorados ella misma peino su cabello colocándolos a ambos lados de su cabeza dejándolo suelto, no quería ningún tipo de moño elaborado y tampoco usaría de esos sombreros enormes que tanto detestaba. Casi no tenía maquillaje, su vestido era de color rosa que según Jacky la modista era lo más rápido y sencillo que había elaborado en años de experiencia. No le gustaba hacer ese tipo de encargos, pero le tenía estima a Lady Craig y su dulce manera de ser, así que creaba para ella modelos únicos que se adaptaban a su personalidad sin dejar de lado la elegancia que requería su posición. Tanto a su doncella como a ella misma les pareció hermoso, era de mangas ajustadas abombadas en sus hombros sin faralados ni encajes, cuello en V con cintas de rosas doradas de seda que cruzaban debajo de su pecho cayendo junto a la falda hacia los lados, era ajustado a su cintura y la tela ligera se movía al caminar sin revoloteos. Sin fondos, ni forros abombados. Tampoco llevaba ninguna prenda ni joya.

Las mujeres invitadas comenzaron a llegar junto a sus esposos o algún familiar, la invitación entregada a cada persona valía por dos. Entraban elegantes con sus vestidos pomposos de encaje, enguantados y sus sombreros de plumas de ala ancha. Los caballeros iban ataviados como para una fiesta, con sus chaquetas impolutas, erguidos de trajes claros según la hora. Al verla sus primeras impresiones era detallar lo simple que vestía, pero a pesar de ello era un modelo bonito de telas finas que le quedaba tan bien como si su simpleza fuera suficiente, mucho más haciendo relucir la clase a la que pertenecía. Algunos caballeros comentaron entre ellos que Lady Craig era simplemente preciosa y las damas que escuchaban comenzaron a sentirse realmente incómodas con tanto ante ella.

Todo estaba decorado con flores silvestres, no había ninguna expresión excesiva o llamativa del estatus de los Craig, solo unas hermosas mesas con manteles blancos y florecillas hasta en las sillas. Los platos estaban vacíos dispuestos sobre las mesas con sus cubiertos, algunos preguntaban cuál sería su asiento y ella contestaba que sería el que los hiciera sentir más cómodos con una sonrisa amable y dulce. Las mujeres con sus abanicos ondeando alzaban las cejas era natural que se estableciera asientos según el abolengo del invitado, sin embargo Lady Craig pretendía que eligieran los que creían eran los mejores puestos ya que las mesas rectangulares no tenían distinción de ningún extremo o un asiento que les indicara el lugar en donde iría él anfitrión o anfitriona.

Daisy llegó acompañada por Maggie y Ender. Se sentaron juntas en un extremo.

Madame Esther miró todo con desaprobación y con antipatía se sentó junto a su hijastra y Daisy. Junto a ellos casi al centro estaban los Hermanos Mcwell sonrientes ambos le guiñaron él ojo con complicidad y entablaron platica con otros asistentes. El Conde Dartmouth beso su mano y se inclinó con respeto frente a ella besando su mano antes de sentarse junto a otro invitado contemporáneo en edad.

Estaban en la mesa acomodados en una tarde fresca bajo un enorme toldo de tela hasta que finalmente Angelique termino casi al centro de una mesa entre dos invitados desconocidos. Todos se levantaron cuando ella tomó su puesto y con un suspiro sonriente dio la bienvenida a todos agradeciendo su asistencia, disculpó a su esposo por no poder estar comentando que se encontraba en un viaje un poco largo, al tomar asiento los comensales Mary dio la orden y los sirvientes comenzaron a servir una crema que de solo olerla les abría el apetito acompañada de pan fresco.

Para el segundo y tercer plato las dos mesas dispuestas estaban animadas. Los platos eran bastante típicos del norte de Inglaterra, pero estaban a la altura de la situación y para finalizar el postre era una porción de pastel de durazno con glaseado de limón que fascinó tanto que el regordete Lord Benton sentado a su lado terminó por iniciar la ronda de repeticiones. También distribuyeron a lo largo de la mesa pastelitos de vainilla con cremas de frutas que cambiaban de sabor según el color. La música que tocaba un grupo del pueblo era alegre nadie los conocía, pero elogiaban su música y comentaban lo bien que tocaban, no se imaginaban que eran unos muchachos humildes a los que Angelique les coloco un uniforme de trajes beige y marrón que los hacían lucir como profesionales ante la multitud de personas superficiales que llenaban el jardín lateral de la mansión.

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