Sebas
Siempre fui un niño sin amigos, nunca salía de casa solamente a la escuela, era el niño amargado que se sentaba en una esquina y los odiaba a todos. Cuando estaba en segundo año de secundaria, hace 4 años, un 13 de julio mí madre y yo nos mudamos de ciudad, lo que significaba nuevo colegio. No quería mudarme pero lo hice por mamá quien dijo que quería una vida nueva y no seguir aferrándose a los recuerdos tan duros que encerraba nuestra vieja casa donde mi padre sufrió durante dos años hasta que falleció, así que con tal de volver a verla sonreír acepté y nos mudamos en busca de una nueva y mejor vida, claro que lo fue. Odiaba la idea de ser el nuevo, así que decidí entrar como siempre sin mirar a nadie y buscar el asiento más lejano.
Recuerdo que al entrar solo se encontraban cuatro personas, tres chicos y una chica charlando animosamente sentados en grupo sobre las mesas en una esquina del salón, cosa que agradecí ya que estaban distraídos en su conversación y no se percataron de mi presencia, así que localicé con la mirada el asiento de la esquina más alejada y me senté. A los pocos minutos ya el salón estaba lleno de alumnos, algunos me miraban extraños, otros me saludaban y otros me ignoraban. Al instante por la puerta entraron dos chicas muy sonrientes una pequeña rubia quien traía a su amiga de cabello castaño tomada de la mano. -Apúrate que el profesor viene en camino- Dijo la rubia a su amiga quien reía maliciosamente.
-Tina, cerrémosle la puerta al profesor- Dijo la castaña soltándose del agarre.
-No inventes Sarah, no quiero volver a la dirección como la otra vez- Dijo la Rubia quien ahora sé que se llama Tina agarrándola más fuerte y dirigiéndola a un asiento delante del mío.
-Recuerdo la cara de la profesora de matemáticas al ver su bolso lleno de tinta de marcador- dijo la que se llama Sarah, juro que podía ver fuego en su mirada al recordar su travesura.
-Mira tenemos compañero nuevo- Dijo Tina acercándose a mi animosamente. -Hola, mi nombre es Tina Soler y ella- Tomó a su amiga del brazo y la levanto de un jalón -Es Sarah Willers.
Todos fijaron su atención en mí. ¡Mierda! -Sebas Fuller- Conteste un poco tímido. Pues sí, nunca se me habían acercado para conocerme, solo para pedirme ayuda con las tareas y mucho menos dos chicas.
-Un gusto compañero Sebas- Contestó Sarah con una sonrisa encantadora. Joder, estas chicas son hermosas y amables, algún defecto deben de tener, seguro están locas.
Claro que sí, estaban re-locas, pero la locura se contagia.
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17 De septiembre
-Chicos necesitamos llevar el cuerpo de Tina al cementerio- Dijo el padre de Sarah tomándonos por los hombros.
-No quiero, no quiero- Se negó Sarah aferrándose más al ataúd.
-Aun no- Dije en un hilo de voz aun abrazando por detrás a Sarah.
-Lo siento chicos pero ha llegado el momento- Dijo esta vez mamá Marta, la madre de Sarah.
Agarré fuerzas, levante la cabeza que por cierto dolía mucho y tomé de la cintura a Sarah quien aún no quería soltar a el ataúd -Vamos nena.
-No, Sebas no- Mi corazón se contrajo pero la tomé con fuerza y la aparté ignorando sus gritos y llantos, solamente la abrace fuerte y no la solté.
Papá Ema y Papá José el padre de Sarah junto con dos señores más cargaron el ataúd de Tina hasta afuera de la capilla, hacia el cementerio.
-Sebas- Escuché la voz de mamá y sentí un gran alivio ya que tenía una semana de no verla porque se había ido de visita donde mis abuelos y la necesitaba más que nunca. -¿Mami?- Contesté buscándola con la mirada aun sosteniendo a Sarah quien no paraba de llorar.
-Sebas dame a Sarah, la llevaré por algo de agua- Dijo Mamá Marta.
Así que Sarah se fue me volví hacia mi madre -Mami cuanto te he necesitado- Corrí a ella y la abracé.
-Anoche después que llamaste no pude dormir y hoy a primera hora conduje hasta acá para apoyar en lo que pueda y para estar contigo mi pequeño- Me envolvió en un fuerte abrazo, lágrimas rodaban por sus mejillas.
-Mami esto es muy fuerte, ¿por qué se tuvo que ir Tina también?.
-Mi querido hijo sé lo duro que es- Acarició mi cabello con dulzura -Pero todos tenemos que irnos en algún momento, hay que ser fuertes.
-Creo que no soportaría otra pérdida- Dije mirándola a los ojos y secando sus lágrimas
-Dios te dará la fuerza que necesites, así funciona la vida, unos vienen y otros se van. Empezamos a caminar en dirección al cementerio aun abrasados.
-Necesito ser fuerte para Sarah pero es muy difícil verla así.
-Lo sé mi niño, lo sé.
Recuerdo que la muerte de papá no fue tan traumatizante. ¿Lloré? Sí. ¿Dolió? Hasta lo más profundo. Pero ya sabíamos que papá estaba mal y que en cualquier momento se nos iría, pero la muerte de Tina fue tan repentina, fue como cuando estás tranquilo, distraído haciendo cualquier cosa y de repente alguien llega por detrás y te da tremendo susto que hasta temes por tu vida. Gran ejemplo ¿no?
En ningún momento solté a mamá, mientras le echaban tierra al ataúd de Tina sentía como si estuvieran enterrando parte de mí. Abrazaba cada vez más fuerte a mamá mientras miraba a Sarah revolcarse en el suelo, a su madre quien lloraba desconsoladamente tratando de calmarla y a su padre quien trataba de sostenerla para que no se tirara sobre el ataúd de Tina.
Tal vez te preguntes por los padres de Tina, pues ellos estaban sentados tomados de la mano fuertemente mirando hacia el ataúd. No entiendo de dónde sacan tanta fuerza, ¿enserio será que Dios está ahí con ellos llenándolos de fortaleza como dice mamá? Pues si es así, ven señor y ayúdame a mí también que estoy a punto de desmoronarme.
dijo
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Tengo Que Soltarte
Ficțiune adolescențiUn 17 de septiembre, mi vida cambió. Un 17 de septiembre, perdí una de las personas más apreciadas de mi vida. Un 17 de septiembre, me seguiría de por vida. Un 17 de septiembre...