Capítulo 7: Misión por alegría.

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Despierto en la segunda alarma que he puesto y doy en click en el ícono de "silenciar alarma", desactivo las posteriores y vuelvo a dejar mi teléfono sobre el mueble que está a lado de la cama.
Me volteo al otro lado de la cama y miro la cortina que cubre la ventana; los primeros rayos de sol comienzan a salir, unos cuantos rebasan los vidrios y llegan hasta mí. Veo que mi piel ahora brilla de un tono amarillo y mi vista regresa a la ventana.
Hoy tiene que ser un gran día, ahora me toca ser esos rayos que dan luz para los niños que iremos a visitar y compartirles arte.

Me levanto y me dirijo al baño para abrir la manija de la regadera. Me desvisto y tomo un baño muy refrescante, el agua está en su punto, decido quedarme unos instantes más para poder aprovecharla.
Seco mi cuerpo con la toalla color café claro y me coloco la azul turquesa sobre la cabeza.
Saco del clóset el conjunto deportivo verde que hoy utilizaremos todos los bailarines.
En mi pequeña maleta color metálica coloco mi vestuario que voy a utilizar, ayer ya no tuve ganar de organizar bien mis cosas.
Una vez que mi cuerpo se encuentra seco me pongo toda la ropa que ya he escogido.
Conecto la secadora y con un cepillo comienzo a pasármelo por el cabello. Mientras lo hago pienso en el mensaje que me mandó Grace ayer por la noche.
Admito el talento que tiene Isabela para la danza, pero de la noche a la mañana decide quedarse en el país y dejar a lado Nueva York, es lo que no me convence, trato de dejar aquellos pensamientos pero todo está muy fresco: la boda, el engaño, la bienvenida de mi prima a la compañía, la empresa de mi padre; en fin, tantas sorpresas en tan poco tiempo.
Mi pelo aún sigue húmedo, Leonardo me grita desde el comedor para que ya baje a desayunar así que desconecto la secadora y salgo de mi habitación.
Solo espero que mi cabello se seque lo más posible antes de la función.
Estoy a punto de llegar con ellos y escucho el nombre de "Eduardo".
-¿Crees que haya sido Lalo?- por el tono en que lo dice creo que está algo sorprendido pero también molesto.
-Quisiera descartar esa posibilidad pero es el único nombre que se me viene a la mente- suena igual que su novio.

Me siento intrigada por lo que escuché, decido aparecer muy relaja como si no hubiese escuchado nada.
Memo se encuentra sentado tomándole a su café, hace gesto de no gustarle y le echa dos cucharadas más de azúcar.
Leo saca los últimos panes de la tostadora y los pone sobre la mesa, cerca de la jarra con jugo.

De lado opuesto dónde se encuentra Guillermo veo una especie de caja de cartón con un moño rosa, no le tomo importancia, ellos son muy detallistas y tal vez lleven pequeños obsequios a los niños del orfanato.
-Cariño. Buenos días.- me manda un beso Leo.
-Hola par de guapetones.

Sonrío, hoy quiero sentirme alegre, lo necesito

-¿Cómo has dormido? Ayer ya no quisimos despertarte.
Arrastro la silla para poder sentarme.
-Muy bien, no supe bien la hora en que caí muerta pero fue antes de que llegaran, solo ví unos mensajes que me mandó Grace, dándome la noticia. - paso mi cabello por atrás de mis orejas. - De echo antes de eso improvisé.

Agarro la jarra y me sirvo del jugo que han preparado. Tomo un poco y siento que me refresca el día, un excelente sabor natural.
Cuando hacía zumo de naranja me quedaba muy ácido, y nadie de la familia se lo tomaba; solo papá pero sé que lo hacía por no hacerme sentirme mal, porqué era una niña muy sentimental.

-Tú ponle lo que quieras a tus panecillos: hay huevo, jamón, queso panela, mermelada, tocino. Tenemos que comer muy bien. - Leo se sirve de tomar lo mismo que yo.
-Gracias, gracias. Tenemos que hacer una tarde donde me enseñen a preparar grandes alimentos como ustedes los hacen.
-Solo hay que ponerle buen sabor- Memo menea sus brazos, dándole enfásis a la "r". Le guiño el ojo y le sigo el movimiento.
Me preparo un emparedado de huevo con tocino y otro con jamón.

-¿Y como tomaste la noticia?
Pienso en como responder a esa pregunta.

-En el teatro sí me alteré, bueno ustedes lo vieron.- los miro a los dos- Todavía en el taxi iba algo alterada, ya después sí me relajé. Cuando me enteré de que sí había quedado, vinieron muchos pensamientos y cuestiones. No quiero alarmarme, solo que no sé como reaccionaré cuando la otra semana se integre oficialmente.

Muerdo de mi sándwich y me limpio con una servilleta las sobras que han quedado en mis labios.
Al mirar a mis amigos sé que tienen algo que decirme.

Para: Ti ¿Podemos conocernos? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora