Cordelia acudió a la mañana siguiente al puerto bien temprano, después de haberse vestido y preparado. Había llegado allí con su legua blanca, de nombre "Serena", y la había dejado descansando no muy lejos. Esperaba nerviosa detrás de unos matorrales al acecho de algo importante; sin embargo, allí reinaba la tranquilidad. Faltaba poco para que fueran las 11h, hora en la que llegaba el supuesto barco con mercancía, según había escuchado el día anterior en la taberna, pero solo veía navíos pesqueros y a varios hombres descargando cajas grandes con comida.
De repente escuchó un sonido y giró su cabeza. Vio que algo se movía entre la hierba, pero estaba demasiado lejos para averiguar de qué se trataba. Intentó acercarse cuidadosamente, pero el estrépito sonido de un disparo la detuvo. Dirigió su mirada hacia el muelle y vio como una decena de hombres salían de todas partes hacia allí. Los pescadores y comerciantes que estaban descargando comenzaron a gritar y a correr por todos lados.
Los atracadores se desplazaban rumbo al último barco que llegaba en esos momentos. Este era igual que los anteriores barcos en todos los aspectos menos en uno: tenía nombre. Su nombre era "Estrella polar" (el nombre que escuchó Cordelia en la taberna) y debía contener algo verdaderamente valioso.
Cuando el barco llegó, los atracadores asaltaron a varios de los comerciantes que intentaban detenerlos y empezaron a pelearse. Mientras la mitad de estos hombres descargaban la mercancía, la otra mitad mantenía a raya a los trabajadores, a los cuales amenazaban con disparar si se movían. Cordelia no sabía qué hacer, era una contra diez.
De pronto se escuchó la voz de una mujer. Ésta andaba con decisión en dirección a los asaltantes; debía de ser una de las comerciantes, aunque vestía con ropas refinadas. Iba acompañada de dos hombres más a su lado, pero pronto se vio rodeada por los bandidos. Uno de los hombres la agarró por la espalda y le puso la pistola en el cuello. Amenazó a todos con matarla si no los dejaban marcharse libremente con la mercancía. Los comerciantes dudaron y se quedaron parados. La mujer se resistía e intentaba liberarse, pero no podía. Cordelia debía actuar.
Se acercó por detrás y quedó escondida detrás de una caja medio rota, esperando el momento oportuno. Escuchó cómo gritaba la mujer y las palabras del hombre que la sujetaba:
— Si no fuera porque tengo que cargar con la estúpida caja, cargaría también contigo. Te gustaría ¿eh? ¿Qué me dices, preciosa? —dijo acercando su nariz a su pelo y restregándose contra ella.
Cordelia apareció por detrás sujetando su espada y con pose amenazante espetó:
—¡Eh! Deberías pensar antes de abrir esa boca.
El hombre se giró sorprendido, la rehén le pisó el pie y salió corriendo a un lugar seguro. Él se tambaleó y después fue en dirección a Cordelia, la cual se libró con varios movimientos de su espada y animó a los demás espectadores a luchar. En menos de un segundo, el caos se apoderó del lugar. Cordelia se deshizo de tres hombres más y tuvo que utilizar su látigo para arrastrar a uno de los bandidos que intentaba llevarse a la mujer que segundos antes había sido rehén. Entre los comerciantes y Cordelia consiguieron frenar a los bandidos y el último cayó al suelo después de recibir una patada por parte de Cordelia. Todos vitorearon.
La mercancía llegada a bordo del "Estrella polar" era muy peligrosa, se trataba nada más y nada menos que de pólvora y explosivos. Cordelia subió las cajas que los bandidos habían descargado de nuevo al barco y con un simple disparo incendió el navío.
La mujer a la que había salvado se acercó lentamente y le dio las gracias. Era una mujer con una larga y oscura cabellera y tenía los ojos más ardientes que había visto nunca. Se acercaron algunos barqueros y le preguntaron por qué había quemado el navío, dado que esas pistolas podrían haber resultado útiles si aparecían más bandidos.
— La respuesta es muy simple: una pistola en manos equivocadas podría conllevar consecuencias terribles. No sé qué haríais vosotros con este tipo de mercancía, pero sí sé lo que harían ellos. Y puedo asegurar que no sería algo agradable.
— Usted lleva espada —apuntó la joven. Todos la miraron.
— Cierto.
— ¿No sería eso contradecirse? Las espadas también pueden hacer mucho daño.
— Vuelve a tener razón.
— ¿Entonces?
— Entonces nada —añadió sonriendo Cordelia.
— ¿Qué quiere decir?
— Le haré una pregunta, señorita —los comerciantes esperaban con expectación. —¿Quién cree que mata, la espada o la persona que la empuña?
Se hizo un breve silencio.
— Bueno...ambas. Ambas tienen culpa.
— Sí, pero la decisión la tiene en última estancia la persona. Por eso es mejor evitar tentaciones, aunque si alguien quiere matar lo hará igualmente. Pocas cosas se lo impedirán.
— No si usted lo mata antes —dijo la mujer con picardía.
— ... correcto —añadió sorprendida Cordelia.
— Usted... ¿quién sois? —preguntó con dulzura la mujer.
— ¿No sabe quién soy? Por supuesto que no, claro, cómo iba usted a saberlo, parece muy joven... Bueno, mejor que te contesten ellos —dijo señalando la multitud, que ardía en deseo de replicar.
¡Es el Zorro! ¡El Zorro ha vuelto! ¡Nos ha salvado! ¡El increíble Zorro, el imparable!
— Lleva años sin aparecer, mis hijos no se lo van a creer. Oh, Zorro, qué fortuna la nuestra, qué bien que estés aquí... Aunque has tardado mucho —dijo uno de los comerciantes.
— Sí, ¿dónde has estado? Creía que no volverías a aparecer. A veces he llegado a creer que estabas muerto —añadió un señor mayor.
— Bueno, ya veis que no. He estado ausente...pero ya he vuelto, y mi intención es quedarme —añadió retocándose el sombrero—, aunque ahora mismo he de marchar.
Se despidió con una reverencia algo extravagante y la gente se alejó, pero la joven se quedó mirando. Cordelia se acercó a ella.
— ¿Puedo saber tu nombre, señorita? —preguntó de forma atrevida.
— Claro —contestó con una amplia sonrisa —. Me llamo Elena.
— Elena...muy bonito —dijo acercándose a ella.
— ¿Puedo saber el tuyo? —preguntó mirándola a los ojos.
— Tal vez en otra ocasión — añadió con una mueca y se distanció rápidamente.
Elena se quedó mirando sorprendida. Cordelia desenvainó su espada y dibujó en una de las cajas derramadas en la arena la Z de "el Zorro". Elena sonrió.
El Zorro había vuelto.
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ℳá𝓈 𝒶𝓁𝓁á 𝒹ℯ𝓁 𝒶𝓃𝓉𝒾𝒻𝒶𝓏
Short StorySiempre se ha hablado de 'El Zorro', ése mítico espadachín, leyenda del pueblo mexicano. Sin embargo, ¿qué pasaría si debajo del antifaz se ocultara, en vez de un hombre, una mujer? Romance entre Elena y Cordelia (El Zorro). El personaje de Elena e...