El Señor en tiempos de injusticia.

23 3 0
                                    

Entré en pánico y subí al segundo piso, donde solo había un pequeño closet y una cama desarmada al lado de una ventana.

Los aldeanos comenzaron a golpear las ventanas del primer piso, o al menos eso podía oír.

Gritaban un montón de cosas que eran incomprensibles para mi.

De pronto oí que derribaron la puerta y quebraron las ventanas, en cuestión de segundos tendría a todo un pueblo encima de mí, literalmente.

Los aldeanos comenzaron a subir y a rugirme como perros.

Mi única opción era lanzarme por la ventana, y así fue:

Tomé un impulso, rompí la ventana con mis brazos y me lancé hacia afuera.

Mientras caía podía sentir los trozos de vidrio golpeándome la cara y el olor a humedad de nuevo.

Caí en el suelo de espaldas, azotándome por completo.

Algunos aldeanos seguían a fuera y apenas me vieron caer corrieron hacia mi.

Saqué mi metralleta y aún echado en la tierra comencé a disparar desesperado contra ellos.

Como pude logré levantarme y al cabo de unos segundos la metralleta se quedó sin municiones.

¿Qué hago? ¿Dónde voy?

Miré a mi alrededor y me fijé en la iglesia. Era de piedra, y tenía ventanas altas. Algo difícil de penetrar.

Era mi mejor opción así que salí corriendo hacia ella.

Abrí rápidamente las puertas de la iglesia mientras varios habitantes continuaban persiguiéndome. Lancé mi metralleta vacía hacia afuera y sellé la entrada con un palo.

Comenzaron a golpear la puerta con una agresividad sorprendente, pero al cabo de unos segundos todo se tornó en silencio y serenidad.

¿Qué pasó? ¿Se detuvieron?

No quiero ni siquiera salir a comprobarlo, así que continuaré mi misión desde aquí.

—¿Kennerson? ¿Estás bien? —preguntó Helena

—No lo estoy, me lancé de un segundo piso. Pero ya me recompondré. Gracias a la adrenalina pude huir de algunos aldeanos que querían matarme y me refugié en la iglesia... se ve segura.

—No sabes cuánto lamento oír eso, pero no queda más remedio que acabar la misión.

—Lo entiendo, seguiré adelante. Corto.

Adentro estaba oscuro, y solo la luz de afuera que entraba por las ventanas iluminaba el interior.

Adentro era de piedra, se sentía la misma temperatura que afuera, pero el olor era distinto. Acá adentro olía a chamuscado... a plástico quemado, no lo sé.

Caminé por el suelo de madera entre las bancas de madera hasta llegar al altar de madera.

Sigue en mi mente el relacionar la madera con que esté podrida.

Me paré frente al altar y tuve al frente a todos los asientos. De pronto me podía imaginar a gente común sentada ahí... imaginándome como seguiría el mundo si es que no se hubiesen transformado en monstruos.

Me desvió de mis pensamiento el silbido del viento chocando con las hojas de los árboles. Podía ver a través de las ventanas nubes negras acercándose al pueblo.

Encima del altar estaba la biblia, pero tenía algunos papeles entre sus paginas. Estos papeles parecían haber sido arrancados de algún lugar.

"14 de julio de 1994
En esta aldea hay un cuento que ha sido heredado a través de generaciones. Es un cuento de alabanzas al fundador de este lugar. Quien luchó contra el paganismo... gracias a ese señor este pueblo existe y podemos continuar viviendo en paz.
Usualmente es un cuento contado por los abuelos para sus nietos. Mientras las mamás de los niños y los padres están afuera trabajando. En la casa de al lado, una abuela le contaba ese cuento a su nieta, y probablemente esa niña en el futuro seria abuela, y se lo contaría a sus nietos.
El fundador de este pueblo fue un hombre con un sentido fuerte de justicia, quien protegió a sus aldeanos. Tal y como el Señor actual, que funciona ahora como... del........"

El resto está rayado con tinta y no lo puedo leer. La palabra "Señor" estaba subrayada.

Bajé del altar y oí crujir a la lejanía el suelo, como si alguien estuviera por allí.

Nuevamente saqué mi pistola por si acaso. ¿Es que no puedo estar tranquilo ningún segundo?

No volvieron a sonar los crujidos de nuevo, así que me puse a investigar entre los asientos. En donde solo había algo de heno tirado por ahí y manchas de pisadas con lodo.

A la derecha del altar había un pasillo que parecía largo, con ventanas bloqueadas con tablones de madera... podrida.

Si es que alguien anduviese por ahí no tardaré en encontrarlo.

Entré al pasillo y pude ver con más claridad una puerta que estaba en el lateral, y las escaleras. Al fondo parecía haber otra sala, que supongo que será la habitación del párroco.

Avancé... hasta que pasé por fuera de la puerta y oí sollozos.

¿Hay alguien acá llorando?

Giré el picaporte y entré lentamente.

Era una habitación reducida y estaba totalmente oscura. Pero aún así seguía oyendo aquellos llantos.

Abrí aún más la puerta y la luz que se filtraba de entre las tablas de madera de las ventanas logró iluminar el rostro de un hombre agachado en una esquina.

Era muy viejo para ser él a quien estaba buscando. Estaba temblando y me imagino yo que será por el frío qué hay acá... no me quiero imaginar algo peor. Se veía muy mal, parecía un vagabundo y estaba flaquísimo.

—¿Es usted la persona a quien busco?

—What... are... you... talking... about? —contestó aquel hombre.

Avancé un poco para verlo mejor, pero se asustó y se cubrió el rostro. Los ojos le brillaban como si fueran luciérnagas en plena noche.

De pronto detrás de mí oigo el crujir de la madera siendo pisada.

Me quedé congelado... hasta que sentí el cañón de un arma en mi espalda.

ZELANDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora