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Ya era el momento en el que el hermoso cielo cambiará sus colores a unos cada vez más oscuros, las estrellas comienzan a despertar y la luna llena le da vida a la noche en Seúl, una noche peculiar para un simple joven.

Ya iba por la tercera taza de café cargado mientras deambulaba por la casa, el cabello azabache hecho un desastre, los suspiros pesados de cansancio y una mirada totalmente perdida. Las dudas crecían y crecían en su cabeza, dejándolo aún más perdido

¿Debería hacerlo? ¿Es lo correcto?
¿Funcionará?

Luego de tantas preguntas, dejó la taza en un mueble que tenía cerca y se dirigió al baño para lavarse la cara; el agua fría chocó contra su rostro pálido, causando que el azabache soltara un suspiro de alivio, poco a poco levantó su mirada logrando mirarse al espejo.

— Soy un desastre — fue el primer comentario que soltó — Vamos idiota, se que puedes hacerlo — dijo con firmeza aún mirándose al espejo.

Rápidamente tomó una toalla que se encontraba junto a él y limpio su rostro para luego salir del baño y dirigirse a la sala de estar, en donde todo comenzará.

Fue apagando las luces una por una, cerró suavemente las cortinas consiguiendo la oscuridad divina por toda la casa y dejó solo una ventana abierta para que la terrible brisa fría entrará.

Otro suspiro liberó con pereza

Después de eso, sacó de una caja vieja, unas grandes velas blancas para luego, colocarlas sobre la mesa de centro y al rededor de él. Sacó un miserable encendedor de su bolsillo y fue encendiendo con un poco de temor las grandes velas que iluminaban un poco el sector.

Cerró los ojos fuerte mente y acarició sus manos para calmarlo un poco.

De la misma vieja caja sacó un pedazo de hoja que tenía un peculiar símbolo hecho justamente en el centro, algo arrugada, vieja y ya casi rota, pero algo muy valioso.

La miró con extrañeza y la colocó en el centro de la mesa de centro.

Con solo mirar a su alrededor notó que esto sería una gran locura y que probablemente estaba paranoico y que las puertas de la vida estarían completamente cerradas para el, dejándolo en un abismo totalmente oscuro y con soledad absoluta.

Con un poco de furia desvió la mirada rápidamente y siguió con lo suyo, sacó nuevamente de su bolsillo, una caja nueva con varias hojas de afeitar de la mejor marca que pudo encontrar; con un poco de desesperación abrió la caja y sacó una hoja de afeitar. La miró dudosa por unos segundos, cerró los ojos...

Y dejó escapar un tercer suspiro.

Con rapidez comenzó a realizarse un tajo en la mano izquierda, la sangre no tardó en aparecer, cayendo en gotas sobre el viejo papel. Los sonidos de dolor que emitía Jaebum fueron convirtiéndose en ecos por toda la casa oscura y fría. Y para rematar las acciones, cerró fuertemente su mano dañada causando la caída de más sangre sobre el papel.

Los segundos pasaban y pasaban, pero nada ocurría.

Unas pequeñas lágrimas comenzaron a asomarse sobre los pequeños ojos del azabache, sentía que la pequeña luz de esperanza de volvé a ver a su amado novio se apagaba dolorosamente, la rabia y culpa lo consumía por completo, estaba totalmente destruido.

— Soy un idiota al creer que esta mierda iba a funcionar — dijo mientras limpiaba sus pequeñas lágrimas.

— Ten seguro que no fue así — contestó una voz que hizo saltar al pobre joven.

Rápidamente el aire arrasó con el fuego de las velas, estaba totalmente fría la casa y con la oscuridad viva. Jaebum con terror se acercó al interruptor y lo encendió con rapidez para ver quién era el que lo acompañaba en una noche tan fría y solitaria.

¿𝙌𝙪𝙚́ 𝙚𝙨 𝙡𝙤 𝙦𝙪𝙚 𝙙𝙚𝙨𝙚𝙖𝙨? [𝟐𝐣𝐚𝐞]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora