Luchando por un sueño

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Esta es mi historia. Me llamo Lucía. Estaba con mis amigas en la secundaria, hablando sobre cómo nos había ido en el examen. Parece que a todas les fue bien, así que decidimos planear una salida de celebración. Una de mis amigas preguntó a cada una de nosotras a quién dejaríamos ir. Todas dijeron que sí, excepto una. ¿Por qué dijo que no? Bueno, a ella no le gustaba salir para nada. Siempre era raro cuando lo hacía, generalmente porque sus padres la obligaban.

En el salón de clases, cuando los profesores decían que formáramos grupos, siempre había alguien que no quería incluirme. No entendía por qué no me querían en sus equipos. Era extraño cuando finalmente me incluían.

Soy una persona callada y tímida. No me gustan los riesgos ni meterme en problemas. Prefiero que las cosas salgan a la perfección. A veces, soy un poco cerrada. Pero tengo algo que quiero hacer, algo que no digo por vergüenza. A pesar de las burlas constantes, no me detengo. Lo que me entristece es que mi familia nunca está para escucharme. Apenas me prestan atención. Ellos saben lo que quiero lograr, pero no me apoyan. Afortunadamente, tengo una amiga que me respalda, a pesar de la distancia.

Estoy buscando opciones para tomar clases de música y mejorar mi voz. Sé que si logro entrar, podré destacar y convertirme en una cantante reconocida en el mundo. Decidí hablar con mis padres sobre mi deseo de entrar a una escuela de música y estudiar canto. Sin embargo, su respuesta fue lo peor que he escuchado:

— ¿Cómo vas a querer estudiar eso? Si no sabes cantar, no tienes vocación para lograrlo. Las mujeres aquí no lo logran. Vas a estudiar lo que nosotros queramos, no lo que tú decidas.

Me fui a mi cuarto, devastada. ¿Cómo pueden decirme eso? Deberían apoyarme y guiarme hacia el futuro que quiero. Pero no, prefieren imponer su voluntad. Nunca se les dice algo así a los hijos.

Llorando, le conté todo a mi mejor amiga, aunque ella está lejos. Su respuesta me animó:

-No les hagas caso. No importa lo que digan los demás. Tú vas a lograr eso y más. Les vas a callar la boca.

Feliz de escuchar esas palabras, decidí seguir luchando por mi sueño. Empecé a cantar, pero mis padres me callaron. Esta vez, decidí ignorarlos y seguir cantando. Mi madre desconectó la televisión y me castigaron. No me dejarían salir de casa, y si me escuchaban cantar, me mandarían a estudiar economía en otra ciudad y harían que todas las escuelas de canto me rechazaran.

Sé que debo hacerles caso si quiero ser una cantante reconocida a nivel mundial, pero también recuerdo las palabras de mi amiga.

Dada mi situación, decidí no contarles a mis padres que me inscribiría en clases de canto. Llené el formulario por mi cuenta, pero al llegar al lugar, me pidieron el permiso de mis padres para continuar. Así que ideé un plan para obtener su firma.

Cuando llegué a casa, les dije:

—Hola, ¿cómo están?

—Bien, ¿qué sucede?

—Necesito que firmen este papel para poder inscribirme en el gimnasio."

—Claro, adelante.

Mis padres firmaron el documento sin leerlo. Habían creído mi mentira de que quería ir al gimnasio, cuando en realidad era para las clases de canto. A veces, eran inteligentes, pero otras veces, un poco ingenuos al no tomar precauciones ni medidas de seguridad. Pero yo había pensado todo cuidadosamente.

Al día siguiente, entregué los documentos en la clase de canto. Me pidieron que cantara una canción, y los maestros quedaron impresionados. Decidieron que no necesitaba más clases y me pidieron que me fuera a casa. Pero yo no me detuve ahí.

En mi habitación, agarré una libreta y comencé a componer canciones. Sentía que tenía un ritmo único y especial. En ese momento, recibí una llamada de un número desconocido. Al contestar, me llevé una sorpresa inesperada.

—Buenas tardes, ¿hablo con la señorita Lucía?

—Sí, dígame.

—Tenemos una propuesta para ti. ¿Te gustaría aventurarte al mundo y dar a conocer tu voz?

—No lo sé, mis padres no me dejan.

—No te preocupes, ya hablamos con ellos.

—Está bien, acepto.

—Nos vemos en el estudio.

Estaba emocionada. Llevé mis canciones escritas al estudio, sin imaginar lo que vendría. Grabamos, produjimos un videoclip y subimos la canción a la plataforma de música. En cuestión de horas, tenía millones de reproducciones. Pasaron meses, y yo estaba conquistando el mundo. Giras, conciertos y un éxito arrollador. En un año, me convertí en la diosa de la música urbana y de banda. Mis padres me apoyaban, y todos aquellos que me criticaban se quedaron sin palabras. 

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