7. Universales de presa

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Los fragmentos del vidrio recién estallado cayeron cual proyectil, tan rápido como el hombre que saltó adentro

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Los fragmentos del vidrio recién estallado cayeron cual proyectil, tan rápido como el hombre que saltó adentro. Ni el mínimo ruido se escuchó en su descender. Antes de volar la cúpula en pedazos, el intruso había creado un campo insonoro a su alrededor. Con su exitoso hechizo, el aterrizaje no fue problema. Mucho antes de tocar suelo, detuvo todo a su alrededor, las esquirlas permanecieron suspendidas en el aire, y, con un movimiento de sus manos, regresaron a su lugar en lo alto de la cúpula, donde cada fragmento se unió a través de la magia que lo rearmó como pegamento. Al final no quedó rastro de que hubieran volado en pedazos con su arrolladora entrada.

Lo primero que lo recibió fue el símbolo donde cayeron sus pies. Alrededor de él se extendías líneas entrelazadas cuyos símbolos conocía muy bien, en especial el que convergía en medio del sello, el de la Orden de los Universales; era el mismo que portaba en su bastón negro.

El hombre alzó la mirada de su máscara negra de pájaro y anduvo por el casco ancestral del Templo. Observó cada busto de piedra, cada estatua, cada pintura. Lo observó todo. Solo se detuvo ante una en especial, ubicada justo en medio de los monumentos a Caballero y Reverendo Universal. De inmediato apoyó el bastón sobre sus manos y replicó la postura firme frente a él. La estatua lucía idéntica. Era su posición, era su vestimenta, era su cetro. Era él mismo: Doctor Universal.

Victoria mantuvo su mano sobre el pecho de James Jerom

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Victoria mantuvo su mano sobre el pecho de James Jerom. Soltó un respiro somnoliento, lento, a penas audible. Su ligero movimiento pasó desapercibido en el silencio mortal que imperaba en el cuarto. Solo fue quebrantado con la brutal entrada de un rayo verde que los despertó de golpe.

Los Universales se incorporaron de un salto. Su respiración fue pesada y acelerada, tanto como su sorpresa, pero más grande fue el asombro de Victoria al ver el escudo azul que se había alzado para protegerlos mientras dormían. De no estar ahí, se convencía que de seguro su destino hubiera sido igual o peor al de la pared por donde el rayo entró.

My God —musitó Madame, terminándose levantar—. No es que me queje, darling, pero incluso en una circunstancia como esta, no puedo evitar preguntarme por qué tiene un escudo alrededor de su cama.

—Mi enemiga mortal duró un tiempo prisionera de las mazmorras de este Templo, debía tomar precauciones —contestó, agitado. Se encontraba tan sorprendido como ella—. Ahora veo que no fue mala opción. Alguien acaba de intentar matarnos, y sea quien se haya atrevido a profanar este lugar, —Con un resplandor azul, ambos fueron vestidos con sus trajes de hechiceros—, la pagará.

Mago Universal: Encrucijada temporalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora