Mi Sonrisa Prevalece

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Abrí mis ojos lentamente y lo primero que vi fueron las paredes perfectamente blancas de mi alrededor, me senté perezosamente en mi cama, me duelen los huesos, tal vez sea que el efecto de las medicinas se esté acabando. Al poco tiempo de despertar entró Catherine a mi habitación para darme los buenos días, ella es muy agradable y amable conmigo, ella me ayudó a secarme el sudor y puso más medicina para el dolor en el suero que inyectan en mi brazo, Pablo no tardó mucho en llegar tampoco, siempre con su bata blanca y esa cosa rara alrededor del cuello. Él me recibió con una gran sonrisa y me hizo mis análisis matutinos, al terminar ellos me trajeron el desayuno, realmente no tengo hambre pero ya me han regañado varias veces por no comer, dicen que estoy muy delgada y que si quiero mejorarme debo comerme todo lo que me den, así que lo hice pero de mala gana. Una vez me terminé toda la comida tuve permitido salir a dar mi paseo matutino, felizmente caminé acompañada de mi soporte de suero por aquellos largos pasillos blancos saludando con entusiasmo a toda persona que me encontré hasta llegar a los jardines, mi lugar favorito de aquí.

¿Saben? Siempre he escuchado a escondidas las conversaciones de los adultos cuando hablan sobre mi estado, por alguna razón suelen decir que sienten pena que una niña de diez años esté sufriendo en este hospital, aunque es cierto que mi enfermedad duele mucho y los tratamientos no sean del todo agradables, eso no quiere decir que esté sufriendo en absoluto, el único momento en el que me siento mal es cuando ellos lo dicen de esa forma.

Mientras estaba sentada jugando con unas piedras en el jardín pude ver a lo lejos pasar por la entrada una familia que no había visto antes, entre ellos estaba un niño de tal vez unos doce años con una mirada triste ¿debería ir a saludar? ¡Oh, miren! Una mariposa se ha parado en la flor frente a mí.

Ya es hora que regrese a mi habitación creo que pronto será el tiempo de mi quimioterapia. Caminé un poco cansada por los pasillos pero a dos puertas de llegar a mi cuarto vi al mismo niño de antes sentado en una de las bancas, me acerqué a él con una enorme sonrisa y lo saludé pero únicamente me ignoró poniéndose la gorra de su sudadero, me enfadé por eso y le saqué la lengua pero parece que no le importó, mejor decidí ignorarlo también y entré a mi habitación.

Después de mi tratamiento era mi hora de almuerzo, sin embargo tampoco tengo hambre en este momento ¿qué debería hacer? No quiero comer pero si no lo hago Catherine se enojará conmigo de nuevo, además que ya no quiero estar en cama. Mientras que no había nadie me escapé y fui a los baños para esconderme como por media hora, cuando pensé que ya había pasado el tiempo suficiente salí de ahí, no obstante lo que vi fue a Catherine furiosa buscándome por todos lados, me entró miedo y decidí seguir huyendo. Hasta cierto punto me da mucha risa esta situación, cuando veo que ella va por una dirección yo voy por la contraria, la espío cuando puedo y me escondo cuando voltea, es gracioso y divertido pero no pasó mucho tiempo antes que volviera a cansarme, si no quiero que me encuentre debo esconderme en otro lugar, la habitación a dos puertas de la mía está vacía así que podría quedarme ahí. Caminé de puntillas hasta llegar, mirando para todos lados para asegurarme que nadie me viera entrar al lugar, allí me fui a una esquina y me senté en el piso riéndome por lo bajo cuando de pronto oí unas pisadas a mi lado, asustada volteé a ver pero de cierta forma me calmé al ver que se trataba del mismo niño que me ignoró, ya no lleva aquella ropa casual de antes sino que la misma bata de paciente que yo, como es normal me preguntó qué hacía, le expliqué mi situación y le pedí que no dijera nada, él parecía irritado pero aceptó. En ese momento pudimos finalmente hablar y presentarnos, me dijo que se llamaba Math y que a partir de hoy se había vuelto paciente de este hospital para tratar su leucemia, aunque lo contó lamentándose, tenía una mentalidad muy negativa acerca de su enfermedad y eso me entristeció un poco. Yo también le conté sobre mí, sobre mi enfermedad y que llevaba ya un mes internada aquí, también le conté sobre mis padres y mi perrito Toby que me espera en casa. Continuamos hablando por un buen rato, fue divertido e interesante conversar con él, sin embargo en ningún momento sonrió, todo el tiempo se mantuvo con su mirada triste mientras que yo intentaba con todas mis fuerzas contagiarle mi sonrisa pero fue en vano.

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