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Harry y sus preguntas

Harry vio una luz cegadora, sentía el cuerpo pesado. El rostro sonriente de Albus Dumbledore se agitaba ante él.

—Buenas tardes, Harry —dijo Dumbledore.

Harry lo miró asombrado. Entonces recordó.

—¡Señor! ¡La Piedra! ¡Era Quirrell! ¡Él tiene la Piedra! Señor, rápido...

—Cálmate, qúerido muchacho, estás un poco atrasado —dijo Dumbledore—. Quirrell no tiene la Piedra.

—¿Entonces quién la tiene? —dijo y volvió a exaltarse—. Señor, Lia, la envenenó con Mercurio en su botella de agua...

—Harry, por favor, cálmate, o la señora Pomfrey me echará de aquí.

Harry tragó y miró alrededor. Se dio cuenta de que debía de estar en la enfermería. Estaba acostado en una cama, con sábanas blancas de hilo, y cerca había una mesa, con una enorme cantidad de paquetes, que parecían la mitad de la tienda de golosinas. En la cama de a lado estaba Lia, dormida, se alegró de verla con más color, pues la ultima vez que casi iba con los labios morados.

—La señorita Stark fue transferida hace dos días —dijo Dumbledore—. El tratamiento que ha estado recibiendo es... muy lento, pero parece funcionar para lo que dices, el mercurio. La información que me has proporcionado ahora, estoy seguro que hará más pronta su recuperación, ahora entiendo porque era tan difícil de detectar y por qué el bezoar no había resultado.

—¿Dos días? —preguntó Harry—. ¿Cuánto tiempo llevo aquí?

—Tres días. El señor Weasley y la señorita Granger estarán muy aliviados al saber que has recuperado el conocimiento. Han estado sumamente preocupados, ya los han visitado a ti y la señorita Stark.

—Pero señor, la Piedra...

—Veo que no quieres que te distraiga. Muy bien, la Piedra. El profesor Quirrell no te la pudo quitar. Yo llegué a tiempo para evitarlo, aunque debo decir que lo estabas haciendo muy bien. Llegué justo a tiempo para quitarte a Quirrell de encima...

—Fue usted.

—Tuve miedo de haber llegado demasiado tarde. En lo que se refiere a la Piedra, fue destruida.

—¿Destruida? —dijo Harry sin entender—. Pero su amigo... Nicolás Flamel...

—¡Oh, sabes lo de Nicolás! —dijo contento Dumbledore—. Hiciste bien los deberes, ¿no es cierto? Bien, Nicolás y yo tuvimos una pequeña charla y estuvimos de acuerdo en que era lo mejor.

—Pero eso significa que él y su mujer van a morir, ¿no?

—Tienen suficiente Elixir guardado para poner sus asuntos en orden y luego, sí, van a morir.

Dumbledore sonrió ante la expresión de desconcierto que se veía en el rostro de Harry.

—Para alguien tan joven como tú, estoy seguro de que parecerá increíble, pero para Nicolás y Perenela será realmente como irse a la cama, después de un día muy, muy largo. Después de todo, para una mente bien organizada, la muerte no es más que la siguiente gran aventura. Sabes, la Piedra no era realmente algo tan maravilloso. ¡Todo el dinero y la vida que uno pueda desear! Las dos cosas que la mayor parte de los seres humanos elegirían... El problema es que los humanos tienen el don de elegir precisamente las cosas que son peores para ellos.

Harry yacía allí, sin saber qué decir, miró a Lia que comenzaba a moverse. Dumbledore canturreó durante un minuto y después sonrió hacia el techo.

𝕷𝖆 𝖑𝖊𝖔𝖓𝖆 𝖈𝖔𝖇𝖆𝖗𝖉𝖊 | HARRY  POTTER ½ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora