Capítulo 3: Rocas Falsas

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R O C A S   F A L S A S


—Lo haré. —Dijo la joven con una determinación nunca antes vista para la sorpresa de sus tíos mirándola atónitos.

—¿Estás segura, cariño? ¿No nos odias por esto? — Preguntó su tío tomando una de sus pequeñas manos.

—No. Tengo sabido que los padres de hoy arregláis matrimonios sin consultar a sus hijos. Sin embargo vosotros a pesar de saber que no hay otra escapatoria lo habéis puesto en mis manos también, y yo haré lo posible porque no os pase nada. —Sonrió apretando las diferente manos que tomaban cada una de las suyas. —Supongo que quien ha venido a visitarnos es mi prometido. —Asumió sin ningún problema.

Sus tíos le abrazaron. No dando una respuesta concreta, pero Marie lo supuso por sus rostros llenos de angustia.

Era hora de dejar las tasas de té, era hora de dejar de soñar y pisar la realidad.






Minutos después, Marinette ya un poco más arreglada bajó las escaleras para reunirse con su futuro marido y sus tíos que le esperaban abajo. Al asomarse su cuerpo a la vista de los demás, todos giraron a verla.

Su tía orgullosa de la belleza que había cuidado con tanto esmero le vio descender y recordó todo De aquella niña que no hablaba nada, que solo lloraba el nombre de sus padres, que le había tenido que mostrar que no era la villana para que confiara en ella. Aún recordaba las clases que tenía que darle para que encajara en la sociedad a pesar de ninguna de las dos estar de acuerdo, aún podía verla llorando en su regazo junto a la chimenea. Cuando de pequeña escapaba de sus brazos corriendo para no usar los vestidos. Aún rememoraba sus días acurrucando su pequeño cuerpo. Ella siempre sería la niña que no podía tener por ser estéril. Al contrario de lo que muchos pensaban, ella no odiaba a su sobrina, le amaba a su manera, pues ella no quería que fuera menospreciada por los demás como lo había sido ella de joven.

Por otro lado, su tío melancólico no vio a una joven bajar, sino a una niña de tres años con las lágrimas en sus mejillas, bajando de una carroza bordó tirada por caballos negros. Una niña de hermosos ojos grandes de un color azul cielo, una niña que aún lloraba la pérdida de sus padres y que se uniría a ellos para ser cuidada. Y aunque al principio creyó que ella solo viviría con él y su esposa, ahora lograba ver que se había convertido en la luz de sus ojos y el más bello de los tesoros que un padre podría tener.

La niña que estaban por perder en manos de un desconocido.

El joven, sin embargo, muy ajeno a los pensamientos de la pareja a su lado, miró a la joven descender lento pero seguro. Podía ver en sus pasos la elegancia y el poder que contenía en sus ojos. Lo deslumbró la belleza que podría poseer con una alhaja en su dedo. Había descubierto que no podría pasar la oportunidad de posar sus manos en aquel cuerpo inocente y tomar todo en cuanto estuviera a su alcance. ¿Quién dejaría pasar una oportunidad como ésa? Estaba consiente de que nadie. En sus pensamientos ya podía verse presumiendo de su esposa delante de todos, ella callada, sumisa, solo halagando tener un marido como él delante de otros hombres y mujeres que desearían lo que él y a él. Sí, le gustaba como se verían juntos.

Avanzó a paso seguro en cuanto ella tocó las baldosas de la planta inferior. Inclinó su cuerpo y besó su mano en una actitud empalagosa. —Mi musa, bellísima flor del desierto, mi nombre: Natalicio Bonnet

Marie solo forsó una sonrisa que para el pelirrojo fue natural y elegante. —Es un placer, Marie Gautier. 

Lejos de lo que tenían planeado sus tíos para ésa tarde. Natalicio pidió privacidad aunque no fuese bien visto.

—Me encantaría conocer a mi futura esposa...a solas para tener más...intimidad.

Sabiendo que habían perdido toda autoridad aún estando en su casa, ambos se alejaron.

Marie se puso nerviosa, sin embargo intentó ocultarlo con su máscara superior, con voluntad de hierro, armadura de altivez y mueca seductora confiada. —Veo que le gusta la privacidad. —Intentó romper el hielo, sin embargo calló en cuanto recordó que era de mala educación comenzar una conversación sin la autorización de un hombre.

Al muchacho no le gustó que tomaran la delantera, mas lo dejó pasar.—Cuando se trata de mi futura mujer, por su que querré privacidad. ¿Acaso no le gusta estar a solas conmigo?

Ambos se sentaron a una distancia prudente en el sismo sofá.— Sí, me gusta.— Mintió.

Natalicio se acercó más a ella posando su brazo en el respaldar detrás de la joven, casi abrazándola.— Entonces no le incomodará que le explique cómo será su vida a mi lado.

—No, claro que no. —Volvió a mentir, a ella no le interesaba saber cómo sería su desgraciada vida. Ya se imaginaba siendo sometida por él, humillando su cuerpo, callando sus palabras. Dudaba mucho de enamorarse de un hombre tan orgulloso y altivo como él, de lejos podría ver que él no fingía, él era así.

Natalicio sonrió socarrón posando una mano en la rodilla cubierta por el vestido de la joven. — Está claro que será mi mujer. No tiene otra opción para salvar a sus tíos y su estatus social, sería una desgracia tener que verla humillarse entre la servidumbre.

— No.—Admitió acultando su incomodidad al sentir la mano del pelirrojo ascender muy lentamente por su pierna.

—Entonces déjeme anticipar que tendrá una vida de reina...lujos de una princesa...el placer de una concubina —a Marie no le gustó que la degradara con aquellas mujeres que solo eran usadas para el placer. Mucho menos como él lentamente se acercaba con su mano a lugares peligrosos.— A cambio de unas cuantas condiciones: No podrá hablar mal de mí, estará dispuesta a atender mis necesidades cuando yo lo quiera y necesite, siempre estará a mi lado frente a la sociedad. — El joven con su mano llegó al pecho de la muchacha.— Y yo...

Frenó en cuanto ella le dio un manotazo alejándose.—No puede tocarme así.

Sin embrago no vio venir que Natalicio se levantara de golpe y la tomara por el cabello furioso, acercando su boca al oído queriendo hablarle firme.—Tu no vas a decirme qué hacer. Vas a ser mi mujer y harás lo que yo mande. No olvides que la vida de tus tíos está en mis manos y si no quieres que nada les pase deberás someterte a mí, ramera.— Y la tiró en el lugar donde descansaban antes.

Marinette tenía sus ojos empañados, pero le sostuvo la mirada.

—Tus tíos están por bajar. Quita ésa cara sino quieres que te la rompa. —Amenazó apretando un puño frente a su rostro.

Marie tragó sus insultos no bajando ni una vez sus ojos del monstruo que humillaba a las mujeres. —Eres un animal, solo sabes defenderte a golpes. Y humillas a gente para sentirte superior cuando no lo eres- el pelirrojo no controlando ése vocabulario y la voz alzada contra el cortó las palabras con un golpe a mano abierta sobre el rostro de Marie. Logrando girarle el rostro y que unas lágrimas volaran.

—Quiero que me respetes y que nunca vuelvas a alzar la voz delante de un hombre o te volaré los dientes la próxima vez.

Marie estaba dispuesta a salir corriendo al bosque cerca de su casa, sin embargo, recibieron otras visitas inesperadas.

Cualquiera que fuese la visita, Marie internamente agradeció al cielo por interrumpir el nefasto encuentro con su futuro marido.

El pelirrojo dirigió su mirada amenazante una última vez a la joven, además le apuntó con un dedo.— Te salvaste esta vez, pero a la próxima no habrá nada ni nadie que se me interponga para disciplinarte. Obviamente es lo que te hace falta. —
Natalicio en pié, agregó.— Descuida, aprenderás a amarme.





















Saludos desde mi cama, debajo de las sábanas y acolchados, toda abrigada.

Jejejeje <3

1800 EL IMPERIO DE NUESTRO AMOR ||ADRINETTE||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora