Capítulo 6: Desnudo

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D E S N U D O
E L
C O R A Z O N




A D R I A N

Al cabo de unos minutos logré convencer a la dama de que la ayudaría sin importar las consecuencias y ya me había informado sobre todo el asunto. Mas yo ya sabía lo que debía hacer.


Natalicio y su padre, el general, eran la mano derecha del emperador. Jamás podría yo sólo contra ellos. Bastaba con que diesen una simple orden y tendría a toda la caballería armada en el parque de mi hogar. Eran hombres muy orgullosos, no les bastaría con decir que estaba en contra de sus deseos al estar demasiado cerca de su prometida, seguramente también agregaría cosas como que yo iba en contra del emperador, que desafiaba sus órdenes y un montón de mentiras que me llevarían a la guillotina.

—Señorita Gautier. No piense más en sus problemas. Deje sus conflictos en mis manos. Prometo dar lo mejor de mí para sacarla a usted y a su familia de todo esto.— Sus ojos brillantes se clavaron en los míos en una súplica muda, casi diciéndome: ¿De verdad podrás? Por ello agregué. —Lo prometo.

Se quedó en silencio unos momento. Desviando sus ojos al río. Creí que estaba avergonzada por algo, quizá algo que dije. O tal vez se dio cuenta de mi disimulada mirada en su cuerpo. No lo sabía. Mas mis dudas fueron resueltas cuando sentí sus labios posarse cerca de los míos. Dejando un beso que puso mi mente en blanco.


—Gracias por lo que está haciendo por mí y mi familia. No sé cómo agradecer todo esto.

¿Tal vez casándote conmigo y ser parte de mi vida hasta el final de mis días? No sé, Piénsalo.

—No debes hacer nada. Solo dejar que te ayude en lo que pueda. — Miré uno sus brazos. Habían rastros de sangre mezclados con tierra. Sus otras heridas estaban igual, si no las limpiaba podrían infectarse. —Deberías lavar las heridas. Ven, vamos al río.— Tomé su mano y la guié hasta el agua, en solo unos diez pasos ya estábamos ahí. Me sorprendió y maravilló, más de lo que debería estar permitido, que me dejara sostener su mano.

Quitó sus zapatos y mi chaqueta antes de entrar al agua, su vestido cada vez se mojaba más a medida que se  adentraba en el río, hasta que se detuvo una vez que el agua llegó a su cintura.

Yo hice lo mismo,quité mis zapatos y la seguí. Sentí el agua fría en pies y no me importó, quería llegar hasta ella, tenerla cerca. No me había dado cuenta, pero todo en mí gritaba que no la dejara ir. Y aunque todo lo que hiciera a partir de ahora estuviera mal y en contra de mis enseñanzas, no permitiría que esa mujer se  atara a un destino lleno de torturas. Qué más daba si la gente me miraba mal por querer a una mujer ya comprometida.

Cuando la alcancé, pude percibir su estremecimiento al mi pecho chocar con su espalda. Probablemente no se esperó que la siguiera aguas adentro.

Metí mi mano en el agua y la llevé después a su brazo. Limpiándola.

—¿Me permite? — Pregunté. Aunque la verdadera pregunta que quería hacerla era: ¿Me permite entrar en su corazón?

Vi que movió su cabeza lentamente hacia abajo, aceptando. Yo lo tomé como una bienvenida a recorrer las heridas de su cuerpo con mis manos. Por supuesto que no dudé en hacerlo, incluso me tomé mi tiempo para que fuese lo más lento y suave. Deseando que el tacto de su piel y el olor a flores que desprendía quedara grabado en mi memoria por el resto de mi vida.

De un momento a otro. Mi momento de adoración fue interrumpido por ella cuando apoyó su nuca en mi hombro. Marie no era igual de alta que yo, pero supuse que había encontrado una piedra grande a la que subirse, o tal vez era que yo estaba muy concentrado inclinado adelante, acariciando sus piernas. Evidentemente yo sabía que esas zonas no habían sido muy dañadas. Pero en mi mente la escusa fue: mejor asegurarnos de que nada esté roto, no?

Mis ojos fueron a parar en su cuello expuesto, tentador. Luego a su rostro, sus expresiones me dejaron ver que lo estaba disfrutando. Sus ojos cerrados me decían que no parara. Y no lo hice, sino que para aumentar su goce, recorrí con mi labios su cuello. Incluso me tomé el atrevimiento de de degustarlo con mi lengua, morderlo con mis dientes, y succionarlo con mis labios.

Y ella dejó escapar pequeños gemidos que me hicieron delirar.

Para cuando me di cuenta, ya la había girado. Ahora estaba frente a mí. Mirándome como nunca nadie lo había hecho. Y yo ya estaba demasiado perdido en sus ojos y labios como para detenerme a pensar en lo que hacía.

Pegué su cuerpo al mío siendo un poco brusco, aunque eso pareció gustarle, pasé una mano para sujetar su cintura y la otra descanso en su nuca. Mis ojos verdes se aferraron una última vez antes de lo inevitable, buscando la última y más importante respuesta.

Mis labios se movieron solos:

—Déjame amarte. Desnuda tu alma para mí. —Supliqué.

Sus zafiros adquirieron un color incluso más fuerte y brillante.

—Mi alma y corazón fueron entregados a ti en nuestro primer baile. —Confesó.

Para ese entonces ya la había atraído a mis labios con una desesperación y anhelo, porque sentía que si me tardaba más tal vez se desvanecería entre mis labios o quizá despertaría del mejor de mis sueños.

Lo siguiente que pasó no lo tuve claro, porque todo parecía en extremo hermoso y alucinante que me tenía extasiado en las nubes, cerca del sol.

Solo supe que su vestido ya no estaba, que mis manos y labios se habían perdido en su cuerpo, y que no sabía dónde terminaba ella o empezaba yo. Solo supe que éramos uno...y que yo estaba perdido.

Perdido en ella, y eso me tenía encantado.



















Holaaa! ¿Saben? Quiero un chico así de intenso y dispuesto a darlo todo como mi Adrien ficticio jajajajaj ¿Ustedes no?

1800 EL IMPERIO DE NUESTRO AMOR ||ADRINETTE||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora