10

951 117 11
                                    


Naruto's POV

Con velocidad, me escabullo entre el público. Exhalo con fuerza, las piernas me tiemblan y siento el cosquilleo que siempre me queda en las puntas de los dedos tras tocar en público. Estoy eufórico. ¿Alguna vez había disfrutado tanto de un concierto? No, jamás. Ni cuando acabó el primero, que vomité nada más bajar del escenario.

En cierto modo, esos nervios de la primera vez siguen ahí, revolviéndome el estómago como un puñetazo. Pero la sensación de adrenalina es mayor. Mucho mayor.

Con brusquedad, abro la puerta del baño; asustando a la pareja que se está enrollando en uno de los cubículos. En cualquier otro momento se me habrían subido los colores, pero ahora mismo necesito lavarme la cara con urgencia.

Al mirarme al espejo, veo a la perfección cómo el sudor cae por mi frente. Estoy hecho un auténtico desastre. Con la ropa pegada a la piel y el pelo revuelto y húmedo. Sin cuidado, dejo caer la mochila sobre la encimera, abriendo el grifo de un golpe seco. Miro el agua durante unos segundos, hasta que el pivote vuelve a su posición original y el flujo para.

Exhausto, apoyo las manos a cada lado del lavabo y llevo la barbilla hacia el pecho. Con los ojos cerrados, intento bajar mi ritmo cardíaco. El pulso desbocado consigue que me palpite la cabeza. Noto cada contracción y golpe como el martilleo de un pájaro carpintero.

¿Qué demonios me pasa? ¿Estoy ansioso? ¿Nervioso? ¿A punto de desmayarme?

Escucho de fondo los susurros intranquilos de la pareja escondida tras las cuatro paredes pintarrajeadas con cientos de arrobas de twitter e instagram, palabras obscenas y números de teléfono, estos últimos más borrosos y corroídos por el paso del tiempo. Una mezcla extraña, obtenida del mix entre hombres y mujeres usando el mismo baño.

Al levantar la cabeza, me fijo en la silueta de labios en la esquina superior izquierda del espejo. Bien definida y aún brillante, una marca roja e incandescente, indicio de una muy seguramente noche de borrachera.

Y en este momento, casi a la una de la madrugada de un viernes, me paro a pensar en la razón por la que empecé a tocar. Como tal, nunca me atrajo demasiado la idea de la música. Mucho menos el solfeo. Sí, me gustaba, como a todos supongo. Con mis preferencias y las canciones que no quería escuchar ni a las tantas de la madrugada en una noche de insomnio, aún con todo aquel tiempo a oscuras por delante.

Pero de alguna forma, terminé por apuntarme a las clases de guitarra gratuitas que daba el ayuntamiento. Tenía doce años y ningún objetivo en la vida. Tampoco tenía amigos con los que hablar ni salir a jugar. En el orfanato no es que fuese demasiado popular que digamos.

Y puede que fuese por eso, ¿por la popularidad? Cuando conocí a los chicos, lo cierto es que todos teníamos en mente llegar lejos, aunque no precisamente en el mundo de la música. En sí todos teníamos -y tenemos- gustos muy diferentes. Kiba va a heredar la empresa de adiestramiento canino familiar, Choji el restaurante especializado en barbacoa y Sai, el último al que conocimos y el que nos dio el empujón para crear Kyubi, quiere ser un pintor famoso.

Quizá el que más se separa del marco es Shikamaru, que quiere estudiar estadística para después entrar al ejército. Algo muy parecido a lo que quiere hacer Sakura. Pensando en ello... todos tienen un plan de futuro menos yo. Porque sinceramente, lo único que me atrae e interesa es la música. Puede que incluso sea la excepción a la regla de mi continuo desastre escolar.

Y empecé por... ¿ser popular? Es realmente triste. Que la única conexión con mi pasión sea encajar, hace que me sienta muy sucio.

Resignado, dejo salir un pesado suspiro. Soy patético.

El chasquido del pestillo al abrirse rompe mi monólogo interno. Del cubículo más alejado a la pila, sale una pareja, a la que se le tiñe de rojo las mejillas al verme. Tal parecía que pensaban que ya me había ido.

Tienen un aspecto incluso peor que el mío. Totalmente sudados, con el pelo tan revuelto que parece que han metido los dedos en el enchufe. Llevan la ropa arrugada y ambos tienen los labios rojos, incluso más allá del perfilado.

Con rapidez ambos adolescentes se acomodan el cabello y se alisan la camiseta. Tendrán unos dieciséis años, no más. Puede que incluso se hayan escapado de casa o mentido a sus padres para venir hasta aquí. A fin de cuentas, este lugar tiene una fama bastante regulera. Ni siquiera sé cómo los han dejado entrar.

- ¡Ah! - Exclama la chica-. ¿Tú no eres el vocalista del grupo que acaba de tocar?

- ¡Es verdad! - Afirma el otro, acercándose a mí a paso rápido-. Tío, sois la hostia. ¡Hacía meses que no escuchaba algo tan bueno! ¡Y eso que vengo aquí casi todos los viernes!

Por un instante, veo a la fémina dedicarle a su pareja una mirada cargada de reproche y enfado. Por otra parte, el chico tiene escrito en la cara "Mierda, la he cagado".

- Aún así - se apresura a decir él-. La cover acústica de Hysteria ha sido una pasada.

- Gracias - respondo, intentando sonreír. Estoy demasiado cansado para esto. Además el gesto enfurruñado de la morena me indica que en breve va a saltar al cuello de su acompañante.

- ¿Dónde conseguiste esa guitarra? ¡Es preciosa tío! - continúa-. Pero parece muy vieja, ¿es algún tipo de herencia?

¿La guitarra? Fue un regalo de navidad de hace muchos años. Pero como en el orfanato iban justos de dinero, no quedó otra más que comprar una de segunda mano. Y aún así pusieron muchas pegas, porque ni así era algo asequible. Así que ____ y yo tuvimos que juntar nuestros regalos para conseguirla. ____ y yo... ¡____ y yo!

- Lo siento chicos, tengo prisa - digo, cortando en seco al adolescente.

Sin esperar respuesta me giro y quito la camiseta, dejando un intenso sonrojo en el rostro de la chica.

Abro el grifo y me lavo a toda velocidad, echándome el pelo hacia atrás con el agua. Ni siquiera me seco del todo antes de ponerme la ropa limpia y salir corriendo del aseo. ¿Cómo pude olvidar algo así? Soy realmente patético.

Reborn (Naruto, Sasuke y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora