Habían pasado dos días desde que adoptaron a Queen. Esa noche, cuando le dijeron el nombre a Marina, asintió fervientemente, contenta con la elección.
Queen se había adaptado de maravilla a su nueva casa. El único problema era que le gustaba escaparse. Lo hizo el primer día a las dos horas de llegar. Marina había salido al jardín un rato cuando llegaron y dejó la puerta entreabierta. En un descuido, la gata salió corriendo y se escapó por los barrotes de la verja. Una muy asustada Marina, que no llegó a cogerla a tiempo, entró corriendo como si la persiguiera el diablo y se dirigió escaleras arriba dando gritos.
– ¡QUEEN! ¡QUEEN! – Alba y Natalia se asustaron al verla llegar ofuscada por una situación que desconocían.
– Tranquila, Mini. Dinos que ha pasado.
Alba trataba de mantener la calma, pero el simple pensamiento de que le hubiera pasado algo a Queen la tenía de los nervios. Sin embargo, era consciente de que alterándose no iba a lograr nada, por lo que haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad se mantuvo serena.
– QUE SE HA ESCAPADO.
– ¿QUÉ? – hasta aquí había llegado esa calma.
Natalia, que todavía no había dicho nada, cogió un par de chaquetas del perchero que tenían tras la puerta, le tendió una Alba y mientras se ponía la suya, comenzó a bajar las escaleras.
– Vamos a buscarla. A lo mejor no ha ido muy lejos.
Las dos hermanas asintieron y bajaron detrás de ella. Se dividieron de forma que Marina fue por un lado y la pareja por otro. Al cabo de veinte minutos Alba divisó al felino subido en una de las ramas bajas de un árbol. Por supuesto, fuera de su alcance. Pero no del de Natalia.
Mientras la más alta se acercaba con cuidado al árbol para no asustar a Queen y poder cogerla, Alba llamó a su hermana para decirle que volviera a casa.
– Eres tú demasiado traviesa.
Alba increpó a la gata en cuanto la morena se le acercó con ella en brazos. La respuesta de Queen fue un maullido. No, no la había entendido. Y al revés, tampoco. Pero Alba no se iba a quedar sin regañarla. Faltaría más.
– No te entiende, Albi – le recordó Natalia por si no se había dado cuenta ella sola.
– Me da igual. Es mi hija y cuando se porta mal, hay que corregirla – dijo con mucha dignidad.
– Vale, o sea que tú eres el poli malo.
Alba se paró en seco haciendo que la morena también frenara y clavó la vista en ella frunciendo el ceño. Si las miradas mataran, Natalia habría caído fulminada al suelo en cuestión de un segundo.
– No me hagas demostrártelo – la amenazó.
– Ladras mucho pero luego eres un cachorrito inofensivo.
– Natalia, te la estás jugando.
– ¿Qué me estoy jugando?
– Tu integridad física. Vas a dormir en el sofá. Y como sigas, en la calle.
Natalia decidió cortar el vacile ahí. Ambas sabían que los comentarios de la otra eran un pique en absoluto malintencionado. Y también sabían hasta qué punto llevarlo. Se tenían pillada la medida y estiraban la cuerda de su particular tira y afloja a su antojo hasta llevarla casi al límite, siempre dejando un margen de maniobra que les permitiera recular los días en que las ganas de bromas flaqueaban.
Llegaron hasta la puerta de la casa, donde Marina ya las estaba esperando e, igual que hizo Alba, regañó a la gata.
Después de aquel susto, ya no dejaron abiertas ni puertas ni ventanas cuando Queen merodeaba por la habitación.
ESTÁS LEYENDO
Diario de Caravana
FanfictionUna caravana y un diario. Un viaje especial. Una promesa que cumplir.