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Capítulo 2

-Supongo que una historia como la que ellos tuvieron no es fácil de olvidar.- Susurro a Sardinilla desesperanzada antes de suspirar.

Como si el sonido de mis lamentos llegara a él por el viento, el brujo se voltea hacia mí y me saluda con el brazo y una sonrisa.  La camisa se le pega al torso por el sudor, marcando todos sus valles y colinas, y el medallón de lobo brilla con el sol.   Cuando noto mis extremidades temblar entro de nuevo en la cabaña. Ni siquiera el vaso de agua fresca que bebo con premura logra paliar el calor sofocante que noto.

-Tienes que dejar de darle golosinas a Sardinilla o terminará rodando por las colinas.- Bromea Geralt. Río quedamente mientras el aire helado de la ventana del fregadero calma el ardor de mis mejillas. Escucho sus pasos firmes acercándose.- Ciri, te encuentras bien?- Me toca la frente y las mejillas.- Mierda, estás febril! – Me aparto de su toque con rapidez cuando siento impulsos de lanzarme a su boca.

-He estado demasiado cerca de la lumbre al hacer la comida, es todo.- Miento.

-Hmm…- murmura. Me coge por los hombros y me sienta, temeroso de que me desmaye en cualquier momento, antes de abrir todas las ventanas y la puerta.- El muchacho de los Yeserverg ha vuelto a rondar por aquí.- Comenta molesto.- Me temo que hasta que se declare no va a cesar en su empeño.- Trago saliva mientras intento entender por qué se molesta.

-No entiendo por qué insiste, no he mostrado el más mínimo interés.- Se inclina sobre la mesa para acercarse aún más, mirándome directamente a los ojos, como si quisiera leer lo que se esconde tras de ellos.

-Tienes 20 años y nunca has permitido ningún cortejo. Eres bella, inteligente, te manejas con la espada y no hablemos de que eres la leoncilla de Cintra; no me negarás que es algo que atrae la atención.

-Siempre tan pragmático. – Respondo, desviando la conversación. Sonríe un poco, pero la maniobra no funciona.

-Reconozco que me tienes descolocado y muy intrigado, porque no he conseguido cazarte nunca con él.- Frunzo el ceño, contrariada.- Quién es él?

-Quién es quién?

-El muchacho del que estás enamorada. Y no te atrevas a negármelo. No sólo porque le eres tan fiel (no sé si a él, a tus sentimientos o a ambos) que ni siquiera aceptas cortejos por diversión como las demás damas que he conocido; también porque se te nota, Ciri. Puede verse en tus ojos, en tus mejillas, en tu rostro desde hace meses. Quién es él y por qué es secreto? Por qué es tan poco hombre para andarse escondiendo?- Me encuentro altamente sorprendida, no sólo por sus conjeturas, sino porque hacía tiempo que no decía tantas frases seguidas.

-Es… una situación complicada. De todas formas él no lo sabe. Y no quiero hablar más de ello, no necesito un hombre.- Azorada, me levanto rápidamente de la mesa. Escucho uno de sus famosos Hmmm… Mierda antes de que me pare cogiéndome el brazo.

-Ciri….-avisa perdiendo la paciencia. Contra las cuerdas y tras tantos años de esconderme, pierdo los estribos.

-Muy bien, te diré quién es.- Y antes de que él pueda contestar o yo arrepentirme, cojo su rostro entre mis manos y lo beso.

Creo que ningún brujo se ha quedado nunca de piedra, pero así he dejado al Gran Geralt de Rivia, 300 años matando a los monstruos más terroríficos y peligrosos, congelado por un beso de una muchacha de 20 años.

Apuro lo posible el beso, intentando que quede tatuado el sabor de sus labios en los míos, el calor, la suavidad; pues sé que será un recuerdo que tendré que atesorar en mi memoria y que nunca podrá volver a ocurrir. Ni siquiera sé si los lazos del destino que nos unen podrán salvar esta traición a su confianza y a la relación que teníamos. Saboreo los últimos segundos en su labio inferior antes de que me rechace, pues sé que no lo podría soportar.

Temblorosa y con lágrimas sin derramar en los ojos, me aparto y lo miro. La confusión pura llena su rostro, y sus pupilas están tan dilatadas que casi han engullido el dorado. Escapo antes de enfrentarme a una conversación o, peor aún, al asco en su rostro. Al fin y al cabo, soy su Niña de la Sorpresa.