Capítulo 4

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-No estoy arrepentido. Y no te estoy rechanzando.- Responde firme ante mis pensamientos no pronunciados.- Todo ha sido muy repentino y no puedo tomarte aquí, contra un árbol y sin dejarte ni pensar si realmente quieres esto.- Fijo mis ojos en los suyos y admito tajante.

-Desde hace años sueño cada noche con tenerte dentro de mí. No voy a permitir que decidas por mí si quiero esto o no.- Deja de respirar por un segundo y me besa de nuevo hambriento. Mas vuelve a controlarse.

-Yo… No puedo tomarte así…Yo…- es la primera vez, de nuevo, que lo veo tartamudear. No pestañea ante la proximidad de la muerte, mas esto roba sus palabras. Coge aire y me mira serio.- Por mi tamaño… no todas las mujeres pueden acogerme. Tengo que prepararte bien y aún así, temo hacerte daño.- Me mira preocupado.- Te ofrezco la posibilidad de que tu primera vez sea con alguien… normal.- Y aprieta los labios enfadado, como si le costase pronunciar estas palabras. Esta vez soy yo la que lo enfrenta, cogiéndole la barbilla y obligándole a mirarme.

-Geralt de Rivia, tú no me das ninguna posibilidad. De haber querido que otro me desvirgara lo habría hecho hace tiempo, no necesito tu permiso. No quiero ningún imbécil pichacorta que sólo busque una vasija donde dejar su leche que le otorgue 5 minutos de placer y que ni siquiera se preocupe por mí. Tú, con cada palabra, me demuestras que eres el ideal. No hay normales y tú. Eres tú a quien quiero, a quien deseo. Deseo que me tomes esta noche, y todas las que vengan, y todos los días hasta el fin de nuestros días.- De nuevo, lo he dejado sin palabras. Solo me mira a los ojos y me acaricia los labios, hinchados por los besos anteriores.- Admito que me parece buena idea hacerlo en un sitio más cómodo, y más allá del fragor de la batalla, por así decirlo.- Lo acerco a mi rostro, cogiendo sus mechones a la altura de su nuca.- Te deseo. Si tú me deseas también, llévame ahora a la cama. Y si no lo haces, déjalo claro.- Susurro contra sus labios. Muerde y chupa mi labio inferior antes de llevarme a la cabaña de la mano.



Llena la tina de agua caliente y me desnuda poco a poco, dejando besos por todo mi cuerpo y por cada centímetro desnudo que deja el vestido. Yo tampoco dejo que se desvista solo, y lo imito mientras me maravillo de tener al alcance lo que soñaba y veía desde lejos. Trago saliva fuerte cuando lo despojo de sus pantalones y veo su entrepierna erguida, entendiendo lo que me decía antes.

-Mierda, como va a caber eso dentro de mí?- susurro sin querer. Él suspira y luego ríe.

Toma mi mano para ayudarme a meterme en el agua caliente, él se tumba detrás y apoya mi cuerpo sobre el suyo. Continúa besando mi cuello, haciéndome perder la cordura, siento su cálido aliento en la parte de atrás de mi oído. Su mano navega por todos mis valles y montañas, acariciándome bajo el agua que me destensa todos y cada uno de mis músculos. Sus palmas se posan sobre mis pechos, su tamaño los cubre; los acuna y me susurra lo maravillosos que son, y cuantas veces los había imaginado bajo el vestido, pensando en cómo serían, como sabrían. Sus dedos juguetean con las cumbres, que ya son guijarros, y un rayo de placer recorre mi columna, conectándolo directamente con mi centro, haciéndome saltar y gemir con fuerza.

Su pecho vibra en mi espalda al reír y ronronea gustoso. Continúa su tortura, para placer de ambos. Cuando me tiene jadeante y temblorosa, su mano recorre mi estómago y se posa sobre mí monte de Venus, acariciando el vello que allí se encuentra.

-Estamos en la primera parte importante de la preparación.- Me susurra al oído. Veo como vierte un poco de aceite en su palma y la calienta con las manos.- Guíame, y dime si te hago daño.- Confundida, voy a preguntarle a qué demonios se refiere, pero no me da tiempo.

Sus dedos encuentran un botón de placer que envía una descarga tan fuerte a mi columna que me hacen saltar de la sorpresa. Vuelve a reír, pero fija mi posición contra él pasándome el otro brazo por la cintura.

-Shhh… Tranquila.- Susurra sonriendo.- Absorbe el placer. Siéntelo.- Me besa hambriento y su mano vuelve a abrirse camino a mi valle privado.

Sus dedos juegan, me tientan, me prueban, guiándose por mis sonidos y movimientos. Mis caderas no tardan mucho en ir a buscar su mano y siguen su ritmo, ondeando el agua a nuestro alrededor.  Con su brazo libre, coge una de mis manos y la lleva hasta donde está la suya, reemplazándola.

-No… No… Te quiero a ti…- gimo en protesta. Su mano sobre la mía guía mis movimientos, y yo continúo in crescendo, fijándome vagamente en cómo la mano anteriormente ocupada vuelve a llenarse de aceite. Murmuró una pregunta que es rápidamente contestada cuando siento uno de sus dedos entrar en mí. Yo gimo con el aliento pegado a la garganta y el suelta el suyo entre dientes.

-Mierda….- murmura.- Tan estrecha…- Comienza un lento vaivén, su dedo al ritmo de los míos titiriteros.- Creo que ya estás lista para el siguiente paso…- Añade un segundo dedo y suelto un pequeño grito al sentir como se estiran mis paredes, lo que lo hace parar asustado. – Lo siento, te hice d…?

-Sigue…- ordeno en un suspiro mientras muevo mis caderas contra su mano.- No fue un grito de dolor, fue de sorpresa.- Explico. Pero no soy capaz de que salga nada más coherente de mis labios.

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