Capítulo Uno: Sentimientos

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Uno, dos, tres, cuatro...

Uno, dos, tres, cuatro...

Sherlock repetía una y otras ves lo mismo en su cabeza mientras se movía con gracia y elegancia a través del salón de baile, sonrió cuando al realizar un "Fouette" fue perfecto. A Sherlock siempre le había gustado la perfección y el ballet lo había ayudado a lograrlo cada día. Sherlock amaba tanto el ballet como la química, eran sus dos grandes pasiones y parecía que nada más le importaba —o eso creían muchos —, pero había algo más importante en su vida, pero ese era su mayor secreto y así debía ser para siempre. La música dejó de escucharse de repente y Sherlock perdió la concentración en segundos, haciendo que trastabillara y terminara cayendo sentado al suelo. Maldijo en voz baja y entonces escuchó una risita juguetona. Levantó la mirada y se encontró con su amiga —Irene —, quien lo observaba con diversión.

—Lo siento, ¿fue una caída dolorosa? —bromeó ella. Sherlock frunció el ceño.

—¿Qué haces aquí? —le preguntó—. Pensé que ya estarías en tu casa. —El ensayo había terminado hacia casi una hora, sólo Sherlock le había pedido autorización a su profesora para permanecer en el estudio un poco más. Ella se encogió de hombros.

—Tenía algo que resolver —le dijo—. ¿Cuánto tiempo más piensas practicar? La presentación será dentro de un mes, lo harás bien. —Sherlock bufó.

—No puede ser "solo bien" debe ser perfecto. —Gesticuló de manera exagerada con sus manos mientras aun seguía sentado en el piso, le dolían los pies y debía recuperarse del agotamiento antes de regresar a la práctica.

—¿No lo haces ya perfecto? — dijo una voz que conocía muy bien. Sherlock giró el rostro hacia la entrada y automáticamente enrojeció. No podía ser. ¿Cuánto tiempo llevaba él observando? Echó una mirada significativa a su amiga Irene, que sonrió divertida al verlo.

Por supuesto que Irene disfrutaba de ver su reacción cada vez que John Watson estaba frente a él, ella era la única persona que conocía sus sentimientos por el tan codiciado "capitán de rugby de la Universidad", Sherlock siempre había ocultado a la perfección sus sentimientos, pero era la primera vez que John visitaba el salón de baile y de cierta manera lo puso nervioso. Un sonrojo comenzó a aparecer aún más en sus pálidas mejillas y por unos segundos rogó que John no hubiera presenciado su torpe caída por causa de Irene. Permaneció en silencio unos segundos hasta que logró reaccionar.

—¿Qué haces aquí? —le preguntó.

—Pasaba por aquí. El entrenamiento acaba de terminar y me iba a casa —explicó John, golpeando su bolsa de deporte como para evidenciarlo. Irene no pudo contenerse, era demasiado fácil.

—La salida del campus desde el gimnasio está por el otro lado. —John frunció el ceño y carraspeó, disimulando malamente. Se tapó la cara con la mano, avergonzado.

Watson no sabía qué decir. La verdad es que no sabía que estaba haciendo allí y era inútil poner excusas, sólo había querido ver a Sherlock. Nunca coincidían, estaban en la misma Universidad pero en diferentes edificios, con horarios distintos y aunque tenían amigos en común Sherlock rara vez salía. Ya no sabía qué hacer para acercarse a él.

Se conocían desde la secundaria y eran buenos amigos, aunque desde que iniciaron la universidad sus caminos se habían separado y el tiempo en que podían verse era muy limitado. Sherlock trataba de mantener su distancia cuando veía a John con sus nuevos amigos, no quería incomodarlo, sabía que prácticamente nadie en la Universidad lo toleraba y, aunque eso no le importaba no podía arriesgarse a que los amigos de John se alejaran de él debido a su presencia. Pero ahora que John estaba ahí sintió algo removerse en su interior.

Siempre fuiste tú (Johnlock)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora