Capítulo Siete: Separación

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John se levantó de la mesa, con los ojos abiertos como platos como si acabase de despertar de una pesadilla. Su abuela le dijo con inocencia que se volviese a sentar y bromeó sobre que casi había hecho volcar las bebidas. John trató de sonreírle a su abuela, sin atreverse a volver a dirigir la vista hacia Sherlock.

Sherlock miró a la abuela de John, ella siempre había sido muy amable con él, alababa su intelecto y decía que su cabello era muy bonito. Él ignoró a los demás y caminó hacia ella, la tomó de la mano y besó el dorso de la misma.

—Feliz cumpleaños, señora Watson —la saludó con una sonrisa—. Lamento no haber traído un regalo para usted —se disculpó—. Espero que esté disfrutando de una hermosa velada con su familia.

—Oh, sí, muchísimo. De repente estoy rodeada de jóvenes apuestos. ¿Has visto lo guapo que está mi John hoy? Ya le tengo dicho yo que debería peinarse siempre el cabello hacia atrás. Es un desastre.

John intentó volver a beber de su copa, pero ya no le quedaba nada, volvió a bajarla con la mano temblorosa. Mary lo miró preocupado y fue a servirle más vino, pero Sherlock puso la mano encima de la copa, indicándole que no lo hiciera. Sherlock detuvo a Mary, lo único que faltaba era que John terminara completamente ebrio y eso no sería algo bueno, él volvió a ver a la abuela de John.

—Sí, su cabello siempre es un desastre —siguió la conversación de la mujer. Ella sonrió satisfecha y asintió.

—Pero tú luces siempre tan guapo. —Le acarició una de sus mejillas con sus tiernas manos—. Dime... ¿Cuándo piensas casarte? Alguien tan guapo como tú debe tener una novia maravillosa. —Sonrió ella.

—Abuela, por favor, no atosigues a Sherlock. —murmuró John en un susurro. Sus ojos se atrevieron a alzarse sólo un instante. Quería que todo aquello se detuviese. Estaba al borde de estallar.

Sherlock sintió un nudo en el estómago, no podía recriminarle nada a esa buena mujer que siempre tuvo para él una sonrisa cálida y un abrazo lleno de cariño. Era casi imposible que ella pudiera entender que Sherlock no sólo se había enamorado de un hombre, sino que lo había hecho de su nieto. La voz de John lo sacó de sus pensamientos, pero él no lo miró, simplemente le sonrió a la mujer.

—Me encantaría haber conocido a una mujer como usted, señora Watson —le dijo ella rió—. Pero no creo que eso suceda —guardó silencio unos segundos en un intento de que su voz siguiera echándose igual—. Yo no creo en el amor, alguien jugó conmigo y me rompió el corazón. —Miró unos segundos a John, pero luego regresó la mirada a ella—. Esa persona no pudo entender que era mi mundo entero. —La señora Watson le sonrió y extendió su mano para limpiar una lágrima traicionera que se había escapado de sus ojos—. Señora Watson, ¿recuerda lo que me dijo hace mucho tiempo? —le preguntó, ella pareció pensarlo por unos segundos y luego asintió.

—Por supuesto, estamos en el jardín de mi casa y pude ver que estabas enamorado. —Le sonrió—. Entonces te dije que si esa persona un día correspondía a tus sentimientos debía cuidar tu corazón y tú el suyo. —La copa en la mano de John cayó al piso en ese momento, pero ellos parecían en otro mundo—. Lamento que ella no valorara a una persona como tú. —Sherlock se mordió el labio inferior y asintió.

—Sí, yo también lo lamento.

Mary se agachó a recoger los restos de la copa. En realidad, solo era una excusa, quería desaparecer debajo de la mesa y lo hubiese hecho de haber podido, pero su acción no resultó, se cortó la mano sin querer y el padre de John se levantó de la mesa, enfurecido.

—¡¿Qué diablos te pasa, John?! ¡¿Tiras la copa y luego dejas que tu novia recoja el estropicio y se haga daño?!

John reaccionó entonces, agachándose donde estaba Mary. Le daba la espalda a todos los demás y sólo Mary podía ver su expresión destrozada. La chica se mordió el labio para no sollozar, pero le fue imposible evitar llorar.

Siempre fuiste tú (Johnlock)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora