Capítulo Dos: Confesiones

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John por supuesto no podía imaginarse siquiera lo que estaba pensando Sherlock en esos instantes. Entró feliz en el vestuario y le faltó tiempo para quitarse la ropa y meterse a la ducha. El agua estaba tan fría que sintió que ahogó un grito pero no le importó. Sólo quería lavarse rápido y correr a saludar a Sherlock. Casi se resbaló al correr mojado, ni siquiera se daba cuenta de que se había puesto los calzoncillos al revés y poco le importaba.

—¿Alguien tiene desodorante? —preguntó a sus compañeros. Gregory Lestrade le lanzó el suyo, riéndose.

—¿Qué pasa, John? Parece que te han inyectado café en las venas.

—¡No puedo! ¡Luego hablamos! —fue toda su respuesta antes de devolverle el desodorante y salir corriendo. Lestrade negó con la cabeza, volviéndose a reír. Llevaba los zapatos desatados. Ese chico realmente no sabía lo que estaba haciendo. Greg pensó que si fuese él no se le ocurriría hacer algo como aquello con un club de fans esperando para emboscarlo a la primera de cambio.

ooOOoo

Casi como si estuviese de nuevo en un partido, John esquivaba con gran maestría, corriendo, todas y cada una de las personas que se iba encontrado en su camino a las gradas. Aún quedaba mucha gente allí y pasar resultaba un auténtico infierno, sobre todo porque todo el mundo quería felicitarlo, pero él no tenía ojos para nadie. Ni siquiera devolvía el saludo cuando le hablaban. Sólo corrió y corrió ilusionado hasta que llegó a la fila correspondiente. Allí Irene estaba recogiendo sus cosas con un disgusto nada disimulado. John se quedó entonces congelado.

—¿Dónde está Sherlock? ¿Ha..., ido al baño? —preguntó sin mucho convencimiento. No quería ponerse a pensar en lo peor, pero de repente sentía que ya no tenía ánimos de nada.

Irene al escuchar su voz se dio la vuelta y por unos segundos tuvo deseos de borrar la sonrisa de John de un sólo golpe, pero luego pensó en que él realmente parecía entusiasmado con la idea de que Sherlock hubiera ido a verlo, aún así no podía borrar de su cabeza la mirada de tristeza de su amigo, quizás ya era hora de que ambos enfrentaran los verdaderos sentimientos que tenían uno hacia el otro.

—Sherlock se fue —le dijo y vio como la sonrisa de John se borraba en ese instante—, me costó demasiado convencerlo de que viniera al juego, pero sólo bastó que te viera abrazar y besar a Mary para que se marchara —quizás no era correcto hablar de los sentimientos de su amigo, pero los malos entendidos habían llegado al punto en que debían ser aclarados

—¿Mary? —dijo confundido. Ni siquiera se acordaba de haberla besado, aún así no lo entendía—. ¿Por qué se iría por eso?

Irene suspiró, tenía tantos deseos de encerrar a Sherlock y John en una habitación completamente solos y no dejarlos salir hasta que aclararan todos los malos entendidos. Ella se llevó una mano a la frente y tomando aire habló nuevamente.

—Sherlock cree que Mary y tú están saliendo —le dijo, antes de que John pudiera replicar ella continuó—. Sé que no está bien lo que haré —lo reconoció—. Nunca he sido una persona que se entrometa en los asuntos de los demás, pero Sherlock es mi mejor amigo y durante muchos años lo he visto suspirar por alguien que quizás no vale la pena. —Lo miró en el ceño fruncido. La mirada de confusión de John la irritó aún más.

—¿Sherlock está...? — a John se le cortaron las palabras. Pensaba que había escuchado mal, no podía ser. Algo dentro de él se removió, le ardía el pecho, no sabía cómo se sentía, pero para sorpresa de Irene, frunció el ceño y se cruzó de brazos, furioso—. ¡Me ha estado evitando todos este tiempo, ¡¿por eso?! ¡Es un completo imbécil!

Siempre fuiste tú (Johnlock)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora