Siempre fuiste tú (Johnlock)

Capítulo Diez: Verdades

Cuando llegaron a casa ambos se sonrieron al ver que John había olvidado su bastón en el restaurante. Sherlock se sintió bien cuando John dijo que todo era gracias a él y a la nueva oportunidad que le estaba dando para que él nuevamente pudiera ser parte de su vida. Se despidieron y cada uno se marchó a sus habitaciones, había sido un largo día y estaban agotados. Sherlock entró a la suya y se apoyó contra la puerta con una sonrisa tonta en sus labios, estar cerca de John hacia que nuevamente se sintiera vivo. Buscó su pijama y luego de cambiarse caminó hacia la cama, antes de acostarse vio la fotografía que había encontrado días antes, decidió colocarla en un cuadro y la acomodó a un costado de su lámpara, corrió las cobijas y se dejó caer en la cama. Suspiró, esa noche había cambiado muchas cosas, y él sólo podía desear que todo siguiera así. Cerró sus ojos y a diferencia de lo que sucedía desde hacía diez años esa noche pudo conciliar el sueño. Era tanta su tranquilidad que no escuchó cuando horas después la puerta de su cuarto se abrió y alguien caminó hacia él para agacharse a su altura y tomar un mechón de su cabello entre sus dedos.

La respiración de John era pesada, no era difícil suponer que para él aquella noche estaba siendo complicada, como todas las noches desde que había regresado de Afganistán. Estaba asustado y se sentía solo, perdido. Había despertado de una horrible pesadilla y apenas había podido contener las lágrimas. Sabía que no debía haber bajado a la habitación de Sherlock, pero ahí estaba, buscando consuelo al observar el cuerpo durmiente del único amor de su vida.

John se sentó en el suelo, junto al cabecero de la cama. Con lentitud, extendió su mano hasta rozar con la punta de los dedos sus mejillas, con suavidad para no hacerle daño. Sabía que su tacto era algo áspero y rezaba porque no se despertase, si lo hacía y se asustaba John sabía que no podría perdonárselo nunca.

Al ver que no había reacción, se relajó ligeramente, suspirando. Estaba seguro de que aquello sería lo más cerca que podría estar de Sherlock a partir de ahora y, aunque no era suficiente, se sentía agradecido. Se acercó con cuidado y le besó justo donde había estado acariciándole, sólo un pequeño roce. Sus labios sintieron la tentación de desplazarse hacia los de Sherlock para comprobar si seguían siendo tan dulces y carnosos como los recordaba, pero logró contenerse y murmuró:

—Oh, Dios, gracias...

Quería volverlo a besar, abrazarlo y acomodarse en sus brazos para dormir a su lado, pero sabía que era imposible, así que se levantó y se marchó al salón, lleno de anhelo y desesperación.

ooOOoo

Con el correr de las semanas la relación de Sherlock y John fue mejorando mucho más, discutían muchas veces por las partes de cuerpos que Sherlock solía guardar en el refrigerador o sus extraños experimentos, pero aún seguían juntos. John había conseguido trabajo en una clínica cercana y se sentir mucho mejor consigo mismo. Le gustaba regresar a casa y encontrarse con un Sherlock en su sillón leyendo un libro mientras le sonreía. Siempre se preguntaba, ¿cómo un hombre podía ser tan guapo? Sherlock siempre lo fue —se lo repitió muchas veces en sus días de Universidad —, pero su belleza con el paso del tiempo se había intensificado.

Por su parte Sherlock trataba siempre de concentrarse en sus tareas para no recaer en las drogas, quizás John no se había dado cuenta, pero él podía sentir el perfume de mujer sobre su ropa cada vez que regresaba de su trabajo, sentía mucho miedo de que John hubiera conocido a alguien y pronto lo abandonara. Muchas veces cuando la oscuridad de la noche lo encontraba completamente frágil el demonio salía a su encuentro para tentarlo a pecar, pero él no lo haría, lo avergonzaría mucho si John lo descubría, era tanto su temor que mientras se paseaba por el departamento en pijama siempre usaba una de sus batas de seda para ocultar sus brazos, su pasado era vergonzoso y él aun no podía superarlo.