Te echo de menos

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Leo

Antes de llegar a Venice me había sentido liberado, dejar la empresa había sido un gran acierto. Cuando por fin llegué a California para continuar con la vida que llevaba con Kasandra, siendo profesor en un instituto, vi que eso se había acabado. Ya no había plaza para mí en el instituto, tampoco había trabajo en algún otro sitio. Mientras tanto Kasandra iba y venía, con millones de reuniones y fiestas a la que le invitaba. La veía feliz en ese mundo de letristas, compositores, músicos y cantantes; pero yo no era nada productivo y me frustraba. Me repateaba el estar ahí, siendo el prometido de... y no yo, Leo el profesor, el que fue dueño de un imperio. Un día me llamó un amigo, estaban buscando profesor para la Universidad de California, accedí a hacer la entrevista.

El día de la entrevista estaba nervioso, Kasandra me dijo que estaba perfecto y que lo iba a hacer genial. No la creí, de hecho, la solía evitar, ¿no era feliz con ella? Esperé a que me llamaran del despacho del rector. Una de las veces que vi que se abría una de las puertas me asomé y allí estaba ella. Una chica de pelo negro con ojos azules, brillaba con luz propia. Me vio y se acercó, me quedé quieto, no sabía qué me iba a decir, ella era tan guapa, y yo no era interesante.

—Hola, ¿buscas algo? —Me preguntó.

—Hola, espero a que el rector me llame—respondí.

—¿Eres el nuevo profesor?

—Sí —respondí.

—¿Leo estás aquí? —preguntó el rector desde su despacho.

—Sí —respondí como si fuera un robot. Me giré a la chica, le sonreí y me giré para entrar.

—Ya nos veremos por aquí. Por cierto, me llamo Diana.

—Encantado. Yo Leo —respondí. Ella sonrió, yo me dirigí al despacho a que me hicieran la entrevista.

Ese día no vi más a Diana, al llegar a casa Kasandra estaba allí esperándome, contenta porque al final tenía un trabajo. Mi madre había aparecido por allí y las vi a las dos con una copa de vino hablando de algo. Cuando se fue mi madre Kasandra me buscó, me besó y esperó a que fuera a la cama con ella, pero no me apetecía. Kasandra, por la cual solía quedarme sin aliento y no esperaba para meterme entre sus piernas me dejaba frío. Sí que me acosté con ella, pero fue frío, como si fuese algo mecánico. Pasó otra semana, esa semana vi a Diana, y me moría de ganas de ir tras ella y decirle algo estúpido, imprudente, como si quería ir a cenar conmigo, pero allí estaba, Kasandra. A finales de semana fui con ella a una cena de su trabajo, aunque prefería quedarme en casa y no ver a los compañeros o jefes de Kasandra.

—¿Te pasa algo? —preguntó ella. Podría haberle dicho que ya no seguía estando enamorado de ella, pero no lo hice.

—Nada, estoy agobiado con el trabajo. Eso es todo.

Esa noche vi a una chica que se parecía a Diana, esa noche fue la primera vez que no le hice el amor a Kasandra, simplemente me la follé con embestidas fuertes, intentando desahogarme y... suena mal, pero cumplir.

La semana siguiente Diana se acercó a mí, y yo a ella. Cada vez que hablábamos sentía que teníamos más en común. A Kasandra le decía que salía con los compañeros de trabajo, o que estaba cansado cuando me encontraba en casa. No quería volver a pasar por estar en la cama con una chica que me dejaba frío. Destino le había dicho, pero no era así. Yo ya no la quería, podría haberla dejado ir, pero me daba miedo hacerle daño. Actué de una forma cobarde, nunca había actuado así, pero no podía enfrentarme a la mirada de Kasandra, llena de personalidad, de amor, de... Pero cometí errores, me acosté con Diana, fue especial para ambos, ella sabía que yo tenía novia, pero yo tenía pensado en cortar con Kasandra, o eso le decía. Y entonces fue cuando la vi aparecer en mi universidad.

Ese día lo tengo clavado en la mente, como me miró ella desde el otro lado de la calle y se fue. Esa mirada fría, como me habló, estuvo decepcionada... Yo tenía la culpa de todo, se marchó de la casa y me costó en volver a pisarla. Mi madre dejó de hablarme durante seis meses. Mientras tanto yo vivía con Diana feliz, en su casa por no querer pisar la mía. Una vez que me atreví a pisar mi casa, mi madre apareció un día sin previo aviso y nos vio, a ella y a mí.

—Esa chica no es para ti. —Me soltó cuando ella se fue.

—¿Cómo que no? —pregunté. —Soy muy feliz con ella.

—No he criado a un hijo para que se sienta menos por el éxito de los demás. Creía que eras mejor que los hijos de los amigos de tu padre.

—Mamá, yo no era feliz en esa relación. —Le contesté. —Con Diana sí, dentro de un mes viviremos juntos de manera formal aquí, en Venice.

—En una casa que pagó casi en su totalidad Kasandra —respondió ella.

—¿No se supone que eres mi madre? —contesté enfadado con ella.

—Lo soy —respondió ella. Yo sabía el cariño que le tenía a Kasandra, y que para ella era como una hija. El perderla había sido duro.

Después de un año en el que Diana y yo vivíamos juntos, encontré a Kasandra con un chico. Diana y yo paseábamos por el paseo marítimo como siempre, desde que habíamos cortado no la había visto en la playa ni en el paseo. Ella no lucía su tez aceitunada, ni tampoco esos reflejos claros. Tenía el pelo negro azabache, su piel era blanca y estaba delgada, extrañamente delgada. Él se llamaba Miguel, Miguel su amigo, pero ninguno de los dos se miraba como si únicamente fuesen eso. Ella se marchó con él llevándola a cuestas, los dos riéndose. A pesar de esa metamorfosis parecía brillar tanto como cuando la conocí. Me moría de ganas por ir tras ella, pero aguanté la estocada y me volví con Diana a casa.

Ese día me pregunté cómo sería la vida de Kasandra, probablemente sería feliz. Ese tiempo habría estado surfeando o viajando, habría salido con el tal Miguel y no le habría faltado de nada. Al fin y al cabo, se la veía feliz con él, me gustaba imaginarme esos escenarios para no sentirme mal, Kasandra disfrutando con un chico, Kasandra surfeando, viajando... Al día siguiente me encontré con Paola, ella hizo como la que no me había visto, pero yo necesitaba saber que Kasandra estaba bien, porque... Pero entonces apareció Kasandra por allí, con Miguel, los dos sonrientes, buscándose, él enseñándole grupos a ella y ella a él. Sonrientes, ella besándole, él correspondiéndole. Quería ir hasta allí, quitar a Miguel de en medio y quedarme con ella. Fueron celos, pero unos celos tontos, de esos en los que te das cuenta de que quieres lo que una vez tuviste y no supiste lo feliz que eras hasta ese momento.

Se fueron juntos, los seguí... sé que suena a acosador, pero quería asegurarme que estaba bien. ¿Eran vecinos? ¿Salían los dos a surfear? Yo nunca surfeé, él me miró y yo le devolví la mirada. Me acerqué a él y le solté.

—Escúchame, siempre seré una parte de ella.

—¿Qué?

—Pregúntale qué significa Secret World.

—No me hace falta preguntarle, me lo dijo. Pero no te preocupes, Kasandra es suficientemente madura para saber qué y a quién quiere a su lado.

En ese momento lo odié, se fue a la playa, supongo que a buscarla. Con lo que me había dicho y cómo lo había hecho, me di cuenta de que Kasandra le importaba, y me daba celos. Había tenido que estar con otra, dejarla ir, verla con otro para saber que la seguía queriendo. Pero no la quería bonito, y ese era el problema.

 Pero no la quería bonito, y ese era el problema

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Bueno, sí... un poco dramático todo. Pero... bueno, Leo celoso... y un poco bastante capullo. ¿Qué pensáis que va a ocurrir? Os leo!!! :) Quiero saber vuestras teorías.

Caprichos del destino ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora