Kasandra.Lo había dejado, me habían obligado a dejarlo, incluso mi tía vino desde Inglaterra. Había sido un último año bastante movido, tras la infidelidad y ruptura con Leo y mi impulso de mantenerme ocupada, las noches con Miguel, en definitiva, no haber parado. El susto vino un día cualquiera, de esos de trabajo, de los que tenía mil y una reuniones.
―Kas, ya sabes que el jefe quiere mantener contento a Syrpa, ahora mismo es el que más vende.
―Ya sabes que estoy con...
―Es lo que el jefe quiere ―respondió mi compañero. Lo miré. ―Además tienes que ir a...
Sabía que tenía que hacer, ir a cuatro reuniones, videoconferencia, después un avión y marcharme a grabar un disco. Entré en la primera, me levanté cuando fui a exponer lo que nos tocaba, comencé a ver todo borroso, no oía nada, quería hablar, pero me fue imposible. Me desperté después de tres días sedada. Diagnóstico, agotamiento físico y mental, parece ser que desvarié desde el momento en el que mi compañero me indicó que tenía que hacer y terminé por desmayarme en la sala de reuniones. Recordaba todo como si le hubiera ocurrido a otra persona. Mi sorpresa fue cuando vi a mi tía preocupada en la habitación del hospital.
―Tranquila, ahora te cuidaré yo ―dijo ella.
― ¿Qué haces aquí? ―pregunté. ― ¿No estabas en Inglaterra? ¿Dónde estoy?
―Estás en el hospital, en Santa Mónica. Me he venido en cuanto me han avisado.
― ¿Qué me ha pasado? ―pregunté.
―No puedes saturarte de trabajo cielo ―dijo. ―No sabía que Leo y tú habíais acabado.
No, por favor, de nuevo otra vez la lástima. Creía que mi tía empezaría con la lástima, con... eso es la pena, cuando no era así. ¿Cuánto había pasado? Un año aproximadamente, tenía un orden, estabilidad. ¿Qué haría en cuanto saliera? Parecía que eso era contraproducente, pensar en planes, en lo que haría. No podía respirar y me volvieron a sedar. Mi jefe me dijo que me daría mi tiempo, mi espacio y que me reincorporara cuando estuviera del todo recuperada. Nada de planes, solo descansar y desconectar.
Llegamos a casa, el sol me molestaba y la adrenalina que sentía cuando debía dedicarme a diferentes tareas seguía ahí, y aunque estuviera parada, mi cuerpo necesitaba mantenerse activo. La cosa es que no lo podía estar, me habían dicho que reposara esos días, ya que cuando me caí en la sala de reuniones me había hecho daño en el pie. Los médicos me habían advertido que si quería volver a hacer surf me lo tenía que cuidar, no era una lesión de «me he roto una pierna», pero si no lo cuidaba bien podría conllevar a que me molestara continuamente.
―Puedes estar aquí con Rocky y conmigo ―dijo mi tía. Puse los ojos en blanco. ―No me mires así, tienes suerte de que te cuiden.
―No es eso tía. ―Intenté explicarle. ―Ojalá no estar así.
No paso ni medio día cuando llamaron a la puerta, cuando lo vi, no supe cómo reaccionar.
Leo.
Kasandra no fue quien abrió la puerta, allí me esperaba su tía, la misma que había conocido hacía más de un año en Londres. Me miró con dureza, yo me achanté, me había enterado por amigos comunes que Kasandra se había desvanecido en el trabajo y que hasta la próxima orden del médico no se reincorporaría al trabajo. Los dos nos miramos, y con un gesto serio y firme me abrió la puerta y me dejó pasar. Dentro estaba impoluto, no como solíamos tenerlo ella y yo, también me fijé que la decoración había cambiado por una mucho más vintage y minimalista. Vi a Kasandra en el sofá, sin poder moverse, con una escayola que me miraba como si fuese un fantasma.
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Caprichos del destino ©
Genç Kız EdebiyatıSegún Scarlett en un año pueden pasar muchas cosas. A veces creemos que el destino es algo que llega con inercia. Quizás una persona se termina casando con otra porque es lo que se espera de ella a pesar de que ninguna de las dos es feliz. Quizás...