Era una mañana oscura como cualquier otra en época de lluvia en el mes de mayo. Las ganas de quedarse en cama con las cobijas encima y una taza de café entre las manos era palpable en los habitantes de una casa amplia en una zona residencial.
La lluvia caía pareja y resia, el ambiente húmedo y frio estremesia a cualquiera, haciendo que se refujiaran en un segundo abrigo para no temblar.
Eran las 06:00 de esa mañana y los cuatro miembros de la familia ya se encontraban listos para salir a cumplir sus deberes diarios, aunque les hacían falta las ganas de hacerlo.
Como ya era costumbre, su rutina mañanera consistía en levantarse temprano a las 04:30, se alistaban, desayunaban, tomaban la refacción del día y la guardaban en las respectivas loncheras (en el caso de los jovenes); se tomaban la molestia de que no faltara nada que llegasen a necesitar, indicaban instrucciones del día a la empleada doméstica y esperaban a las 6:00 en punto para irse.
La familia del Valle se mantenía todo el tiempo activa desde muy temprano hasta la hora de ir a dormir. Era su política "no perder el tiempo en tonterías". Y les funcionaba de maravilla.
Se escuchó la bocina de un vehículo desde el exterior y esa era la señal para que se fueran.
Tomaron sus cosas junto a los paraguas y de inmediato se encaminaron al auto familiar, a excepción de la menor de la familia, quien dirigió su andar al carro del que momentos antes se dejó oir la bocina. Se despidió de su familia y se adentró en éste. De manera rápida el conductor puso en marcha el vehículo tras saludar a los contrarios para lograr llegar a tiempo a su destino, el colegio de ambos adolescentes.
—Disculpen mis modales, buenos días don Riccardo, buenos días Nil—. Se dirigió animadamente a ambos hombres colocando su cinturón de seguridad.
—Buenos días Jimena, ¿qué tal amaneciste?—un hombre de unos 40 años quien era el conductor le saludó.
—Hola —habló un chico de su edad a la par de ella, llevando el mismo uniforme que la joven. Era un poco más alto que su compañera, piel clara, ojos claros y cabello negro. Sus razgos italianos eran notorios, pues, era hijo de una pareja italiana. Su padre era quien conducía en ese momento, vecinos de toda la vida de la familia del Valle.
—Bien gracias, con ganas de seguir durmiendo, eso sí —divertida soltó las palabras con mucha familiaridad logrando una risita en el hombre.
La confianza entre los tres era enorme. En primera, porque eran vecinos desde que los menores tenían memoria. En segunda, el mayor era empleado de alto cargo de su padre, la razón por la que llevaba también a la señorita al colegio. Su hijo estudiaba ahí, así que en lo que su jefe se adelantaba con el resto de la familia y encaminar a su hijo mayor a la universidad y a su esposa en su sitio de trabajo, él con mucho gusto se encargaba de los más pequeños de ambas familias, recogiéndolos incluso a la hora de salida. Y por último, se trataban como si fueran miembros de una misma familia, y eso le encantaba a todos.
Entre plática y plática, llegaron a su destino pasadas las siete de la mañana. Ingresaron de manera rápida para no mojarse ni un poco. Anduvieron por los pasillos saludando a alguien de vez en cuando hasta entrar a su salón. Casi todos sus compañeros ya se encontraban ahí. Se unieron al grupo de estudiantes hasta el inicio de clases.
La mañana seguía sombría, la lluvia no daba indicio de concluir... Bajándo el ánimo a muchos considerablemente y el frio no ayudaba del todo.
Las clases fueron pasando una a una sin que realmente prestaran atención a las explicaciones de los profesores llegando así, la hora del receso.
Todos sacaron entonces su comida, algunos se fueron a la cafetería. Y los dos vecinos juntaron sus respectivos escritorios para tener más espacio para acomodar sus cosas a gusto.
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Abello
ActionEra solo una persona con un sueño, un sueño que no esperó realizar de manera inmediata y como menos se lo esperaba, teniendo que tomar complicadas desiciones para llevar a cabo su deber. Ahora, tendra que lidiar con quienes van en su contra y dejar...