Capítulo 1

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Christopher ya ha apagado las luces de todo el lugar y va directamente a la cama, metiéndose entre las frazadas calientitas.

Siempre ha sido muy sensible al frío y odia que sea así, porque le gusta mucho más que el calor.

Su amigo está descalzo y con sólo un pants suelto muy ligero, sin camisa, recargado en la ventana de la habitación mientras observa lo bello que es el bosque.

Apenas son las 07:00 p.m., pero estando en el medio de la nada, rodeados de árboles, diferentes tipos de pinos y sin molestos vecinos ruidosos lo mejor es tirarse a la cama disfrutando de su música favorita entre la oscuridad de la cabaña con sólo la tenue iluminación del cielo que cada minuto empieza a apagarse.

El castaño se acomoda mirando el torso desnudo de su amigo y su espalda, por donde sube sus ojos mientras se muerde los labios hasta que llega a sus grandes hombros.

Es el chico perfecto, lástima que es su mejor amigo.

—Chris —llama el chico con una sonrisa que comienza a crecer en sus labios y él asiente—, mira esto.

Abre la ventana con rapidez y desliza su mano con agilidad hacia el techo de madera, y cierra apurado cuando ya tiene lo que desea.

Se gira y estirando su puño frente al castaño lo abre, emocionado.

Hay nieve.

—Que genial —menciona el chico sobre la cama, realmente gustoso—. Mañana podrémos hacer una guerra antes de que te vayas.

El rubio asiente de acuerdo, botando la nieve que comienza a derretirse en su mano hacia el suelo.

—¿Chris? —llama de nuevo cuando lo ve ponerse de lado y recibe un sonido afirmativo, pasa su mirada a la cama vacía pero no le parece ni un poco interesante, así que regresa hacia su amigo— ¿Está bien si te hago cucharita?

El chico ríe con incredulidad al escucharlo y levanta la cabeza para mirarlo.

—¿Qué? —pregunta con diversión y el rubio sonríe, moviendo su pie sobre el suelo, mostrándose tiernamente avergonzado.

—Es que no estoy acostumbrado a dormir solo.

—¿Hablas en serio? —ríe, aunque él sabe muy bien que eso es algo que desea— ¿Quieres dormir conmigo?

—Tómale el lado bueno —murmura el rubio, intentando no desviar su mirada—, hará frío y tú estarás calientito.

Christopher suspira sonriendo, dándole la razón al abrir las frazadas de nuevo y hacerse a un lado para dejarle un espacio donde dormir.

El rubio sonríe con aquel acto y comienza a acercarse.

—Mientras no amanezca con una erección en el trasero, podrás dormir conmigo —advierte cuando lo siente subir a su lado y el rubio ríe al taparse.

Abraza su cintura para pegarlo a su pecho y, luego de dejarle un beso en la mejilla se acerca a su oído para decir:

—No prometo nada.

Christopher gira su rostro para mirarlo con burla y darle alguna respuesta estúpida como siempre hacen con algún tema divertido o tonto, pero sus intenciones se van y un sonrojo aparece de manera instantánea y ruda sobre su rostro, cuando sus labios se rozan por la cercanía de sus rostros.

Ambos ríen con timidez y Zabdiel se acomoda en su lugar, dejando pasar aquello, simplemente abrazando bien a su amigo para que no escape por la madrugada de sus brazos.

—Te quiero —murmura Christopher tomando entre sus manos las del rubio, que están sobre su barriga y este sonríe.

—También te quiero.

Dormir juntos para ambos es una sensación de lo más satisfactoria, tan gloriosa, que ni siquiera llegan a notar como la temperatura comienza a descender y la nieve cae sin parar.

Simplemente están concentrados en disfrutar de algo que por alguna razón quieren hacer eterno, pero que para ambos parece imposible mencionar porque aunque los sentimientos que cada uno carga por el otro son mutuos, son tan bobos que jamás podrían darse cuenta, y hablar de ello podría arruinar su amistad.

Gracias al calor que se hace en la habitación por ellos, el pequeño montón de nieve que Zabdiel tiró sobre el piso comienza a derretirse, volviéndose agua sobre la madera.

Pero afuera, la que cae en grandes cantidades comienza a acumularse sobre la tierra y conforme pasan las horas va aumentando su nivel hasta que la primera planta de aquella linda cabaña está cubierta por la nieve y las puertas de la segunda tienen medio metro que les impide abrirse.

El invierno ha llegado duro y ellos no tienen lo suficiente para invernar.

A la mañana siguiente Christopher se remueve en su lugar, calientito, y suelta un jadeo de sorpresa cuando siente algo duro en su trasero.

Y es que sí, realmente es una erección de su mejor amigo.

—Zabdi... —susurra con la esperanza de que despierte rápido—. Panda, muévete.

—En primavera mamá —murmura aún dormido y el castaño ríe bajito, muriendo de la ternura.

Pero niega, porque no puede dejar que siga durmiendo tan tranquilamente mientras él sufre con una erección en sus posaderas.

—Zabdi, que tontito, soy yo, Chris —el chico abre sólo un ojo, y el castaño lo mira sobre su hombro—. Buenos días.

—Sí que son buenos —susurra el rubio sin dejarse escuchar, abrazándolo más a él.

Un chillido sale de los labios del otro, y él sonríe frotando la frente sobre la espalda de su amigo.

—Zabdi, si queres dormir más sólo déjame salir por favor, necesito ducharme.

—Hace frío —advirte, negándose a soltarlo.

Y es que el rubio no se ha dado cuenta de lo que sucede, simplemente porque es natural en él despertar así, aunque esta vez, quizá ha tenido una buena razón.

—¡Zabdiel mi culito está siendo intimidado por tu Zabdielconda! —grita y el rubio ríe soltándolo, y relame sus labios mirando su bonito y redondo trasero.

—¿Así que por eso se escondió? —pregunta con tono divertido cuando el chico se levanta y este le da una mirada amenazante.

—Idiota.

Zabdiel se suelta a reír, contagiando al castaño también y se levanta de un salto para abrazarlo, cuidando no pegarse mucho.

—No es cierto Chris, tienes un trasero gigante —el castaño golpea su torso con el codo, riendo aún ambos y Zabdiel se apura a dejar un besito en su mejilla—. Buenos días.

Saluda bien por fin y el castaño el sonríe.

¡Frijoles! || Chrisdiel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora