Capítulo 2.

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Christopher analiza lentamente la expresión de su amigo y puede entender muy bien las razones de su preocupación pero no quiere verlo así, y aunque él también está nervioso, no quiere tener que pasar los días u horas que tarde la nieve en derretirse, comiéndose las uñas por el "¿qué será de nosotros?", cuando sabe que puede aprovechar el tiempo con el chico y disfrutar de su hermosa compañía.

-Traes tu laptop ¿no? -recuerda, dándose una idea y el chico le presta atención mientras asiente- ¿Por qué no utilizas el tiempo acá para escribir? A mí me gusta mucho el silencio.

-Lo sé.

El castaño lo ve bajar la mirada y nervioso se acerca para tomarle del rostro delicadamente, para obligarle a mirar sus ojos.

-Todo estará bien ¿vale? -murmura acariciándole con los pulgares suavemente, rezando internamente porque sea así, pues nunca antes había pasado un invierno así, desde los tres años que había comprado la cabaña- Tú y yo estando juntos somos invencibles.

El rubio asiente intentando sonreír y lo toma de la cintura para pegarlo a la pared, porque ahora podrá hacer algo que no se ha atrevido, seguro de que aún si la reacción de su amigo no es la mejor, no podrá escapar durante un par de días.

El chico lo mira ansioso, con los ojos brillantes y sin soltarle el rostro.

-Chris...

-Zabdi -responde y el rubio sonríe.

-Si muero, quiero que cumplas mi último deseo.

-¿Y cuál es? -murmura, sintiendo como el aire le falta y se desespera por tomarlo cuando comienza a acercarse.

Zabdiel suspira con los ojos cerrados, porque necesita tomar valor para hacerlo.

Frota su nariz con la del más bajo cariñosamente y mira sus ojos, tan de cerca que ambos mueren con la hermosura del otro.

-Besarte -dice por fin y el castaño sonríe aún nervioso, pero con la mayor dulzura que le es posible.

-Entonces házlo.

El corazón de Zabdiel late acelerado, porque no esperaba jamás una respuesta así, pero está encantado, porque no hay nada que desee más.

Mentira, si hay algo.

Que su amor sea correspondido y sean felices juntos por siempre.

Quiere vivir su propia historia de amor, y ¿qué mejor que con Christopher?

Lo conoce de toda la vida, más que cualquiera, y de toda la vida lo ama, más que a todos.

Junta sus labios tiernamente, sintiendo como las manos del chico suben de sus mejillas hacia su cabello, tirando un poco de él y lo escucha soltar un chillido de emoción.

No puede evitar sonreír sobre sus labios, porque sumándole lo suaves y deliciosos que son sus labios, la forma en que el chico recibe su beso y corresponde es lo mejor que le sucede desde hace mucho tiempo.

No hay nadie a quien quiera más.

No hay alguien con quien quiera quedarse tanto como con él.

Desde siempre y hasta siempre.

Se separan, un tanto jadeantes y las manos que aún están en su cabello, se empuñan sobre sus hebras con ternura y un sonrojo en las mejillas de su amigo lo vuelven más vulnerable de lo que normalmente se siente junto a él.

El chico lo mira tan diferente a otras veces, que su piel se eriza por la ilusión que siente.

-¿Estuvo bien? -pregunta casi sin voz y el castaño asiente, sonriendo avergonzado.

-¿Para tí lo estuvo? -responde mirando sus ojos- Es decir, ¿fue suficiente para morir complacido con tu deseo?

-Quizá puedas intentarlo una vez más, porque estoy casi seguro que puedes hacerlo mejor.

El castaño ríe bajito y asiente.

Lo vuelve a besar, abrazándose muy fuerte de su cuello y el más alto lo abraza de la misma manera por la cintura.

-Me gustas -admite Christopher-, mucho.

-Creí que jamás podría escuchar eso de tus labios -menciona emocionado y lo ve morderse el labio-. No sabes cuan feliz me hace escucharte.

-¿Lo hago?

-No puedes dudar de eso.

Christopher suspira cerrando sus ojos y esconde su rostro en el cuello del rubio, sin poder contener la felicidad que ya siente y comienza a soltar pequeñas lágrimas.

-Y yo soy muy feliz de poder decirlo.

-Oh, Chris, no llores -pide dejando algunos besitos sobre su cabeza y siente también como su pecho pesa, por las inmensas ganas de llorar y la gran felicidad que se acumula en él-. Yo te amo, ¿lo sabías? -el chico niega- Por supuesto que no lo sabías, pero ahora sí, y te juro que no volveré a guardarme el decirlo.

-Yo también te amo -le dice levantando el rostro y el otro se apura a secarle las lágrimas mientras lo escucha sorber su nariz.

Es lo que toda su vida soñaron ambos y ahora que está pasando, no saben como o a quien agradecer por tanto que se les ha dado.

-¿Por qué nunca lo dijiste? -cuestiona el rubio dejando un corto beso en los labios de Christopher.

-Tenía miedo de arruinar nuestra amistad -admitió-. Pasé años amándote, y creí que callar y pasar otros más con el secreto sería mejor que perderte por un sentimiento que posiblemente no era correspondido y jamás lo sería.

Zabdiel bufa con ternura, volviendo a pegarlo a su pecho.

-Yo me sentía exactamente igual -susurra.

-Pero tú me amas y yo te amo -susurra de vuelta el castaño-. Mucho, ¿verdad?

-Demasiado.

Agacha su cabeza un poco atrapa un par de segundos los regordetes labios del castaño.

Así las cosas son mucho más que perfectas para ambos.

Y Zabdiel se felicita por atreverse a hablar, si no, ahora mismo seguiría con la duda del "¿qué pasaría si le dijera?". Jamás se arrepentirá de haberse enamorado de su amigo, y luego haberse declarado de aquella forma.

Agradece haber ido a visitarlo justo en esa época del año, porque si no, el chico seguramente estaría solo pasando por aquel aterrador encierro, y luego haberse quedado encerrado por la nieve con él, porque de no haberlo hecho, la idea de pedirle un beso jamás hubiese llegado a su cabeza y tampoco la oportunidad de hablar de sus sentimientos y escuchar también los del chico.

Lo ama.

Se aman.

¡Frijoles! || Chrisdiel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora