El amor es ciego

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Era una noche oscura y lluviosa, un hombre rubio, de ojos grises como la luna y pálido como la nieve observaba el exterior de una hermosa cabaña de madera.

Desde el punto de vista del hombre se veían todas las luces apagadas, sin embargo él sabía que había alguien. Tenía una misión, pero tenía que asegurarse de que los suyos estaban a salvo.

Rodeó la casa caminando con una gracia solo propia de cierta familia de magos de Slytherin. ¿Qué por qué rodeó la casa? Fácil, buscaba un acceso al interior de la casa, uno silencioso. Encontró una ventana abierta. No esperarían visita pensó. Se obligó a concentrarse y a dejar de lado pensamientos inútiles. Entró por la ventana sigilosamente y caminó con elegancia hasta el salón.

Una fina capa de polvo cubría los muebles de madera de la cabaña. Bien podría haber sido una casa encantada, muebles de madera, suelos que chirrían cuando los pisas... y todo esto acompañado de la fría noche que se erguía fuera, el hombre esbozó una media sonrisa al pensar de esa manera de lo que algún día fue su hogar. Algún día. Aunque en su corazón sabía que aún pertenecía allí.

Se acercó al sofá. Y ahí vio a su mujer, la que le daba por muerto. Se acercó más para apreciar su hermoso rostro, al instante sintió como mil puñales se le clavaron en el alma. La mujer tenía los ojos hinchados y la nariz roja. Efectivamente había estado llorando por él. ¿Qué como sabía que era por él? Llegó a esa conclusión al ver una foto suya en sus manos. El hombre con mucho cuidado y delicadeza depositó un beso en la mejilla de la mujer. Y dejó la carta que la había escrito en la mesa.

Se apartó del sofá tristemente y subió las escaleras, estás crujían a su paso, pero poco le importaba. Abrió la primera puerta y encontró un cuarto pintado de un azul deteriorado por el tiempo, se acercó a la cama, donde llacía un pequeño bulto.

El hombre se quedó mirando a la niñita. Era tan parecida a su madre... pelo castaño claro, pálida, delgada... La niña al sentir que alguien la observaba se despertó, pero para entonces solo pudo ver una cabellera rubia saliendo por la puerta. El padre antes de salir había visto sus ojos anonadado, unos ojos tan marrones como los de su madre, esos ojos de los que se enamoró.

Sin mirar atrás pasó a una habitación pintada de verde y gris. Al instante se sintió orgulloso, no solo por los colores de las paredes, sino también por el uniforme de su hijo. El niño había terminado en Slytherin, una gran alegría le azotó, pero se obligó a mantener la cabeza fría o lo echaría todo a perder. Se acercó a la cama y observó a su hijo. Era un niño hermoso, de piel pálida y pelo rubio. Muy parecido a él.

Sabía que su hija por fin se había decidido y estaba viniendo hacia allá. En esas intermedias el niño se había despertado. Y el hombre había contemplado sus ojos grises, iguales a los suyos. Los dos niños le miraron asustados y él caminó hacia la ventana, se subió a ella y se sentó. Cuando estuvo a punto de tirarse se giró y miró a ambos niños y les dijo:

Siempre os cuidaré y protegeré, lo juro por mi vida...

Y entonces saltó, ambos niños miraron por la ventana, pero no quedaba ni rastro de aquel extraño hombre. Pero sabían que siempre recordarían esas palabras.

La niña esa noche durmió con su hermano.

En la mañana siguiente los chicos bajaron a desayunar y le contaron todo a su madre. Los niños pensaban que era un sueño, pero ella sabía que no. Mandó a los niños a jugar fuera y abrió la carta:

«Querida:

Sé que he cometido errores que nunca me perdonarás. Pero ahora aunque no lo veas quiero que sepas que os estoy protegiendo, a ti y a los niños. Y sé que ni con eso tengo perdón.

Quiero que sepas que aún os amo, a los tres, que nunca os voy a olvidar y que os extraño. Pero aunque me gustaría no volveré, os pondría en peligro. Siempre os cuidaré.

Con amor.
                                                  DM»

A la mujer se le saltaron las lágrimas al leer tan emotiva carta de su marido. Decidió quemar la carta en la chimenea por precaución. Observó el papel quemándose mientras pensaba en que ella tampoco le olvidaría.

Los años transcurrieron y la mujer sabía que en todo momento había dos ojos grises como la luna que la observaban, la cuidaban y la extrañaban. Y por eso cuando le llegó la hora murió feliz sabiendo que había amado a ese hombre, Draco Malfoy, más que a su propia vida.

Ella llegó a la conclusión de que era cierto, el amor es ciego.

One Shots de Harry PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora