—¡Señoras y señores! ¡Alumnos y profesores! Hoy se disputa el partido que todos esperábamos, ¡Slytherin contra Gryffindor! ¡Serpientes contra leones!
Todo el estadio de Quidditch estalló en aplausos.
—¡Y ahí salen! ¡Señoras y señores! ¡Slytherin!
La zona verde y otros cuantos alumnos de Hufflepuff y Ravenclaw que preferían a las serpientes estallaron en vítores.
Draco Malfoy y su equipo salieron montados en sus escobas a toda velocidad. Cuando aterrizaron saludaron al público con sus características sonrisas arrogantes.
—¡Las serpientes empiezan fuerte! ¡Y ahora...! ¡Los leones de Gryffindor!
El equipo de Gryffindor salió haciendo complicados giros y acrobacias y recorriendo el campo a una velocidad de vértigo. Aterrizaron y saludaron con sus amables sonrisas.
Luego Slytherin y Gryffindor se miraron desafiantes, los capitanes se dieron la mano y sin más dilación el juego comenzó.
El juego se desarrollaba en favor de los Slytherin. Ya todo dependía de Harry. Tenía que coger la snitch o Gryffindor perdería.
Draco se estiró todo lo que pudo, pero no llegó. Maldeció por lo bajo y Harry aprovechó un momento de distracción de su oponente para acelerar como si la vida le fuera en ello. Estiró su brazo tanto que hasta le dolió, pero sus dedos atraparon la snitch firmente.
Gritó y la levantó al aire eufórico. Bajó al suelo y todos sus compañeros le abrazaron, casi tan contentos como él.
Los Slytherins les miraban encolerizados. Algunos pateaban el césped, otros hablaban sobre las injusticias y Draco Malfoy simplemente había abandonado el campo hecho una furia.
—¡Y Gryffindor gana!
Los chicos se cambiaron y salieron. Harry sonreía como si le hubiera tocado la lotería. Entonces vio a Hermione correr hacia él con una sonrisa de oreja a oreja.
—¡Harry! ¡Fue increíble! ¡La atrapaste! —dijo la castaña entrecortadamente.
—El mérito lo tiene el equipo, Herms, no yo —protestó el ojiverde.
—¡Odio que seas tan modesto Potter! ¡Tú ganaste el partido! —se quejó Granger enfadada.
Harry sonrió con ternura. Le encantaba ver a Hermione molesta.
—¿Si te doy la razón me das un abrazo? —preguntó Harry inocentemente.
—Vale —contestó la chica.
—Está bien Herms. Tienes razón.
Harry alzó una ceja y Hermione se encogió de hombros.
—Así me vale, pero la próxima vez cúrratela más. Algo como: "Tienes razón Hermione, eres tan inteligente y fantástica..." —dijo la castaña riendo.
—Menos mal que soy yo el modesto.
Hermione le abrazó.
—También yo puedo ser modesta.
Harry puso los ojos en blanco y luego decidió divertirse un poco.
—Demuéstralo.
Hermione carraspeó y miró a su alrededor. Nadie, todos se habrían ido a celebrar la victoria. Era su oportunidad.
—Harry, eres muy guapo.
El mencionado rió con ganas.
—Está bien, te creo. Eres tan modesta como yo.
«Idiota», pensó Hermione.
—Te lo diré de otra manera. Harry, me gustas mucho.
Los ojos del muchacho se abrieron como platos y Hermione temió haberlo echado todo a perder.
La chica se dio la vuelta dispuesta a irse con la cabeza alta, como buena leona. Pero una mano la detuvo.
—El silencio es algo neutral. Tú misma me lo dijiste en la biblioteca. No es ni bueno ni malo.
A Hermione no le dio tiempo siquiera a procesar aquellas palabras porque la mano de Harry Potter estaba sobre su mejilla.
—Tú también me gustas, Leona Modesta.
A Hermione no se le ocurrió nada coherente. Así que se dejó llevar.
Sus rostros se acercaron y al final sus labios se unieron lentamente.
Y así la leona y el león se encontraron por fin.