¿Clases de baile? ¿Yo?

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—¿Clases de baile? —cuestionó un Harry Potter muy confuso—. ¿Yo?

—Tú no —frunció el ceño la pelirroja—. Nosotros.

—¿Por qué tenemos que aprender a bailar para la boda? —preguntó el ojiverde.

—Porque si no haremos el ridículo, y sabes que tengo razón.

Harry bufó dándose por vencido. En ese tipo de cosas no hacer caso a Ginny era sinónimo de error catastrófico.

Y es que a su prometida se le había metido en la cabeza que debían aprender a bailar o si no todo el mundo se reiría de ellos. Y Harry se preguntaba: ¿Cómo se van a reir de ti en tu propia boda? Claro que no se atrevía a decirle eso a Ginny, así que al final tuvo que hacer caso.

Al día siguiente ambos se habían vestido con ropa cómoda, pero elegante, para su primera clase.

—Estoy muy emocionada —comentó Ginny—. No pensé que aceptarías tan rápido.

—Bueno, si a ti te hace ilusión creo que está bien —dijo Harry no muy convencido de aquella idea.

Ella sonrió radiante y al chico le pareció un milagro poder ver esa sonrisa lo que le quedaba de vida. Lo cierto es que a pesar de ese tipo de caprichos pequeños, Ginny Weasley, pronto Potter, era su mayor tesoro y alegría.

La puerta del salón de baile se abrió de golpe, y un hombre bastante extravagante caminó hacia ellos. Tenía el pelo verde y era extremadamente delgado.

Harry miró a Ginny de reojo, pero a ella no parecía importarle el aspecto del tipo.

—Gracias por...

Él la mandó callar.

—¿Hemos venido a hablar o a bailar? —cuestionó él.

Los magos asintieron algo sorprendidos.

—A bailar —contestaron.

—Bien, tengan eso claro.

La clase fue agotadora para los tres, y digo los tres porque su maestro estuvo a punto de lanzarle un Crucio a Harry en varias ocasiones, pero al parecer sería perjudicial para su negocio.

—La clase ha acabado —el extravagante hombre permanecía sentado tapándose la cara—. Practiquen en casa, por favor.

El matrimonio asintió y salió del salón de baile totalmente avergonzados.

—Se me da mucho peor de lo que creía —Harry se rascó la nuca.

—¿Qué dices? ¡Te pisé más de cinco veces! —Ginny se carcajeó.

—El tipo nos miraba como si quisiera lanzarnos el hechizo más doloroso creado —el mago también se echó a reir.

—Creo que tal vez incluso habría podido crear uno nuevo —exclamó la pelirroja que casi alcanzaba el color de su cabello por la risa.

La gente se paraba a mirarlos, ya que se reían en medio de las calles de Londres como si mañana se fuera a acabar el mundo. Incluso contagiaban su alegría a quienes pasaban por allí.

Aquel día, cuando llegaron a casa practicaron hasta la hora de cenar, riendo cada vez que el uno pisaba al otro y girando sin control por el salón.

—Esto es tan divertido —había mencionado Harry al dar una vuelta a su prometida.

—¡Lo sé! —ella rió—. ¡Si el maestro nos viera hacer esto se desesperaría!

Terminaron agotados, pero no desistieron y tras mucha, mucha práctica consiguieron bailar decentememte en la boda. Lo cual enorgulleció a Harry muchísimo.

Sin duda, aquella nueva vivencia se podría añadir a la larga lista de aciertos de la mujer a la que amaba, Ginny Weasley.

One Shots de Harry PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora