[CAPÍTULO 17: "LA SUSURRANTE, LA VEZ QUE LA CONOCÍ"]

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/León/

Cuando regresé de Rusia no pensé hacerlo tan pronto, tenía planeado aplazar la llegada una semana más debido a que la misión había comenzado a tener fortaleza. Al infiltrarme me enteré de muchas cosas pero supongo que lo que más me llamó la atención fue el archivo secreto por el que todo el mundo quiere poner sus manos: “LA SUSURRANTE” al parecer los rusos ya saben la identidad de esta, sí, es una mujer, pero no saben su rostro, fácilmente pueden buscarlo con el “ojo de Dios” y encontrarla, pero me encargué de eliminar toda huella del archivo tras descubrir a qué mujer persiguen.
Marinette Dupain-Cheng.
La razón por la que regresé antes es ella. Antes de que nuestra organización enemiga sepa la identidad de la susurrante quiero asegurarme que será protegida.
Así que cuando salgo corriendo con ella en brazos la aferro a mí. Mi corazón está que retumba con fuerza, siento que en cualquier momento moriré pero al menos quiero que ella se salve. Me asusté y temí lo peor cuando noté a una mujer apuntándola con su arma, no lo dudé ni un segundo y acabé con ella. Pero aun así no dejo de tener miedo.
Todos en la sala de comando están gritando de pánico por los pasillos sucede lo mismo, sacan a los enfermos de sus habitaciones y se apresuran a evacuarlos. La alerta se ha esparcido por toda la central, si no fuera por aquel testimonio de la mujer todos pensarían que hay un intruso en la organización.
Marinette está observando todo y no me habla…
Sé que se ha estado viendo con Chat Noir en mi ausencia, no soy quien para recriminarle porque fui yo quien le pidió que no seamos pareja, ella me lo dijo esa noche en que irrumpieron sus amigos en su habitación, quería ser mi novia y yo su novio…
Por otro lado Adrien no sabe cuánto equivocarse. Entiendo su conducta repentina como también sé que no está enamorada de la peli azul como yo lo estoy de ella hace muchos años.
Todavía lo recuerdo, no importa el momento ni lugar en el que esté como ahora que estoy corriendo por mi vida con la mujer que quiero mientras el techo se derrumba, siempre me trae nostalgia la vez que la conocí.

[Hace diez años]

Me habían rechazo por primera vez en toda mi vida, la chica de la cual me enamoré era hermosa, baja, de cabello negro y rizado, le propuse ser mi esposa y se negó… solo tenemos veinte años, eso dijo ella.
Me sentía un ridículo con aquella contestación con demasiada lógica. Era la primera vez en mi vida que me replanteé abandonar mi trabajo por uno normal.
Salí de aquella escena de humillación y caminé mientras me mojaba la fuerte lluvia, era normal el que lloviera mucho por este tiempo, siempre he creído que si alguien te da su paraguas está destinado a ser el amor de tu vida o al menos eso me hacía creer mi madre cada que me daba el suyo cuando llovía fuerte.
Las tiendas comienzan a cerrar y muchas parejas sonríen agarrados de la mano bajo un mismo paraguas, me miran, tal vez porque estoy solo, triste y mojado. Miro los tatuajes en mi mano y siento ganas de quitarme la piel ¿Será por eso que me rechazó? Muevo la cabeza quitando esos pensamientos estúpidos, ella me dejó porque aún no estamos listos para el siguiente paso.
Me siento en la acera de cerca de una panadería justamente al frente de esta, emana un calor delicioso y el olor es grandioso.
Estoy tan sumergido en mis pensamientos que no ya no noto cuando la lluvia se detiene, alzo la mirada y me sorprendo aún más cuando veo un paraguas cubriéndome.

—Te estás mojando—dice una pequeña voz, la mira y me sorprendo de lo pequeña que es y por lo que me ha dado su paraguas

Tiene el cabello azul corto con dos coletas pequeñas a los costados, sus ojos son celestes con una mezcla de grisáceo, tiene la tez blanca pálida y sus mejillas con un rubor rojo, su uniforme de primaria está empapado por la lluvia y una cálida sonrisa adorna su rostro perfecto.
¿Cómo puede ser una niña tan linda?

—Eh gracias—tomo el mango del paraguas y ella da la vuelta para irse—. No te vayas—es lo único que digo—. Es tu paraguas, úsalo tú

Me vuelve a regalar una sonrisa.
—Yo vivo aquí en frente, no hay problema, tú estás solo, me llamo Marinette

Medio sonrío, no creo que una pequeña niña deba decirle su nombre a un desconocido.

—¿No tienes miedo de hablar conmigo?

Ella enarca una ceja curiosa.

—¿Por qué tendría miedo? Ya soy mayorcita, tengo once años—lo último lo dice con mucha alegría

Suelto a reír y ella hace un puchero.

—¿De qué te ríes? Aún no te has presentado

—Me llamo Law Trafalgar

Ella se agacha y mira atentamente el tatuaje de mi pecho. Un enorme corazón con rostro.

—Tienes muchos dibujos en el cuerpo ¿Verdad?

Asiento y ella sigue observando, creo que dirá que no le gustan o que su madre le ha advertido sobre los chicos tatuados o algo por el estilo.

—¡Me gustan! ¿Puedo hacerme uno yo de grande?

—¡Marinette!—le llama una señora bajita desde la puerta de la panadería—. ¡Ven entra te estas empapando!

Creo que es su mamá.

—Adiós Law

Da media vuelta y echa a correr hacia su madre quien le abraza y me echa un vistazo. De seguro debo parecer un mendigo sentado con un paraguas en la mano mientras la lluvia cae a cántaros.

[Presente]

Luego de aquel momento seguí cruzando con Marinette, cuando iba por un café la veía con sus amigas, cuando estaba en una misión la veía sentada en el parque dibujando, varias veces cuando era yo el francotirador miraba su casa donde la veía salir sonriendo, creo que el destino la puso en mi camino de una forma repentina y prohibida, ella teniendo once años y yo alguien de veinte en ese momento, así que esa niña no podía gustarme, eso era ilegal y malo, pero me atraía y no dejaba de idealizarla como la mujer más pura y frágil.
Cuando la vi cruzar la puerta de la organización aquel día hace seis años, mi corazón dio un vuelco de felicidad, ahora ya no hay fronteras ni límites, cuando se volvió mayor de edad comencé a coquetearle de forma indirecta…
Siempre he creído que si alguien te da su paraguas está destinado a ser el amor de tu vida y quizás sea cierto. Quizás ella lo sea, por eso llegué en el momento exacto cuando iban a matarla, por eso corrí como loco al hotel donde se escondía aquel día que le dispararon.
La luz del medio día me daña la vista pero sigo corriendo mientras que las personas que voy dejando atrás no dejan de gritar de terror. Me detengo a unos cuantos metros de la entrada de la base, me fijo en todos los que lograron salir a tiempo y como quedó destruido el lugar.
Dejó a Marinette en el suelo y alzo la vista para ver como las avionetas que bombardearon la base central da giros por el aire y desaparece rápidamente como si se estuvieran burlando.

—León, mierda—escucho que dice Marinette y cuando volteo a verla está llorando observando como ha quedado todo—. León—susurra mi nombre de una que me desgarra—. ¡Dime que es todo es mentira! ¡Que no ha sucedido nada de lo que estoy viendo!

Su rostro se baña en lágrimas, me acerco a ella y llora desconsoladamente en mi pecho.
Ahora entiendo porque la amo, porque ella me brinda ese alivio que necesitaba en mi peligrosa vida. No quiero esto para ella, debe dejar este trabajo.

YO DEBI ESTAR CONTIGO BAJO EL PARAGUASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora