El miedo se había apoderado de David, gritando a todo momento y balanceando el cuerpo sin parar. El ruido era tan grande que Enamuelle terminó abofeteando la cara de mi hermano un par de veces. Fue tan despiadado ese tipo.
―David, tranquilízate no te va a pasar nada ―le dijo el reverendo, acariciándole su rostro. ―Nosotros solo queremos ayudarte.
Todos miraban atentos como hacía calmar a mi lamentado hermano. Tan tranquilo era él, parecía todo un santo, un ser de luz y bondad. Tremendo cinismo no lo vi en ningún otro ser humano.
Estuvo detenido por un momento, observando el maltrecho cuerpo de David, sonriendo de vez en cuando, regocijándose en su ser.
―Emanuelle, puoi continuare ―indicó a su compañero, señalando a David. ―Señor Eduard, Señora Clara, acérquense por favor, ya vamos a dar el paso final. Con esto podrán tener a su hijo de vuelta ―y así lo hicieron.
Por señal del reverendo, Emauelle comenzó a buscar en la misma bolsa de hace rato. Solo le tomó un par de segundos sacar una daga enchapada en oro, formando la silueta de un rostro medio extraño. Las incrustaciones de esmeralda que asemejaban unos ojos rojos, parecían mirar de manera muy siniestra.
[latín]
"
Acepta a David como carne de tu carne
"
Se acercó a mi hermano y en su pecho marco un símbolo muy extraño. La sangre corría por su pecho lentamente, y sus gritos atormentaban mis oídos.
Las manos de ese hombre sostenían muy en alto aquella daga, dirigiéndola directamente al corazón. De pronto todo se quedó en silencio. Enamuelle había caído tendido al piso. Y ahí se quedó, ahogándose en un charco de su propia sangre.
Mi madre le había enterrado un cuchillo en el costado derecho, debajo de las costillas, donde no hay huesos y la carne es más fácil de perforar y rasgar. El cuchillo se deslizó unos cuantos centímetros con bastante facilidad. La sangre manchó su ropa, y parecían verse las entrañas salir. Ahí entendí que mi madre se convirtió en esclava de la locura, apenas y podía discernir. Supongo que fue el remordimiento de madre lo que lo motivó a actuar de tal manera.
Isaías con total frialdad caminó hacia el cadáver, se agachó y lo miró por un instante. Sujetó la daga que Emanuelle había dejado caer y se paró. Su rostro no tenía expresión, sereno dio un par de pasos mirando a mi madre, y sin duda alguna, se lo clavó en el estómago.
Por un instante quise gritar, pero no se de donde saqué las fuerzas para quedarme callada, inerte, sin generar expresión alguna, inmóvil debajo de ese montón de cajas, viendo con el cuerpo de mi madre se desplomaba lentamente, sin expresar ninguna queja de dolor.
A lo mejor fue idea mía, pero en el preciso instante en el que la cabeza de mi madre chocó contra el piso, sus ojos conectaron con los mío, no sé si aún seguía viva o solo era un simple cadáver ya, pero sentí que me miraba.
―¡Clara! ―exclamó mi padre mientras corría a recoger el cuerpo de mi madre. Su blanca ropa ya se había empezó a teñirse de rojo. ―¿Por qué ha eso? ―preguntó entre lágrimas. Cargando entre brazos a quien había sido su esposa por más de 20 años.
―Don Eduard ¿Cómo le explico? Su esposa interrumpió la ceremonia de sacrificio. ―Contestó lento y pausado, mientras limpiaba la daga con sus ropajes.
―¿Sacrificio?―dijo con voz tenue y temblorosa.
―El miedo hace a los débiles, y los débiles solo son un estorbo en este mundo sino no saben obedecer ―Respondió riéndose. Se dirigió a donde estaba David para concluir, pero cuando estaba por ejecutar acción alguna, mi padre con un brazo lo sujetó por el cuello, cogiendo con fuerza la mano que sostenía la daga. Forcejearon un poco hasta que por fin pudo arrebatarle aquella daga.
Estaba sufriendo, y con el sufrimiento encima, empujo al reverendo haciéndolo caer al piso, muy cerda de mi madre.
―Usted es el mismo satanás en persona ¿Cómo puede vestirse y autoproclamarse servidor de Dios?
―¿Escuchó hablar algunas veces del lobo que se vistió de oveja? Algo de sentido tiene en mi ―respondió riéndose de manera exagerada, mientras se ponía de pie.
La furia se había apoderado de mi padre, y no lo pensó dos veces, solo se lanzó contra él y le atravesó la garganta, la sangre salió por doquier. Solo bastaron segundos para que callera al piso y con él, mi papá.
Los dos murieron al instante, el reverendo había utilizado el cuchillo que mi madre dejó caer a su muerte. La sonrisa de Isaías nunca se borró, incluso después de muerto.
Yo me quedé callada bajo ese monto de cajas hasta que amaneció, no pegué ojo en toda la noche.
Al día siguiente utilicé la llave para quitar las cadenas y me llevé a David. En casa cuidé de él y curé sus heridas. Ese día me prometí que nunca lo dejaría solo, que pasara lo que pasara, estaría con él, cuidándolo siempre.
Tan solo tenía siete años en aquella época. No merecía tan cruel destino. Yo se que pronto moriré, pero antes de eso quiero librarme de esta carga.
―Es por eso que decidí contártelo, hija mía.
―Puedes liberarte de esa carga mamá.
―Eso espero Clara, eso espero.
―A todo esto. Es curiosos que papá se llame igual que el tío David...
FIN.
⋙════ ⋆★⋆ ════ ⋘
☪GRACIAS INFINITAS por haberme acompañado en esta corta pero emocionante historia. A todos los que llagaron hasta aquí y a los que no. ☪
⋙════ ⋆MENCIONES ESPECIALES⋆ ════ ⋘
☪En realidad las menciones especiales son para todos ustedes. Seguiré trabajando en nuevos proyectos, espero contar con su apoyo☪
Ayúdame con un VOTO y un valioso COMENTARIO.
『GRACIAS』
ESTÁS LEYENDO
El Granero
HorreurAun vivo con la incertidumbre de lo que pasó aquella noche del 31 de octubre de 1766.