4. Entre los poros de mi piel

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Aquella noche Raquel no durmió especialmente bien.
Se despertó de repente y miró el reloj, eran las 7:30, el despertador había sonado hacía media hora y no se había dado ni cuenta. Si no se daba prisa llegaría tarde a clase. Se vistió corriendo, metió sus cosas en su bolsa y corrió lo más rápido que pudo. Salió tan rápido de la residencia que la recepcionista no se dio ni cuenta. Por mucho empeño que puso en correr, el camino hasta la academia era de media hora, media hora que se había pasado durmiendo de más, así que, como era de esperar, llegaría tarde.

Cuando entró a la academia fue directamente a su clase. Estaba vacía.

*Dónde está todo el mundo?* -Pensó, y entonces se dio cuenta: *Mierda, la primera clase era de preparación física*

Salió corriendo a los vestuarios para ponerse la ropa de deporte. Debido a que ya había pasado la hora de entrar a las aulas, no se encontró a nadie ni en el vestuario ni por los pasillos. Cuando llegó al pabellón deportivo llevaban ya diez minutos de clase.

--Buenos días señorita, llega diez minutos tarde. -Dijo la profesora-

--Ya, lo sé. Lo siento de verdad. Es que el despertador... -Dijo Raquel muy avergonzada-

Llegar tarde no era propio de ella y no estaba acostumbrada a tener que pasar por este tipo de situaciones.

--Pues ahora mismo todos sus compañeros están haciendo una actividad en pareja como el otro día, cuando acaben esta ronda te cambias por alguno de ellos, ahora no hay nadie libre para hacerlo contigo.

Raquel se sentó en las escaleras del pabellón a esperar a que sus compañeros terminaran, le sabía mal haber llegado tarde y perderse la primera ronda de ejercicios pero ahora mismo prefería estar allí sentada sola.

De repente se escuchó la puerta del pabellón cerrarse de un portazo.

--Murillo baja, ya tienes pareja para los ejercicios. -Dijo la profesora a los pocos segundos-

Raquel bajó la escalera y entonces vio quién sería su pareja. No se lo podía creer. Otra vez ella.

--Alicia esta es...-Dijo la profesora-

--Raquel, sí, lo sé. -Dijo Alicia interrumpiendo a la profesora con una sonrisa pícara en la cara-

--Perfecto, pues iros al fondo, allí hay hueco para vosotras. Haced cuatro series de los ejercicios que os expliqué el otro día.

Raquel no articuló palabra, se conformó con seguir a su compañera hasta el fondo del pabellón.

--Venga, vamos a empezar. -Dijo Alicia-

Los ejercicios eran casi todos dándose la espalda, haciendo forcejeos y llaves. A Raquel al principio le costaban, sobretodo por la altura de Alicia. En cambio a ella le resultaban más fáciles, así que le explicó a Raquel como hacerlos mejor.

--Así no es. -Dijo Alicia- Tienes que agarrarme más fuerte con los brazos y tirar hacia delante. Venga inténtalo de nuevo.

Gracias a Alicia a Raquel, tras varios intentos, cada vez le salían mejor los ejercicios.

Ya solo les faltaba uno, este no era de espaldas si no que consistía en una prueba de fuerza. Una de las dos se recostaría en el suelo y levantaría una barra, la otra tendría que sujetarse a la barra para que la de abajo soportara su peso. La primera en ponerse abajo fue Alicia, que superó el ejercicio con bastante facilidad, más de la que Raquel se esperaba. Alicia era delgada y no aparentaba tanta fuerza como la que realmente tenía.

Cuando le tocó a Raquel, esta subió la barra para que Alicia se apoyara sobre ella. Los dos primeros segundos los soportó, pero luego, se le aflojaron los brazos haciendo que Alicia cayera. Por suerte Alicia puso los brazos en el suelo a tiempo, consiguiendo no aplastar a Raquel.

Raquel soltó un pequeño grito esperando el golpe del cuerpo de Alicia contra el suyo, pero se relajó cuando vio que Alicia había evitado el impacto.
La tenía pegada a la cara, con los brazos uno a cada lado de su cabeza. Raquel podía sentir su respiración agitada. Alicia también podía sentir la suya. Se miraron durante varios segundos. Raquel observó las pecas de la cara de Alicia y el color de su tez, que la hizo pensar en la luna. Alicia también la observaba. Se dio cuenta de lo bonita que era, con sus ojos azabache y su cabello color miel. Las dos notaron la tranquilidad que les daba la otra. Entonces, empezaron a notar la tensión de sus miradas y Alicia se levantó rápidamente.

--Perdona, se me han ido los brazos. Te has hecho daño? -dijo Raquel ignorando todo lo que había pasado-

--Sí, estoy bien. No te preocupes. Ya se ha acabado la clase no? Pues vámonos.

Raquel la miró y Alicia le evitó la mirada, pero entonces se dio cuenta de que su compañera seguía en el suelo así que le tendió la mano.
*Lo hago solo por compañerismo* Se dijo para sí misma.

--Anda sube. -Le dijo Alicia a Raquel con su tono cortante y vacilón de siempre-

Raquel le dio la mano y Alicia dio un tirón para ayudarla a levantarse. Cruzaron sus miradas por un segundo y entonces se fue.

Raquel también salió de la clase. Se dirigió al vestuario para ducharse y cambiarse pero esta vez Alicia no entró allí y aquella había sido su única clase del día juntas así que no esperó verla más después de aquel momento. Eso la apenó un poco. En la clase que pasaron juntas había descubierto que Alicia también tenía un lado divertido y se lo habían pasado muy bien juntas.

En la clase siguiente Raquel se sentó con Alberto, quien tras un largo rato de escuchar al profesor hablando sobre la constitución española, empezó a contarle los problemas que había tenido la hora anterior en la clase de preparación física con su compañero.

--...esque me daba unas hostias increíbles, estaba fuertísimo. No pude levantarlo en ninguna llave. Espero que en las pruebas finales no me toque con él porque si no estoy jodido la verdad. Es que si vieras sus brazos, eran más grandes que...

Alberto notó que Raquel no le estaba escuchando y dejó de hablar.

-Raquel estás bien?

Raquel se dio cuenta de que no había escuchado nada de lo que su compañero le estaba contando.

--Ay, perdona Alberto, últimamente estoy todo el día en las nubes...

--Raquel si tienes algún problema puedes contármelo eh. -Respondió Alberto poniendo su mano sobre la de ella-

Raquel notó la aspereza de la mano de Alberto sobre su piel. Miró sus dedos rozando los suyos y entonces recordó la cálida y suave mano de Alicia. Automáticamente evitó el contacto con Alberto. Él no dijo nada.
Raquel no entendía lo que le estaba pasando. Solo visualizó el momento en que Alicia la había ayudado a levantarse y sintió que aquella mano, a diferencia de la de Alberto, había encajado perfectamente con la suya. Aquel tacto dulce le había acariciado el alma y había despertado algo en ella. Y que, por mucho que quisiera, ya no podría borrar aquel recuerdo de su piel.

Ralicia || La academiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora