Capítulo 7: "Militar"

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Soldado.

Salir con Héctor fue la mejor decisión que he tomado. Cada vez que salíamos era una nueva aventura, me encantaba estar con él y cada vez me gustaba más. Descubrí que Héctor de adulto era una caja de sorpresas buenas, nunca hacia algo de la manera tradicional y era algo típico de él. Era más alegre, atrevido e incluso valiente y no es que no lo fuera antes, es solo que ahora sí lo demostraba sin miedo.

La mayoría del tiempo me la pasaba muy bien con él, pero como la vida real no es un cuento de adas, también habían sus días no tan buenos. Quizás fue por el exceso de confianza o que simplemente en esos momentos no estaba de humor, pero en ocasiones Héctor hacia que me enojara o más bien, me sacaba de quicio. Se que es normal enojarse con las personas, pero nunca he sido muy buena cuando me enojo. Varias veces Héctor recibió un poco de mi lado más feo, me daba mi espacio y luego volvía a hablarme; pero a veces, no tenemos solución y seguimos callendo en los mismos errores.

Hubo un momento en que realmente me enojé con Héctor. Hoy en día ya ni recuerdo bien porqué,creo que fue por un comentario que hizo y no quise hablar con él por cinco días. Suena poco, pero es mucho para alguien con quién hablas todos los días sin falta. Raro para dos personas que no son nada especial, pero así eran las cosas.
Estaba tan enojada que no contesté sus llamadas, textos, absolutamente nada, ni siquiera leía lo que me enviaba porque no quería que viera que leía los mensajes. Lo único que si escuchaba eran los mensajes de voz que dejaba al llamarme.

Estaba enojada y recuerdo que también estaba muy ofendida. En esos cinco días me llegó a dejar más de veinte mensajes de voz y no no me hizo temblar ninguno, pero si que tocó algo en mi cuando en uno de ellos dijo lo siguiente.

"Laila ya no se cuantos mensajes te e dejado y ya es el quinto día que no se de ti. Comprendo que estés enojada y te di tu espacio pero ya me estás preocupando. Contestame por favor, acepto que estés enojada pero por lo menos déjame disculparme. Aveces hablo sin pensar, por favor. Me duele mucho que no me contestes, por favor."

Lo que dijo, su voz, la manera en que tomaba pausas antes de seguir hablando y como realmente se escuchaba dolido, me hicieron pensar. Aún seguía enojada, pero me sentía triste al saber que a Héctor le doliera tanto no saber de mi por cinco días y supiera que yo estaba enojada con él. No soy de perdonar fácilmente, a menos que sea sincero.

Todo el día pensé en ese mensaje y en la situación, pero no hice nada. Al siguiente día, a eso de las doce del medio día, Héctor me estaba llamando nuevamente. Me quedé mirando el celular, esta vez sí quería contestar pero no lo hice y dejé que dejará de sonar. Unos segundos después, la pantalla dice que tengo un nuevo mensaje de voz y ya a este punto no me sorprende. Pongo mi clave y escucho el mensaje.

"Hola Laila, soy yo de nuevo. Sabía que no me ibas a contestar...
- suspira -  Aún así lo intenté y espero que escuches este mensaje. En estos días e estado muy agobiado y quiero pedirte disculpas y hablar contigo para que ya no estés enojada, pero no me has dejado hacerlo. Así que, hoy a las cuatro de la tarde voy a estar en nuestro lugar de la playa. Ya sabes cuál es. Te esperaré, espero que escuches este mensaje y que vallas por favor. - en casi un susurro - Por favor no faltes, te lo pido."

Tuve que escuchar el mensaje una vez más, ¿que se supone que haga? Sí, aún estoy enojada pero Héctor de verdad quiere hablar conmigo y escuchar porque estoy enojada. Incluso está aceptando el riesgo de que decida no ir a verlo a la playa, ¿quien hace eso?

Creo que ya es suficiente y siendo sincera, no quiero perder la amistad de Héctor. Decidí ir a verlo en nuestro lugar en la playa. Cuando llegue y bajé del auto, lo ví a lo lejos. Estaba sentado en una toalla en la arena, mirando hacia el mar y de espaldas hacia mi. Ya eran las cuatro con cinco minutos y me quedé allí unos segundos, viéndolo desde lejos antes de acercarme. Al parecer me quedé mucho tiempo viéndolo porque dejó de mirar el mar y ahora está cabizbajo, mirando sus propias manos. Creo que comenzó a pensar que no vendría, así que decidí caminar hacia él y enfrentar la realidad.

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