Consuelo

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Había llegado a la casa de su mejor amigo, ese que pase lo que pase no lo dejaría solo.

Que le contaba todo lo que pasaba.

Que no le podía mentir.

Si él sabía algo de Samuel él mismo se lo diría, aunque pareciera inoportuno y poco amistoso sabía que podía contar con él.

Las lágrimas seguían cayendo de sus ojos, llegando al asiento del auto.

No sabía qué pasaba con Samuel, no sabía porque sé comportaba así.

Y lo que más dolía es que no le confiara lo que pasaba.

Jamás habían llegado al extremo del contacto en una pelea, siempre mantenían una distancia prudente.

Y esta vez una gran mancha de rojo adornaba su piel que era tapada por el abrigo.

Una mancha que aunque se iría, no se llevaría el recuerdo.

Había pasado miedo, para que mentir que no, su cara, la acción en sus gritos.

Otra vez había apagado su voz con un grito.

Las cosas se repetían una y otra vez, los gritos y pelas, todo era arreglado con un lo siento, flores y cenas en un bonito lugar.

Pero ahora, solo por algo como no tocar la puerta había una discusión.

¿Qué le pasaba? es la duda que más rondaba su cabeza, siempre supo que su novio sufría de mucho estrés, por el trabajo, por las deudas, por rollos internos, pero esto había sobrepasado todo eso.

No fueron muchos insultos, palabras hirientes, o gritos.

Pero dolía, dolía más que antes, no sabía si era presentimientos, preocupación, o decepción.

Salió del auto, no sin antes tomar un porro que había guardado en la guantera del coche, lo encendió y ahí se quedó, sin llamar a nadie, sin contactarle a Mangel que ahí estaba.

Solo él, un porro, y un terrible dolor y desesperación por saber que sucedía.

Y ahí, en medio de la noche, supo que las cosas estaban tomando otro rumbo, el amor aún corría sus venas, y estaba seguro que en las de su novio pasaba igual, pero tenía que poner un hasta aquí.

Antes de que el tiempo lo pusiera.

Lo que él no sabía es que el tiempo era poco.

.....

Mangel veía todo desde la ventana, su amigo estaba ahí, llorando, fumando y sobando su brazo.

Tenía miedo del porque estaba ahí, quizás Samuel ya le había contado todo y había terminado así, quizás las cosas se había salido de control.

Quizás se había dado cuenta del poco tiempo.

O que el tiempo en esta ocasión, era el enemigo.

.....

Había estado llorando unas dos horas, sabía que la había cagado.

Sabía que en el momento que quiso mantener a Rubén lejos de la habitación la había cagado.

Pero no quería tenerlo ahí, había decidido no decirle nada, sabía que si lo hacía no soportaría verlo derramar lágrimas, las últimas lágrimas que serían por otra cosa externa a las peleas.

Rubén era muy sensible, cada que las cosas se ponían intensas el soltaba un par de lágrimas, no había ocasión donde no lo hiciera.

Y eso le hizo sonreír, para luego darse cuenta que no lo tenía que hacer, que se merecía el dolor en el pecho por haber hecho llorar a su pareja, a quien ama.

Rubén tenía tantos sentimientos que no fue suficiente tenerlos, los quiso expresar, con bolígrafo y papel.

Desde entonces decidió escribir, hasta ahora tenía un libro, un bello libro.

Y a eso se dedicaba, trabajaba para una editorial que editaba su libro.

Expresando sus sentimientos en papel.

Sentimientos que el mismo pudo sentir, que él fue el único en tenerlos.

Rubén era hermoso, su piel blanca, sus ojos y su cabello, su forma de ser y sus defectos.

Todos eran motivo para enamorarse de él.

Y él lo hizo, se enamoró tan profundamente de él, siendo Rubén el único que logro ver sus fantasmas cuando ni el mismo los veía.

Siendo solo el único que pintó una sonrisa verdadera en su rostro.

Rubén era arte a los ojos de Samuel.

Samuel era ruinas a los ojos de Rubén.

Y el turista era capaz de ver belleza en ruinas.

Y Rubén la vio en él.

Rubén era su turista.

Los turistas solo están un momento, ven, guardan el momento y lo recuerdan para siempre.

Continuará...

Fernny.

Abrázame.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora