Capítulo II

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Faltaban cinco minutos para que dieran las diez de la mañana e iba tarde, como siempre tarde.

Genial, Emma.

Deshice la voz en mi cabeza para pasar un vestido sobre el bikini azul marino que llevaba para tomar rápido un par de sandalias de piso, mi bolso con bloqueador, las gafas y mi celular junto a su pila portátil.

Mientras salía corriendo de la habitación, me hice un chongo en mi cabeza y me coloqué las gafas de sol para que cubrieran las ojeras. Solo había tenido tiempo de cepillarme los dientes y lavarme la cara rápidamente. Seguramente Elliot ya estaría yéndose y pensando lo impuntual que era o lo grosera que había sido al dejarlo plantado, pero por desgracia mi celular murió y la alarma no sonó.

Corrí lo más rápido que pude y cuando llegué al lugar donde acordamos, vi a un chico alto y rubio apoyado contra una pared, manteniendo una expresión seria mientras algunas chicas intentaban hablar con él.

Su expresión me hizo reír y revisé la hora en mi celular que seguía cargándose en la pila portátil, viendo que había llegado veinte minutos tarde. Mientras me acercaba hasta ellos, me pareció divertida su expresión de irritación.

Ellas hacían lo típico, movían su cabello enroscado en sus dedos, movían los labios seductoramente y fingían una risa que terminaba con sus manos apoyadas sobre el brazo de Elliot.

Él no se dio cuenta de mi llegada gracias a que tenía los ojos fijos en una rubia que no dejaba de acercar su escote a su brazo. Con una mueca y ganas de divertirme me acerqué hasta ellos con los brazos cruzados.

—¿Quiénes son ellas, Elliot? Creí que éramos solo tú y yo. —Vi con molestia fingida a las chicas, quienes abrieron de manera exagerada los ojos y llevé mis manos a mis caderas—. Otra vez engañándome, ¿cierto? Sabía que no debí confiar en ti, se cancela la boda y el bebé que esperamos se quedará conmigo.

Él me vio sorprendido y sus mejillas tomaron un color rojo mientras las chicas lo veían con la boca muy abierta. Para darle más credibilidad inflé mi estómago y acaricié mi barriga con una ceja alzada.

—Emily... yo... ah...—Las palabras sin sentido de Elliot le daban ese toque real al asunto y mantuve mi expresión en dirección de las chicas.

—¿Quiénes son? —repetí sin dejar de verlas.

—No...no... nosotras no, ah...—balbuceó una de ellas.

—Aléjense de mi hombre, perras—les dije, acercándome a ellas con expresión molesta y de inmediato me obedecieron, se disculparon rápidamente y desaparecieron por un pasillo.

Una vez que fuimos él y yo, me di la vuelta, sonriéndole y soltando una risa al ver su expresión. Dejé que mi estómago volviera a su forma normal y comencé a ponerme bloqueador facial ante sus ojos.

—¿Todo bien, Elliot? —Sus ojos me siguieron observando y una pequeña sonrisa se formó en sus labios.

—¿Qué hiciste? —preguntó riendo y con un poco de asombro.

—Vi que estabas incómodo y te ayudé. Espero que te haya gustado mi actuación—le respondí y me encogí de hombros—. Ahora creerán que eres un prometido infiel y a punto de ser padre.

—Fue buena, solo faltó un poco de calidez para tu hombre—respondió y rodé los ojos, haciéndolo reír.

Ambos comenzamos a avanzar unos pasos mientras él mordía su labio.

—Lamento llegar tarde, mi celular murió y con él la alarma.

—Está bien, creí que no vendrías y comenzaba a ser divertida la invitación de las chicas.

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