Capítulo VII

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El aire fresco de Nueva York golpeó mi cara de manera amigable en cuanto me bajé de la camioneta que me había traído a casa. Con cuidado caminé y el séquito de guardaespaldas me siguió hasta la enorme puerta de la mansión que había pertenecido a mi familia por más de sesenta años y que a lo largo del tiempo había sufrido remodelaciones.

Tenía mi propio apartamento. Un precioso pent-house con vista hacia Central Park, pero llevaba un año sin vivir en él. Prefería estar en casa, con mis padres y mis hermanos a pesar de que vivíamos cerca.

Subí los escalones de la enorme casa con pereza, preguntándome si mis padres estarían ahí o mis hermanos. Me sentía abrumada y no me molesté en preguntar si estarían en Nueva York, Malibú o algunas de las otras casas a lo largo del país.

Conformé avancé el silencio inundó las afueras mientras el personal de limpieza me sonreía con emoción.

—Señorita Emma—dijo Sherly, la mujer que me había servido a la familia desde que tenía memoria.

Le di un abrazo fuerte, tratando de escuchar algo más que me delatara a mi familia, pero no había nada.

—Es un placer verte, Sher—murmuré y me separé de ella, examinándola—. ¿Dónde están?

Ella me vio con una sonrisa cargada de lástima y un golpe bajo llegó a mi estómago, o al menos eso sentí.

Aún me costaba asimilar lo que hice y lo que pasó con Elliot, lo cual era ridículo, o eso quería pensar. Esperaba ver a mis padres, abrazar a mi madre y preguntarle si ella sabía qué era esto que sentía, porque definitivamente no era amor.

—¿Están en Malibú?

Ella se encogió de hombros y acarició mi mejilla suavemente.

—¿Por qué no vas y te baña mientras yo me aseguro de que el chef te prepare tu comida favorita? —preguntó, guiándome gentilmente al interior de la casa.

—Eso tomará mucho...

—No, nada de eso, preparamos las cosas hace horas, solo necesitas irte a bañar, bajar, comer y descansar. Tu madre se ha vuelto loca con tu mudanza a Alemania, Emma.

Cerré los ojos por unos segundos y suspiré, caminando junto a ella. estaba exhausta, quería dormir antes de pensar en las compras de último momento, empacar y demás.

—¿Cómo te fue en el viaje?

—Bien—me limité a decir, pasando mis manos húmedas en mi falda.

—Pareces triste de volver, jovencita—dijo en voz baja, dándome un ligero empujón con el hombro.

Sonreí de lado, pensando en aquel rubio con el que me topé en ese viaje. La primera experiencia luego de un evento traumático podía ser aterradora, pero con él fue dulce todo lo que viví.

Aquellas tardes en la playa, jugando, con él entre mis piernas besándome o cuando hablaba de una vida falsa, aquella donde yo era la asistente de Jen y él me escuchaba atento antes de poner su cabeza sobre mis piernas.

—Extrañaré las vacaciones, fue difícil despedirme del paisaje, el agua y la habitación. —Y de Elliot.

Ella soltó una risa antes de acariciar mi brazo con dulzura.

—Me imagino, cariño, pero vivirás mejores aventuras en Alemania, te lo prometo.

Lo dudaba, estaba lejos de casa, en una escuela de niños ricos siendo todo eso que me llevó al declive y lejos de mi zona de comodidad. Una parte muy interna de mí quería intentarlo, ser alguien nuevo en un lugar nuevo, en un continente lejano y que me permitiera olvidarme un poco de lo que dejé en Nueva York.

Summer loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora