Capítulo V

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Luego de bailar nos fuimos a nuestras habitaciones cada uno. Él estaba feliz y no intentó tocarme, se limitó a dejarme en la recepción, besar mi mejilla y recordarme que hoy iríamos a clases de cocina.

Dormí pensando en lo que había hecho, en lo que había dicho y en ese beso. Hacía tanto que no besaba a alguien, que no tocaba a un hombre y que no dejaba que se acercara a mí más allá de medio metro. Había bailado con él, nos habíamos besado y no fue solo una vez, sino varias las que sucedieron luego de la primera vez.

Él era bueno besando o ya había olvidado lo que era experimentar todo eso con alguien. Me sentía un poco sucia, desconcertada y culpable, pero luego estaba esa sonrisa que no podía borrar de mi boca, esa con la que dormí y con la que me desperté sabiendo que lo vería.

En estos momentos ahí me encontraba, tomando los utensilios mientras Elliot leía una receta con el ceño fruncido. Me sentía feliz de verlo,

—¿Todo bien ahí? —pregunté, tocando una cuchara.

Él asintió distraído, tomando los vegetales frente a nosotros y pasándose una mano por el cabello.

—Soy un desastre en la cocina—respondió y me vio con una sonrisa de lado.

—¿Y por qué estamos aquí...?

—Porque quería salir contigo, Emily.

Sonreí con discreción ante la mirada de Elliot y asentí, tomando el recetario de las manos del chico.

—Lo haremos bien, esto es sencillo, solo aléjate del fuego, no toques ningún cuchillo y te encargaras de los vegetales. —Él alzó una ceja y sacudió la cabeza.

—Puedo ayudarte.

—Lo harás, pero no con algo que nos ponga en peligro.

Él rio de una manera fresca, relajada tal vez.

—¿Te gusta la cocina?

Sacudí la cabeza, recordando aquellos momentos donde debía cocinarle a Amber y Austin cuando mis padres salían del país o de Nueva York y ellos preferían pedirme comida a mí en lugar del chef.

—No, no es mi actividad favorita, pero aprendí a hacerlo.

—A mí no me gusta y no aprendí, ¿puedes creerlo?

Reí y él me vio con una sonrisa de lado.

—Me gusta tu sonrisa, Emily.

Aquello envió una corriente de electricidad a todo mi cuerpo y de manera inmediata aparté mis ojos de él para evitar ponerme más roja de lo que, seguramente, ya estaba. El calor recorrió mi cara, mis orejas, mi cuello y así hasta cubrir todo mi cuerpo.

—Gracias. —Podía decirle que a mí no me gustaba, mostrarle mis inseguridades como lo hice con Theo, pero eso significaba darle el poder de destruirme o usarlas en mi contra—. A mí también me gusta tu sonrisa.

Él sonrió, mostrándomela, enseñando sus hoyuelos y unas facciones más infantiles que las que tenía.

—Es mi fuerte.

Alcé una ceja y eso lo hizo reír.

—Vaya que eres arrogante.

Él me guiñó un ojo con coquetería antes de centrar su atención en el recetario frente a nosotros y ver de manera distraída a las personas a nuestro alrededor.

Éramos los más jóvenes entre parejas de edad avanzada, otros que se veía que no pasaban de los treinta y algunos de unos cuarenta años o más, pero menos de cincuenta.

Summer loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora