Capítulo 4: Quien rompe, paga

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Cuaderno de Ismael II

“El reloj marca la una,

sueños por despegar.

Titila vacilante la luna,

las pesadillas están al llegar.”

Viene a por mí. Lo sé. Hace días que puedo sentir su presencia detrás de mí. Cada vez más cerca, cada vez durante más tiempo. Nunca me atrevo a darme la vuelta y enfrentarla, pero en ocasiones llego a sentir su aliento rancio sobre mi nuca. Húmedo, cálido, con cierto regusto a alcohol barato. Como si nunca se hubiera marchado.

Debería haber sabido que jamás me dejaría ser feliz. Debería haber huido lejos, muy lejos, donde ella no pudiese encontrarme. Pero no pensé, no quise alejarme del lugar que había sido toda mi vida, y ahora es tarde. Demasiado tarde.

Temo que, si me marcho, será Clara quien sufrirá las consecuencias. Ella, la bruja, siempre lo decía. “Quien rompe, paga. De una forma u otra...”. Yo rompí la familia cuando testifiqué en su contra. Eso era lo que gritaba cuando un par de policías la arrastraron fuera de la sala del juicio. Y todo... ¿para qué? Ella acabó ingresada en un maldito loquero en vez de pudrirse en la cárcel, y a mí me mandaron con esos...

Y, hace dos meses, me comunicaron la noticia de su fallecimiento. Un suicidio, dijeron. No sabían cómo había podido pasar, pero se había cortado las venas una noche en su cama. Siempre le había gustado lo dramático a la muy zorra... Yo suspiré aliviado, pensé que quizá habría esperanza después de todo, que la pesadilla había acabado por fin. No obstante su espíritu sigue atormentándome, persiguiéndome a cada segundo. Incluso después de muerta seguirá intentando arrebatarme todo.

Aun así no voy a irme de este mundo sin luchar. Esta vez no. Por una vez en mi maldita existencia puedo contemplar la posibilidad de ser feliz y no voy a desaprovecharla. Necesito... Debo creer que puedo vencerla. Que ya no soy ese niño aterrorizado de nueve años. Que puedo salvar a la persona que más quiero.

Pero entonces siento un escalofrío arrastrándose por mi espalda y sé que toda lucha es vana, que todo esfuerzo es inútil, que sigo siendo un crío tembloroso entre sus manos. Y solo espero que muestre algo de esa clemencia que sé que no tiene y acabé rápido. Y rezo porque Clara pueda huir, que corra junto a su padre. Tal vez él sea capaz de protegerla como no pudo conmigo. Puede que ella se conforme conmigo. Quizá mi muerte sea suficiente para apaciguarla.

IsmaelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora