Capítulo 25

291 38 3
                                    

Alex estaba desesperado y al borde de las lágrimas, su novia estaba perdiendo la batalla entre sus dos partes y no tenía ni la menor idea de lo que podía hacer.

Así que como todo tonto, se acercó a ella.

Kamila levitaba solo unos pocos centímetros sobre el suelo; tres o seis quizás, y se sentía terriblemente débil de tanto luchar por contener tanta energía, conocimiento y percepciones. El castaño puso ambas manos sobre sus hombros; bajo una de sus palmas sintió un calor agradable, y bajo la otra un frío paralizante. Los ojos dorados de la Suprema estaban posados con fiereza sobre sus orbes mieles, pero ella no era consciente de ello.

Cuando Kamila sintió su tacto, todo se detuvo, hasta la lucha que tenía contra ella misma, pero seguía habiendo un caos en su ser.

— Kami, está bien. Estoy aquí — murmuró Alex con temor, no quería perder a lo que más amaba —. ¿Puedes oírme?

— S-s-sí — tartamudeó, tratando de hacer a un lado todo lo que la abrumaba. Pero estaba siendo tan difícil.

— Trata... Trata de concentrarte en mí, ¿sí? No importa lo demás, no pienses en eso — pidió, creyendo que sería una buena manera en la que ella pudiera tener control sobre sí misma.

— Pero no puedo verte — se quejó con la voz entre cortada, como si quisiera llorar, y el castaño se sintió como su pecho se oprimía y se le resbaló una lágrima.

Él acarició los ahora dorados cabellos de la Suprema y esa fue una acción que atrajo la atención de su alma dividida. De a poco los sonidos se volvieron murmullos; el conocimiento se disipaba, aunque ya todo había quedado guardado en su memoria; los olores se fueron desintegrando hasta solo dejar una fragancia entre lavanda y loción corporal que provenía frente a ella. Y sus ojos vieron todo negro, hasta que fue recuperando la visión.

Primero solo distinguía manchas, luego una forma, hasta que logró ver nítidamente el rostro preocupado del krístal, el cual se alejó al ver que había logrado calmarla.

Ella lo miraba y sintió un profundo amor hacia él que hizo que al posicionar sus dedos sobre su pecho tuviera el control entero de su corazón y sus sentimientos. Podía saber y sentir lo que él sentía respecto a ella; y tuvo la oportunidad de jugar con Alex a su antojo; asombrosamente sabía cómo hacerlo.

Pero no lo hizo, había conseguido un equilibrio entre ambas partes suyas, seguía siendo ella, y lo único que deseaba en ese momento era besarlo y hacerle saber cuánto lo amaba. Pero sintió miedo, no sabía si le haría daño besándolo; de hecho, tenía miedo de que él estuviera tocándola en ese instante y algo saliera de ella y lo lastimara. Así que optó por alejarse.

Un frío se apoderó de su alma entera y la melancolía la arropó. Quería que la volviera a tocar y la hiciera sentir querida, lo necesitaba, pero ya había recuperado la consciencia y sabía que necesitaba entender todo lo que había sucedido para estar segura de que no perdería el control.

— Quiero volver a mi cuerpo — dijo en voz alta y el castaño asintió comprendiéndola —. Redit ad templum, anima mea — pronunció y fue absorbida hacia su cuerpo, de donde despertó.

Kamila se sentó, un poco confusa por todo lo que había sucedido, parecía una pesadilla agotadora. Becky abrió los ojos y eliminó el campo. Alex se acercó a la castaña y la abrazó, tratando de ser su consuelo.

Oh, pero había sido mucho más que eso.

Kamila.

Me sentía ligeramente diferente, pero muy abrumada. Podía saber, percibir, y ver cuanto quisiera; pensar planes que me llevarían a acertar cualquier posibilidad que se me viniera a la mente: cómo estafar un banco sin fallar, persuadir personas; manipular sus pensamientos y sentimientos conociendo todas sus debilidades. Era extraño, un poco emocionante... sí, pero resultaba aterrador.

Krístals: La última batalla [A.C. III]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora