Capítulo 33

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— ¿Cómo están esos nervios?

— ¡Activos, mi capitán! — le contestó Zack a Lucas.

— Pues desactívelos.

Alex me abrazaba por los hombros mientras esperábamos a que Trevor volviera, se había ido a destruir cualquier tipo de evidencia que quedara de nosotros. Cuando volvió hizo una aparición exagerada y sonreía como si fuese un psicópata y hubiese cometido el crimen más jugoso de toda su carrera criminal.

— Destruí artefactos tecnológicos chamuscándolos al grado de que no podrán recuperar nada de lo que tenían, el material físico se lo llevó una misteriosa ráfaga de viento. En otros artefactos pasé un virus que carcome la tarjeta madre... Acabé con el futuro de la empresa, además de con la evidencia, básicamente.

— Ósea, que dejaste a muchos trabajadores sin empleo — intervino Finn, siendo objetivo.

— No importa, si matan a mi padre, la empresa pasará a estar a mi mando ya que soy mayor de edad y Thomas no está. — Natasha tragó duro, pero mantuvo su fortaleza —. Y le pasaré el puesto a mi madre, ya lo conversé con ella.

Anastasia dio un aplauso.

— Bien, tenemos la oportunidad de hacer algo bien por la gente por una vez en la vida. No lo desperdiciemos, solo hay que matar a ese desgraciado y ya quedó.

Todos voltearon a mirarme, pero no quería hablar. Probablemente perdería la concentración, solo quería dormir; miré a Alex y él me dio un beso en la frente.

— Bien. Andando.

Tom, Natasha, Raquel y Amelia se quedaron junto a Trevor, quien los protegería en caso de que sucediera algo. El resto nos tomamos de las manos y aparecimos en el aeropuerto.

La pista estaba a rebosar de cazadores.

Lucas, Zack y yo éramos los únicos que estábamos armados: el pecoso con una pistola 9mm, el oxigenado con una metralleta r15, y yo con mi arco.

Nos acercamos al centro caminando con la frente en alto, cada paso rebosaba en poder, y a pesar de que todos los guerrilleros estaban apuntándonos, se alejaban con temor y nos dejaban el camino libre.

Le guiñé el ojo a uno. No pude evitarlo, me parecía todo tan gracioso. Pase de tener miedo a que me lo tuvieran a mí.

Llegamos al centro donde nos esperaba Lancaster. Un hombre encapuchado a su lado alzó la voz:

— ¡No están todos!

— ¿De qué hablas, idiota? ¿Estás ciego o qué? — le espetó Alex y sus ojos se volvieron azul eléctrico.

Le di una palmada en el abdomen para que se relajara. Finn tenía a Becky y a su hermano tomados de las manos, se habían vuelto invisibles y después de que llegamos se posaron en el techo del aeropuerto junto a otros cazadores.

— Quedaban siete de ustedes, y hoy se presentaron solo cuatro. Fuimos muy claros, mostraremos la evidencia si no...

— ¿Si no qué, fortachón? La evidencia no existe — expresó Lucas con burla —. Ah, y sí estamos completos.

— ¿Me has extrañado, Zeddy? — preguntó la pelirroja con aire coqueto y burlón.

— Cada segundo, lindura — habló por fin, sonriéndole asquerosamente. En todo el tiempo que llevábamos allí no habíamos parado de mirarnos. Sus ojos reflejaban odio, pero un tinte de confianza, locura y satisfacción los pintaba. Se acercó unos pasos —. Kamila — saboreó mi nombre y pasó su lengua por el labio superior, luego mordió el inferior —, ahora sé tu nombre.

Krístals: La última batalla [A.C. III]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora