Esos ojos

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Rubius.

Después de pelear por teléfono con mi madre, tire el móvil sobre el sillón que hace poco había colocado, me sentía molesto por obvias razones. Odiaba tener que lidiar con su crisis de “mamá preocupada” solo porque su hijo mayor decidió irse de casa.

¿Acaso piensa que no soy capaz de mantenerme a mí mismo?

Bufe con enojo, llevaba más de veinticuatro horas sin dormir, todo por colocar las cosas en su lugar por la repentina mudanza. Había gastado todos mis ahorros para comprar los muebles que necesitaba y eso me había dejado con lo justo.

No sabía si era buena idea haberme mudado a Londres, pero necesitaba salir del contexto en el que me había criado toda mi vida. Por suerte el alquiler era barato, y solo había dos departamentos por piso. Yo me encontraba en el quinto, aun no tuve la oportunidad de conocer a mi vecino, que es bastante silencioso a decir verdad.

Al parecer está ausente la mayoría del tiempo, mire a mi compañero que descansaba sobre una silla. Me acerqué para acariciar su suave pelaje naranja con amarillo, este solo se estiro con pereza para continuar descansando.

Desearía ser un gato, engordar y no hacer absolutamente nada por todos los días de mi vida, suspire, tal idea era tentadora pero era imposible de realizar.

Tome el periódico, sentándome en la silla de al lado, al abrirlo busque los empleos ofrecidos por el área, la mayoría iba dirigido a profesionales, así que pase página hasta encontrar uno que era perfecto para mí, lavaplatos en una cafetería no tan lejos de donde estaba, sonreí y resalte tal articulo con un círculo rojo. Se entregaba curriculum el día lunes, así que tenía tiempo para descansar y acomodarme mentalmente a mi nuevo hogar.

El sonido de llamada me saco de mi debate interno, busque el móvil que anteriormente había lanzado, “Hermana” resaltaba en la pantalla del celular.

-¡Nieves, mi niña! –me acosté sobre los almohadones del sofá -¿Cómo se encuentra mi princesa?

-¡Osito! –Sonreí por escuchar su tierna voz –yo estoy bien, mamá me dijo que te mudaste.

-Sí, eso hice.

-¿Por qué?

-Necesitaba irme de casa, debo hacer mi vida, ¿sabes?

-¿A dónde te mudaste?

-Estoy en la ciudad de Londres –escuche un grito de emoción del otro lado.

-¡¿En serio?! ¡Eso significa que podre viajar a Reino Unido! –reí.

-Puedes venir cuando quieras mi niña –comente mientras la escuchaba reírse.

-¡Por supuesto que iré! Tenlo por seguro.

-¿Cómo va todo con papá? –bufo al escuchar mi pregunta.

-Creo que no vendré mas a esta casa, me trata como una sirvienta.

-Sabes que cualquier cosa que pase, me puedes decir a mí y no tengo problema de hablar con él –mi tono de voz cambio a una más autoritaria, mis padres estaban separados y vivían en distintos lugares de la misma localidad. Como Nieves es la menor, es la única que va a visitarlo por una o dos semanas, de mi parte, no tengo buena relación con él y no lo veo desde hace un par de años.

-Lo sé –se notaba alegre, eso me tranquilizaba –bueno Osito, te dejo por que debo seguir estudiando.

-Está bien, cuídate mucho ¿sí?

-¡Sip! Nos vemos.

-Nos vemos –colgué la llamada y suspire, al menos mi hermanita si se emocionaba de mis decisiones, era la única en mi familia que siempre me apoyaba.

Anémona Donde viven las historias. Descúbrelo ahora