Rubius.
Era mi segundo día de trabajo, había llegado más temprano del horario que me habían establecido por los nervios que aun persistían del día anterior. Guillermo me miraba con una sonrisa y sin decirme nada le ayude a subir las ventanas de metal que cubrían la cafetería. Si, llegué antes de que esta se encontrara abierta.
-Tu horario de entrada es más tarde –comentó –pudiste dormir un poco más.
-Lo sé –admití con vergüenza –es solo que no puedo quedarme quieto.
-No te preocupes, pero para la próxima no llegues antes que yo, es peligroso esperar a fuera.
-Vale, trataré de no entusiasmarme.
Guillermo era un chico bastante curioso, siempre se mostraba serio pero su personalidad era todo lo contrario, me había recibido con una confianza que nadie en Oxford te brindaba, se ve bastante joven para ser dueño de una cafetería, la curiosidad de saber más sobre ello me carcomía la cabeza. Entramos mientras encendíamos la calefacción, ayude en todo lo que me decía sin rechistar, y cuando todo se encontraba en orden, me dirigí al pasillo de los casilleros para colocar mi mochila en uno de los rincones.
-¿Qué haces? –preguntó.
-Dejo mis cosas –respondí confuso.
-Pero no ahí, debiste decirme que te diera una llave.
-No sabía, lo siento.
-No te disculpes, espera –desapareció por la puerta, espere tranquilo con la mochila en brazos, regresó y me señaló uno de los casilleros –ese será el tuyo, cuida la llave porque es la única que hay –sin decirme más se retiró dejándome solo.
Abrí la pequeña puerta, metiendo mis cosas para luego colocarme el delantal que me ayudaría a no mojarme mientras lavara las cosas. Ninguna persona, además de nosotros dos, llegaba a la cafetería, se notaba que era temprano y todavía la gente no comenzaba su rutina.
Me aproximé a la sala donde se encontraban todas las mesas, en una de ellas, Guillermo estaba sentado mirando por el ventanal pensativo. Dude si acercarme o no, pero sabiendo que solo éramos nosotros dos, decidí por hablarle.
-¿A qué hora habrá movimiento? –se volteó para mirarme, me señaló la silla que estaba al frente de él.
-En una hora aproximadamente, pronto llegaran los demás chicos.
-¿Cómo lograste ser el dueño de este lugar?
-Es una herencia familiar, sigo con las costumbres –noté que no lo decía con mucho ánimo.
-Sé que sonará muy entrometido de mi parte –trate de sonar amable –pero, ¿no has pensado en dedicarte a otra cosa?
No se sorprendió, ni siquiera pareció parecerle una pregunta nueva para él. Sonrió de lado mientras bajaba la mirada, no soy un experto en descifrar algunas cosas, pero entendía a la perfección ese gesto.
-Suenas igual a alguien que conozco –fue lo único que respondió, entendí que no debía insistir con ese tema.
-¿Alguien que conoces?
-Tranquilo, llegará en veinte minutos y lo podrás conocer –asentí curioso. La conversación acabo ahí, nuevamente dirigió su mirada a la ventana, aproveche para observarlo más detalladamente. Me llamaba sumamente la atención el color gris natural de su pelo, le daba un aspecto de modelo de revista, si fuera un empresario de estética lo contrataría de inmediato.
Miré sus ojos, y noté un ligero brillo característico que nunca había notado hasta ahora, se veía como a la espera de alguien, había cierta insistencia que mostraba un sentimiento muy… “oculto” si se podría decir. No sé cuánto tiempo pasó, pero lo que vieron mis ojos me dejó completamente sorprendido. Desde la vereda de enfrente se veía una figura caminando hacia la cafetería y al momento de ver que Guillermo notó esa silueta, el brillo anterior mencionado se intensifico y, una pequeña sonrisa salió de sus labios, comenzaba a verse aliviado y yo solo pude entender una cosa. Esa mirada reflejaba amor.
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Anémona
FanfictionLa leyenda nos sitúa en el jardín de la Ninfa de las flores, llamada Cloris. Céfiro, el espíritu del Viento de Occidente, estaba enamorado de ella y acudía al jardín con frecuencia. Pero la Ninfa, se reía de él. En ese jardín también vivían otras ni...