- Qué cojones... -Caesar se giró bruscamente, propinando un porrazo digno de admirar a la persona que lo había abrazado por sorpresa. Se escuchó un pequeño golpe y, con un poco de cuidado, Caesar fue mirando progresivamente hacia abajo encontrándose con un chico dolorido que se sobaba la mejilla derecha.
- No sabía que eras tan fuerte... -rió con cierta vergüenza, sobándose la mejilla aún enrojecida.
Caesar observó sorprendido al chico, que se levantaba tambaleando, con cuidado, para no volver a caer. Cuando este estuvo del todo en pie, el italiano se dio cuenta de que era ligeramente más alto que él. Procedió entonces a observar su rostro blanquecino, delicado y perfilado, pero solo fueron unos segundos. La verdad es que su cara no encajaba del todo con su cuerpo: tenía unos hombros envidiables y una espalda que se asemejaba a un muro de hormigón, muy masculino. Además, llevaba un top ajustado que ayudaba a visibilizar su esculpido y trabajado cuerpo. Sus piernas no se quedaban atrás: aunque eran extremadamente largas, no dejaban de ser musculosas y fuertes. "- Si te pega una patada no le pides otra..." pensó Caesar mirándolas con atención. Su mirada juguetona subió de nuevo desde las rodillas, pasando por una parte muy íntima (que todos nos imaginamos), deteniéndose durante un milisegundo. - "Qué se supone que estoy haciendo?"- pensó el rubio sorprendiéndose de sí mismo y cubrió su rostro con ambas manos.
Una risita pícara lo sacó de sus acalorados pensamientos.
- No hace falta que te tapes la cara. -sintió unas manos calientes sobre las suyas que, con un poco de fuerza, dejaron el rostro avergonzado de Caesar al descubierto.- No me molesta que me mires...
Aquello último lo pronunció con un susurro que mostraba una voz ronca y seductora, justo al lado de su oreja, erizando la sensible piel del cuello. A continuación, se separó dedicando una sonrisa encantadora a Caesar. En ese momento tuvo una especie de déjà vu: sintió como si en el cuerpo de aquel chico hubiesen actuado dos personas completamente distintas.
- Alto ahí, entonces tú eres... -pronunció incrédulo, dándose cuenta de quién era aquella persona con la que había chocado. Por un instante se avergonzó de no haber reconocido aquellas marcas cerca de los ojos y su voz dulce y melodiosa, además que aquel muchacho había insinuado desde un principio que ellos ya se conocían de antes.
- Entonces, ¿me recuerdas? -preguntó con cierta felicidad en el rostro.
- Pues sí, la verdad es que no me secuestran muy a menudo... -masculló Caesar que estaba empezando a cabrearse un poco, supongo que porque estaba más confundido que nunca y necesitaba respuestas inmediatas.
- ¡Me alegro de que no sea así! -respondió el otro dedicándole de nuevo una sonrisa de oreja a oreja.
Caesar estuvo a punto de golpearlo de nuevo en la cara, pero no lo hizo, decidió que sería mejor ignorar lo que acababa de pasar. Ya se encargaría luego de decirle unas cuantas cosas una vez que hubiese contestado todas las preguntas que tenía preparadas para él.
- Te parece si vamos a algún sitio y... ¿hablamos? -le preguntó aquel muchacho.
- Sí, la verdad es que tengo bastantes cosas que preguntarte.
- Me imagino... -contestó con tono amable.- ¡Ah, sí! Casi se me olvida... -se giró rebuscando en una bolsa de tela que traía colgada del hombro y sacó un girasol pequeño casi marchito. Empleando un poco de Hamon lo hizo crecer volviéndose así una espléndida flor reluciente y sana.- Toma, es para ti. -aquel gesto consiguió enternecer, de alguna manera, el corazón de Caesar y, por primera vez desde que se había separado de Joseph, se sintió tímido. Normalmente era él quien regalaba flores, tenía detalles románticos y quien hacía sonrojar a los demás, pero ese no era el caso.
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ʟᴏᴠᴇ ᴛᴇɴᴅᴇɴᴄʏ ♡; 《caejose》
FanfictionUna noche de lujuria, Caesar y Joseph tienen un encuentro que ninguno de los dos olvidará nunca, un encuentro en que se confirma un sentimiento de amor mutuo. Por desgracia, Caesar se enfrenta a Wamuu y pierde. Joseph queda destrozado por la supuest...