El mundo parecía haber parado de respirar, y también Damien. Había cometido el fallo de depositar demasiada confianza en lo que era tan sólo fantasía, y aunque yo también, él era más sensible, y, además, llevaba más tiempo inmerso en la investigación. En estos momentos entran en juego los amigos, para tratar, por todos los medios posibles, de pegar con palabras los trocitos de corazón hechos trizas y esparcidos. Pero en mi caso, he de admitir que nunca fui buena en consolar. ¿Qué se suponía que debía decirle? La caja no tenía más que roña en su interior, completamente vacía e inútil. Me había subido a un árbol enorme, por una caja vacía e inútil. Aunque fue por una buena causa, porque de ni haberlo intentado, creo que ninguno de los dos habríamos vuelto a dormir en paz, aunque de todas maneras no lo hemos hecho. Quién habría adivinado entonces cuántos descansos sin dormir habría pasado el chaval leyendo y en paranoia. Me dolía que no tuviera alguna especie de apoyo, y que viviese sólo y apartado, un tanto pintoresco y ermitaño. Llevaba bastante dándole vueltas al tema de su familia, el cual ni sacaba a relucir, ni defendía cuando era yo quien lo mencionaba. Y es verdad que había indicios de que viviera en compañía, como el par de botas de escalada que tenía de sobra y de distinta talla, o los gorros de pesca que nunca le había visto ponerse. En esta ciudad cada cual tenía su propia familia, y aunque a veces peculiar, todos tenían; algunos podían presumir de estar al completo (padres, primos, abuelos, hermanos, etc.), y otros, sin embargo, se bastaban con un tío o algún abuelo, pero nadie estaba solo. Estamos hablando de Belasburgo, claro, todos eran felices y siempre cantaban los pájaros. Siempre de día. Siempre el Sol presidía. Los barrios eran bellos, y la gente también, se daba sin pedir nada a cambio, y se recibía sin ofrecer; mi abuela criaba flores y las daba a quien pasara, y otro día, se le placía un zumo de naranja y tostadas, era bien recibida en la cafetería aún con las manos vacías. Nada de dinero, nada de mal.
Y volviendo al tema familia, justo no era que yo no supiera siquiera una cuarta parte de lo que él de mí. Claro que, aun teniendo la opción de abandonar el proyecto de investigación al negarse Damien al trato de recibir lo que se da y poder confiar plenamente el uno en el otro, yo ya estaba en un punto de no retorno; Belasburgo sería una joya preciada, pero era aburrida como ella sola, y si bien tenía una oportunidad de darle vida a mis días, no la iba a tirar por la borda. Si no es por las buenas es por las malas, así que, si se negaba a decirme la verdad, yo encontraría la verdad. Se supone que se pilla antes a un mentiroso que a un cojo. Lo mejor es siempre la verdad, y a nosotros nos faltaba de eso: verdad, y luz. Aunque más oscuridad que luz, allí era todo el día de día.
Cierto es, que los secretos son, por lo general, para guardarlos, pero me transmitía desconfianza tanta tapadera, y quería asegurarme de que, si me caía en medio de la aventura, tendría seguro una mano por la que trepar de nuevo a la paz.
-- No te preocupes, tiene que haber algo que se nos haya escapado -- Entonces alzó la mirada con desprecio: aquello significaba mucho para él, y no sólo quería llegar al final por el amor al arte y a la verdad, había perdido algo y quería encontrarlo. – ¿Qué te parece si cojo la caja, te calmas, la metemos en tu casa, y con tranquilidad miramos si al menos hay alguna pista o algo que no nos encaje? – Sonreí asintiendo.
-- Tal vez... Tal vez haya algo escrito por algún sitio. Puede que ponga algo detrás, o a lo mejor dentro... Podemos intentarlo, gracias. – Forzó una sonrisa, y fue entonces cuando se me hizo trizas el corazón a mí. Era como empezar a leer una novela y quemarla cuando llegas a la página 24. Desengaño en esencia.
Resuelto el problema, por el momento, me quedé unos segundos mirándole con compasión, y volví a girar la cabeza para encontrarme de nuevo de frente al árbol. Intenté mirar por detrás de la casita de pájaros para ver qué tipo de enganche tenía, pero estaba tan pegada a la corteza que apenas se veía el límite entre una cosa y la otra, casi como si fueran una misma. Lo agarré como pude con las manos a ambos lados, y apoyé el codo en una rama para evitar desequilibrarme: una caída desde tan alto podría realmente destrozarme en el mejor de los casos. Pero supongo que pensé que no pasaría. Eso nunca pasa, pensé. La gente no sube a un árbol, se cae, y se mata. Eso no pasa.

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Erika y Damien
Mystery / ThrillerRuhe, del alemán: Paz y silencio, cuando nada a tu alrededor te molesta y te sientes bien y calmado. También describe el rato silencioso de la tarde en un vecindario, cuando el tiempo no pasa y parece una ilusión.